Jean-Luc Melenchon, líder del partido de extrema izquierda La France Insoumise, y varios miembros de la coalición Nuevo Frente Popular, durante un discurso tras las elecciones francesas.

Jean-Luc Melenchon, líder del partido de extrema izquierda La France Insoumise, y varios miembros de la coalición Nuevo Frente Popular, durante un discurso tras las elecciones francesas. Reuters

LA TRIBUNA

Diez lecciones de las elecciones francesas que conducen a un gobierno socialdemócrata en minoría

El autor analiza la fractura dentro de las coaliciones electorales para concluir que el escenario más probable y estable sería un gobierno encabezado por un socialista moderado que los centristas apoyasen a cambio de romper con Mélenchon.

8 julio, 2024 14:10

La disolución anticipada de elecciones pilló especialmente de sorpresa al partido de Marine Le Pen, cuyo candidato a primer ministro, Jordan Bardella, quiso excusar en la premura para seleccionar candidatos que se le hubieran colado algunas "ovejas negras". Dejó así al desnudo la falta de estructura territorial de la formación pese a su antigüedad, lo que explica por qué muchos electores castigaran a Macron en las europeas, pero no confían en ellos para gobernar Francia.

La izquierda, sin embargo, supo reaccionar con agilidad presentando un programa común, aunque esta imagen de unidad se fue debilitando a lo largo de la campaña por la egolatría de Jean-Luc Mélenchon, veterano líder de La France Insoumise (principal de las componentes del Nouveau Front Populaire), empeñado en declararse candidato a primer ministro y obligando al resto de partidos progresistas a desmentirlo.

Además, la izquierda tuvo un comportamiento más decidido y menos tacticista de cara a la segunda vuelta, retirando sin excepción sus candidatos que habían quedado terceros en la primera vuelta para favorecer que los centristas se impusieran en esas circunscripciones a los de Le Pen. Recíprocamente no ocurrió igual, el entorno de Macron tardó unos días en aclarar que haría lo mismo.

El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro, Gabriel Attal (detrás). Imagen del pasado 18 de junio.

El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro, Gabriel Attal (detrás). Imagen del pasado 18 de junio. Reuters

Las transferencias de voto declaradas a pie de urna mostraron que estas consignas de voto fueron bastante atendidas por los electores, que además acudieron a las urnas con una participación inédita desde hace cuatro décadas.

Aunque Le Pen dijo pretenciosamente que las "artimañas del partido único" (como se refiere al conjunto de formaciones que le han hecho frente) simplemente retrasan su victoria, lo cierto es que la eficacia observada en este "frente republicano" (lo que en España suele llamarse "cordón sanitario") hace más bien pensar que RN seguiría lejos de conseguir imponerse en unas elecciones presidenciales.

No obstante, sí consiguen ser el partido más votado (casi un tercio de los sufragios) y el grupo más amplio de la Asamblea Nacional, con 125 de 577 diputados (a falta de asignarse una veintena de escaños), a los que añaden 17 de la escisión que traicionó a Les Républicains cuando se convocaron las elecciones. Pero este bloque de 142 sólo es el tercero de la cámara, muy lejos de la mayoría absoluta que Bardella declaraba exigir para gobernar, adelantándose en realidad a la imposibilidad de conseguir otros apoyos.

"En la recomposición de la izquierda destaca Raphaël Glucksmann, del pequeño partido (casi un think tank) Place Publique, que se opone a cualquier protagonismo de Mélenchon"

El Nouveau Front Populaire desmiente todas las encuestas convirtiéndose en el primer bloque (182 escaños), pero es crucial analizar la división entre los partidos que la integran y que formarán distintos grupos parlamentarios.

La France Insoumise encabeza con 77, pero sufre un goteo continuo de bajas, entre las que destaca el mediático François Ruffin, cuya agónica reelección como diputado se ha basado en anunciar expresamente su ruptura con Mélenchon. Los socialistas suman 68, pero podrían unírseles otra decena de candidatos independientes de izquierda, que los convertirían en el principal grupo parlamentario progresista.

Forman también parte del bloque 28 ecologistas y nueve comunistas, estos últimos dirigidos por el moderado Fabien Roussel, que gozaba de un reconocimiento más allá de sus filas, pero se ha quedado de momento fuera del Parlamento.

En la recomposición de la izquierda destaca Raphaël Glucksmann, del pequeño partido (casi un think tank) Place Publique, que encabezó una exitosa coalición con el Parti Socialiste para las europeas, y que abiertamente se opone a cualquier protagonismo de Mélenchon en representación del bloque de izquierda.

Ensemble, la hasta ahora mayoría presidencial, pierde un tercio de sus parlamentarios, aunque celebra quedar finalmente como segundo bloque (168 diputados), un resultado que ninguna encuesta preveía. No obstante, reúne también a varios partidos que en los discursos de sus líderes hacen ver que ya no desean seguir tan unidos, y que empiezan a marcar posiciones para las presidenciales de 2027, a las que Macron ya no podrá optar. 

