El presidente de Argentina, Javier Milei

El presidente de Argentina, Javier Milei EP

La tribuna

La maquinita de Milei echa humo

13 septiembre, 2024 01:58

Dato mata relato. La máquina impresora de pesos del Banco Central de la República Argentina echa humo, literalmente echa humo, desde que Javier Milei llegó a la presidencia del país, en diciembre del año pasado. Tan es así que, justo tras el desembarco del libertario en la Casa Rosada, el BCRA, la misma institución emisora que el locuaz mandatario había prometido clausurar - para luego dinamitar el edificio que la aloja-, no sólo no redujo el ritmo de fabricación de nuevos billetes, sino que lo incrementó de un modo frenético.

Tan frenético que al terminar el primer semestre de este ejercicio, el de 2024, la autoridad monetaria de Argentina había inundado el país de pesos de novísima creación, resulta ocioso decir que alumbrados sin ningún respaldo real, por un volumen total que suponía un incremento del cien por cien en relación a los puestos en circulación durante el mismo periodo del año anterior. Dicho de otro modo: por cada peso adicional que salió de la imprenta bajo el Ejecutivo de Alberto Fernández en los seis meses previos a dejar el poder los peronistas, el anarcocapitalista Javier Milei ha ordenado imprimir dos, el doble.

Por lo demás, un asunto tan trivial e irrelevante como ese, el de la ampliación de la base monetaria en un Estado cualquiera, no merecería mayor atención si no fuese porque Milei ha repetido, y algo así como un millón de veces, el célebre mantra acuñado por Milton Friedman según el cual la inflación resulta ser siempre y en todo momento un fenómeno monetario. En consecuencia, dada la alegre velocidad que el discípulo más célebre de la Escuela Austriaca aplicó a la rotativa de los papelitos desde su primer día en el poder, de haber sido cierta esa teoría cuantitativa del dinero que predica, la inflación tendría que haberse disparado, y de un modo exponencial, entre diciembre de 2023 y la actualidad.

Pero eso no únicamente no ha sucedido, sino que la constante reducción mes a mes de la tasa de crecimiento de los precios ha constituido el único éxito constatable hasta la fecha del Gobierno. Y es que, lejos de experimentar el país un crecimiento de la demanda a causa de la expansión de la base monetaria, el consumo y la producción no han dejado de desplomarse mientras salen sin parar nuevos pesos a la calle. Todo lo cual no supone impedimento alguno, huelga decir, para que Milei siga defendiendo con el mismo entusiasmo de siempre el axioma monetarista en cuestión.

Pero no acaban ahí las sorpresas contraintuitivas con Milei. Porque resulta que otro gran demonio obsesivo del porteño, la deuda pública de la República, en lugar de reducirse tras su draconiano recorte del gasto estatal, que ya alcanza a estas alturas del ejercicio niveles nada menos que un 30%, resulta que se ha disparado, y además con un ritmo de crecimiento pocas veces igualado en toda la historia de la nación. De ahí que el Estado argentino, teóricamente el más proclive a la austeridad en el mundo entero, esté, sin embargo, incrementando su deuda soberana mensualmente en nada menos que diez mil millones de dólares. No, no se trata de una errata.

Lejos de experimentar el país un crecimiento de la demanda a causa de la expansión de la base monetaria, el consumo y la producción no han dejado de desplomarse 

El Gobierno de Milei incrementa, cada cuatro semanas, la deuda pública de Argentina en unos diez mil millones de dólares. Es decir, y por muy desconcertante que suene, cuantas más mutilaciones presupuestarias realiza para poder ir afrontando los pagos periódicos del principal y los intereses de su inmensa deuda soberana, más crece de modo simultáneo e incontrolado el elefantiásico endeudamiento del Estado. ¿Y por qué el Milei presidente de la República se empeña en cometer desde su despacho oficial en la Casa Rosada todo lo que el Milei martillo de zurdos y furibundo tertuliano televisivo consideraba poco menos que crímenes de lesa humanidad?

Pues porque el mundo real no es un plató de televisión ni tampoco un luminoso manual doctrinario firmado al alimón por Murray Rothbard y Ayn Rand. Así, por mucho que tire de la motosierra con furia digna de mejor causa, la deuda pública no para de crecer a ritmo desquiciado, hasta las nubes y más allá. Eso pasa porque el llamado mercado, o sea el sistema bancario argentino, solo adquiere títulos del Tesoro bajo el compromiso formal de que estén indexados con la inflación del periodo. En consecuencia, si la inflación pasada resultó ser una locura, el monto a devolver por el Estado a sus titulares también deviene en otra locura.

Y no le queda más remedio, pues, que emitir nuevos títulos, también indexados, para asumir el pago de los que van venciendo. El mundo real funciona así. En otro orden de contrariedades, el presidente Milei imprime nuevos pesos, sin parar, día y noche, no porque se haya convertido en un súbito hereje de la causa libertaria, sino porque necesitaba de modo imperioso hacerse con dólares norteamericanos para tratar de mantener artificialmente el tipo de cambio de su propia moneda. En caso contrario, si permitiese que el peso se depreciara todavía más, se le dispararía otra vez la inflación, su particular bestia negra.

Por mucho que tire de la motosierra con furia digna de mejor causa, la deuda pública no para de crecer a ritmo desquiciado, hasta las nubes y más allá

Pero como el olimpo de las altas finanzas internacionales lo elogia con fervor, pero no está dispuesto a prestarle ni un solo dólar, la única vía a su alcance para conseguir los billetes verdes consiste en imprimir nuevos pesos para luego adquirir con ellos los dólares en el mercado privado. Sí, Milei imprime pesos para comprar dólares. Ese es todo el misterio. O sea, hace exactamente lo mismo que casi todos los anteriores gobernantes argentinos a lo largo del siglo XX y en lo que llevamos del XXI.

Pero imprimir muchos pesos para comprar muchos dólares y vender luego esos dólares para comprar muchos pesos, todo con el fin de evitar que baje su cotización, el juego esquizofrénico en el que anda enredado el Gobierno argentino, en la práctica viene siendo algo muy parecido a tirar sacas llenas de dólares a la basura.

Y al FMI no le va a gustar demasiado que su principal deudor en el planeta se desprenda tan frívolamente del dinero que le debe. Más teniendo en cuenta que las reservas de moneda norteamericana en poder del BCRA ya alcanzan niveles negativos en este instante, septiembre de 2024, por un volumen de 5.500 millones de dólares. Razón por la que la esperanza de que el Fondo acceda de nuevo a refinanciar las amortizaciones previstas para dentro de muy pocos meses se antoje cada vez más quimérica.

El Gobierno de Argentina tendría que asumir vencimientos de deuda, en 2025, por un monto agregado de 23.800 millones de dólares. Algo completamente imposible. De hecho, ni tan siquiera podría costear la mitad de esa suma en el mejor de los escenarios. Ergo, sólo hay un horizonte a medio año vista para el experimento Milei: el default.

*** José García Domínguez es economista.

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