La presidenta liberal y proeuropea Maia Sandu, en un acto de campaña de septiembre.

La presidenta liberal y proeuropea Maia Sandu, en un acto de campaña de septiembre. Vladislav Culiomza Reuters

Europa

Moldavia se la juega en un referéndum para refrendar su camino hacia la UE pese a la presión de Putin para evitarlo

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El año pasado, los grupos prorrusos compraban manifestantes y los enviaban en autobuses hasta la capital —Chisináu— para desestabilizar al Gobierno liberal y proeuropeo de Maia Sandu bajo la dirección de agitadores formados en el extranjero. Ahora, con los moldavos llamados este domingo a las elecciones presidenciales y a refrendar su camino hacia la Unión Europa en un referéndum, los grupos prorrusos compran votantes.

Las últimas evidencias son incontestables. La reportera Măriuța Nistor, del periódico independiente Ziarul de Gardă, se infiltró en las redes de captación para investigar el funcionamiento de un engranaje piramidal que comienza en Moscú y acaba en las clases más bajas del sistema, o en ella misma: en su breve paso por la organización, la reportera ingresó 30.000 rublos (300 euros, aproximadamente) en dos transferencias de un banco estatal ruso.

Este mismo mes, las autoridades han desmantelado una maraña de sobornos que corrompió la voluntad de unos 130.000 moldavos en un país donde el salario medio son 280 euros, y donde hay 3,2 millones de personas llamadas a votar, casi un millón de ellas en el extranjero —muchas, en España, Francia, Reino Unido e Italia—. “Las historias que acabamos de publicar han hecho que nuestras vidas sean ahora un poco más difíciles”, me cuenta, entre el orgullo y la angustia, la directora de Ziarul de Gardă, Alina Radu. Sus investigaciones han propiciado detenciones a una velocidad desconocida. “Ahora, como es natural, tenemos algunas preocupaciones”.

En Moldavia, el periodismo se ejerce con pocos recursos y entre amenazas de grupos criminales y oligarcas. A menudo, o casi siempre, están conectados con el Kremlin.

Moldavia está gobernada desde diciembre de 2020 por Maia Sandu, una mujer con experiencia internacional que llegó al poder con un partido fundado en 2016 —Partido Acción y Solidaridad—y dos promesas: limpiar el país de corrupción y acercarlo a sus hermanos rumanos y a la Unión Europea. En ambos casos, significa alejarse de la Rusia de Putin, algo que no es intrascendente cuando en una parte de tu territorio, la región independentista y parcialmente independizada de Transnistria, fronteriza con Ucrania, las autoridades son extensiones del Kremlin y hay miles de tropas rusas instaladas y sin ánimo de marcharse.

Sandu, con el apoyo de la comunidad europea, especialmente de París, convocó un referéndum para este 20 de octubre donde los moldavos decidirán si están de acuerdo o no con modificar la Constitución para que la adhesión a la Unión sea “un objetivo claro y prioritario” del Estado, candidato a la integración desde junio de 2022. La popularidad de la actual presidenta y algunas encuestas invitan a pensar que la mayoría de los ciudadanos está por la labor. El último sondeo de iData Inteligente estima que dos de cada tres moldavos quieren votar, y que al menos el 55% lo hará para apoyar el camino europeo, en contraste con el 32% que se opone.

Los datos son imponentes en un país poco industrializado, intoxicado con toneladas de desinformación rusa y temeroso de ser la próxima Ucrania. “Cuando Sandu convocó este referéndum hace unos diez meses, era escéptica”, me dice la periodista Paula Erizanu, una comprometida divulgadora de los esfuerzos aperturistas de su país en el diario británico The Guardian o en el ruso Nóvaya Gazeta. “Ahora veo una ventana de oportunidad para dar el máximo, romper con nuestro gris pasado soviético e integrarnos en la unión de paz y prosperidad que es la Unión Europea”.

La propia Sandu, que convocó el referéndum para el mismo día que las presidenciales para garantizar una participación alta, alimenta esta idea. “El 20 de octubre es un momento importante para toda nuestra familia”, explicó, en un mensaje dirigido a la diáspora moldava, a quien también confía un apoyo masivo en las presidenciales que evite una segunda vuelta. “Es un día para votar y no tener que esperar 30 años más”.

Las zancadillas del Kremlin están, entre tanto, en cada esquina. “Es la época más exigente que he conocido para desmontar todos los bulos, para exponer a la gente cómo Moscú viene a Moldavia a comprometer nuestro camino hacia el desarrollo, hacia Europa…”, me dice la directora de Ziarul de Gardă. Las terminales de propaganda rusas son poderosas e insistentes, y extienden mentiras como que la entrada en la Unión supondría la expropiación de las tierras de cultivo y su entrega a las potencias extranjeras. Estos mensajes calan en una sociedad donde casi la mitad de los ciudadanos vive del campo.

“Espero que la gente entienda la importancia de su voto para que Moldavia sea un país libre, y no un país controlado por Moscú”, continúa Radu, con tono afligido. “Mis fuentes me dicen que podemos esperar problemas en la región de Gaugazia [en el sur], y los habitantes de Transnistria tienen derecho a voto, y habrá movilizaciones, y tendremos un ojo puesto en lo que ocurra en Rusia, así que todo esto al mismo tiempo asegura un escenario desafiante, sí, pero no pierdo la esperanza de que algún día Moldavia mejorará”.