Con un acuerdo in extremis entre RENFE, Adif, el Ministerio de Transportes y los principales sindicatos del sector ha quedado desconvocada este domingo a última hora de la noche la huelga en Rodalies en protesta por el traspaso de los trabajadores ferroviarios a una empresa pública de gestión mixta entre el Estado y la Generalitat.

El acuerdo implica que los trabajadores de Rodalies continuarán dependiendo de Renfe, al menos transitoriamente, lo que ha servido a los partidos independentistas para defender la idea de que el gobierno ha incumplido otro más de sus compromisos

Pero la beligerancia ha ido por barrios.

Mientras ERC ha aceptado "de forma temporal" el acuerdo con el argumento de que lo importante era no perjudicar más a los ciudadanos, Junts ha extendido metafóricamente el certificado de defunción del traspaso de Rodalies y ha anunciado que se sumará a las movilizaciones convocadas este sábado por varias organizaciones independentistas. 

El traspaso de Rodalies fue una de las cesiones a las que se comprometió Pedro Sánchez con ERC a cambio de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat y de él mismo como presidente del Gobierno. 

La huelga, convocada por sindicatos afines al PSOE, demuestra el rechazo de los trabajadores ferroviarios a pasar del paraguas de RENFE al de la Generalitat de Cataluña.

Para vencer esas reticencias, la Generalitat ha garantizado el mantenimiento de las condiciones laborales de los trabajadores. Algo que no ha sido suficiente para los sindicatos. Y de ahí que entre el independentismo se haya recibido el pacto como una prueba de que la motivación del paro no fue nunca laboral, sino política

El Gobierno argumenta que la Generalitat mantendrá el poder de decisión en Rodalies. Pero la realidad es que será el Gobierno central el que ostente la mayoría accionarial y, por tanto, el que tenga la última palabra en las decisiones que se adopten en Rodalies. 

La victoria de los sindicatos corrobora una vez más que el Gobierno se encuentra atrapado por su propia debilidad.

Demuestra, también, que la presión de de los trabajadores ha resultado ser más efectiva que la negativa de la oposición al traspaso de Rodalies

Confirma, finalmente, el estado de necesidad mutua en el que malviven tanto el Gobierno como sus socios, obligados a fingir una y otra vez acuerdos vaporosos y desencuentros teatrales en los que también juegan los intereses de otros actores con un cierto poder de chantaje sobre el Gobierno, como en este caso los sindicatos ferroviarios.

Sin embargo, ni el acuerdo con los sindicatos ni la nueva prórroga de los partidos independentistas a su confianza en el Gobierno paliarán los problemas continuos de Rodalies: desde la falta de inversión (endémica) al deterioro de la red y de las infraestructuras, los retrasos y las averías constantes

Para ello, y más allá de la batalla política sobre la mayoría accionarial de la empresa paraguas que acoja a los trabajadores de Rodalies, haría falta una capacidad de gestión que, de momento, ninguno de los protagonistas del acuerdo ha demostrado poseer.