Lo de las mascarillas (Waterloo de Europa) en el fondo sólo fue una premonición de que íbamos a tener que taparnos la nariz. Y viene a confirmarlo ahora Koldo García, que para quién no lo sepa era mano derecha de Ábalos, que es nuestro Torrente, y no precisamente Ballester.
Quiso Ábalos desde el ministerio de Transportes demostrar con Koldo que la meritocracia todavía existe en nuestro país y se puede pasar de escolta a asesor, y de asesor a consejero de Renfe por obra y gracia del socialismo.
El problema del PSOE es ese puritanismo que ha impuesto en la política, cuando es el primero en asaltar todos los conventos: que van de la corrupción al tráfico de influencias, de la puerta giratoria al nepotismo.
Mismos pecados que tiene el PP, por otro lado, porque quien no conoce en España a alguien que llegó a la política a lucrarse es que no es español.
El problema del PSOE es haber planteado ese marco innegociable en el que hasta los familiares de segundo grado son culpables como en un país comunista y merecen pagar con la lapidación pública.
Hasta que a Pedro Sánchez le sale un Koldo del montón, que es un Bárcenas con menos pelo y sin nociones de contabilidad, y entonces debemos volver a creer todos los españoles en la presunción de inocencia por real decreto porque lo dice él.
Ahora explica el presidente, desde Marruecos, que también tuvo corruptos el PP.
Y el PSOE…
Y el PP…
Y el PSOE.
¡Y en eso hemos convertido la democracia, mire usted!
Con la Covid-19 las mascarillas fueron la fiebre del oro de nuestra generación, y el que no encontró una veta es que andaba ingresado.
Porque existe en España el asesor que llega a la política para no asesorar, sino como un conquistador de lo público, pensando que el BOE es el paraíso prometido, el dorado por esquilmar. Y hacen negocio desde las instituciones cuando los votos se lo permiten porque sale mucho más económico que pagar una cuota de autónomo y arriesgar cada trimestre tu propio capital.
Conquistadores sin morrión, accionistas de la Moncloa.
Y ahí está el problema, que llevamos unos años en los que los únicos accionistas de la Moncloa deberían de ser los 47 millones de españoles. Pero han ido privatizando sin pausa, pero sin prisa, la soberanía popular para repartirse los dividendos y las comisiones unos pocos pícaros con carnet del partido.
Que es la nueva licencia para robar.