Tanto el antiguo primer ministro y líder de Horizon (26 escaños), Édouard Philippe, como el actual jefe del ejecutivo, Gabriel Attal, al frente de Renaissance (102 escaños), indicaron claramente que no habían elegido, sino soportado la disolución anticipada, en abierto desafío al presidente de la República. Similar distanciamiento por parte del Modem (33 escaños), el tercer partido de la frágil coalición.

Marine Le Pen junto a Viktor Orbán.

Marine Le Pen junto a Viktor Orbán. Gobierno húngaro

El hasta ahora partido hegemónico en la derecha, Les Républicains, resiste con 45 escaños entre los reacios a fusionarse con el Rassemblement National, aunque se negaron a participar del frente republicano para la segunda vuelta. Se enfrentan además a un grave conflicto orgánico, dado que su presidente es uno de los que apoyó a Le Pen, pero se niega a abandonar el partido.

Se puede observar en conjunto un Parlamento muy dividido, con tres bloques que aparentemente se excluyen radicalmente, pero con fraccionamientos en el interior, donde algunos candidatos apelan a que la situación fortalece el Parlamento (donde hasta ahora las mayorías habían sido muy claras y casi siempre alineadas con el presidente de la República).

Cabe destacar el retorno del anterior jefe del Estado, el socialista François Hollande, que vuelve como diputado con vocación de influir y con un hábil discurso (comprometido con la izquierda tanto como con el diálogo institucional) que hace más evidente el tono estridente de un Mélenchon que no acepta el ocaso de su liderazgo personalista.

Con todo esto, ¿qué escenarios se abren?

Este lunes, conforme a la tradición (gane o pierda su partido), el primer ministro presentará su dimisión, pero Macron con gran seguridad le dejará por tiempo indefinido en funciones porque ya ha anunciado que enfría el juego (y traslada la presión a los demás). Esperará al menos a la constitución de la nueva Asamblea el 18 de julio (en vísperas pues de los Juegos Olímpicos), dando tiempo a que los partidos avancen en sus acuerdos… o más bien a que se agranden las fracturas, en particular dentro de la unión de la izquierda.

A diferencia de en España, el jefe del Ejecutivo no requiere un voto de investidura (sí puede sufrir una moción de censura), sino que el presidente de la República nombra a quien pueda acreditar una suficiente mayoría parlamentaria para desplegar legislativamente su acción de gobierno.

"Los escenarios están muy abiertos, pero el más probable parece ser un gobierno socialdemócrata minoritario cuya investidura fuera tolerada por unos 170 del centro (e incluso por la derecha moderada)"

El Parti Socialiste (especialmente si logra ser el primer grupo del Nouveau Front Populaire) puede plantearse recuperar la hegemonía entre la izquierda recibiendo el apoyo de ecologistas, comunistas e independientes para encabezar un gobierno minoritario que dejara fuera a los insumisos a cambio de un pacto con los centristas.

Esta izquierda liberada de su extremo querría sin duda incorporar a centristas en su Ejecutivo para contar con una mayoría estable para desarrollar más parte de programa, pero el campo de Macron preferiría más probablemente quedarse fuera del gobierno y su mayoría para no comprometerse con esas medidas y poder continuar su paulatina absorción del centroderecha.

Probablemente sería más fácil lograr ese consenso encomendando el ejecutivo a una figura no partidista, como por ejemplo el exlíder sindical Laurent Berger, quien además mantuvo una relación relativamente constructiva con Macron. Esto podría tener la ventaja para el Parti Socialiste de que podría vender que su influencia ha sido decisiva para formar un gobierno "técnico", pero con orientación socialdemócrata, sin que los insumisos pudiesen reprocharles directamente una traición al Nouveau Front Populaire para ocupar el gobierno.

Aunque este gobierno de izquierda no podría desarrollar mucho de su programa prometido, sí podría probablemente al menos aumentar el salario mínimo y modular la edad de jubilación para anticiparla al menos para los trabajos más duros o precarios, así como suprimir o suspender algunas de las exenciones fiscales que más desigualdad han provocado bajo el mandato de Macron.

Los escenarios están pues muy abiertos, pero el más probable parece ser un gobierno socialdemócrata minoritario (unos ciento veinte escaños entre los partidos que integraran el Ejecutivo) cuya investidura fuera tolerada por unos 170 del centro (e incluso por parte de la derecha moderada).

Esta situación podría contentar a todos, salvo a los insumisos, porque se formaría de un lado un gobierno socialdemócrata que, aun débil políticamente, recuperaría presencia institucional de cara a próximas elecciones, pudiendo ejercer el poder reglamentario e incluso lograr el apoyo puntual para legislar con Ensemble a quien no interesaría parecer una fuerza de bloqueo incondicional.

Por otro lado, este gobierno podría confortar tanto a los de Le Pen como a los de Macron (que fuera del gobierno podrían buscar con más libertad un nuevo líder), pues tendrían tiempo y más margen de reacción para demostrar sus estilos de oposición durante los tres años que restan hasta los próximos comicios presidenciales.

*** Víctor Gómez Frías ha sido profesor en varias universidades francesas.

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