9 septiembre, 2023 01:53
Covarrubias

Cuenta Juancho Jorge que hace cinco años, frente a la ermita de San Olav, una pareja noruega celebró una boda vikinga. Él iba vestido con cuernos y capa; ella, con un vestido propio de una princesa nórdica. Los invitados y los extras contratados como atrezo humano se engalanaron con las vestimentas típicas de los guerreros norteños: escudos con símbolos de drakkares, atuendos fabricados con cuero animal, cascos metálicos de gigantescas cornamentas, lanzas y espadas hiperrealistas y todo un devenir de disparates más propios de una fiesta de disfraces que de una unión marital. Ríase usted de las ferias de los pueblos. Quien hubiese subido aquella tarde a hacer senderismo o a rezar en la capilla de la iglesia, situada en el Valle de los Lobos, una gran explanada frente al discurrir del río Arlanza a las afueras del municipio burgalés de Covarrubias, habría salido despavorido ante el espectáculo tribal.

A Juancho, miembro de la hermandad de San Olav, la asociación que se encarga de promocionar y mantener esta ermita financiada conjuntamente por el gobierno de Castilla y León y el de Noruega, no le hacen demasiada gracia este tipo de eventos. "Al final a lo que llaman es a que la gente venga aquí a hacer cosas extrañas que no tienen nada que ver con el objetivo de esta iglesia, que es fomentar el cristianismo ecuménico y los eventos culturales, además de honrar a la princesa Kristina de Noruega y al primer santo del país, San Olav. ¿Qué pasa? Que se acaban mezclando churras con merinas y al final los chavales vienen a hacer botellón. Ahora tenemos que guardar hasta las banderas de la entrada porque las vandalizan. Esto sería impensable en Noruega".

Juancho Jorge es un personaje singular. Además de ser el máximo experto en esta capilla, tarea que hace "por amor al arte, sin cobrar", es un empresario multitarea en Covarrubias: tiene una ferretería, regentó un pub durante años, se encarga del mantenimiento del monasterio de los monjes de Santo Domingo de Silos, edita desde hace 20 años una revista local, ha fundado algunas de las fiestas populares de la villa burgalesa, como la del 'Descenso del Arlanza', y hasta ha tratado de hacerse con la alcaldía del pueblo, sin éxito. Además, como hobby, tiene su propia bodega en el sótano de su casa ("aunque no me gustan los políticos, por mi casa han pasado hasta presidentes del gobierno"), donde prepara un delicioso vino sin sulfitos, hace su propio embutido de ciervo y jabalí, disfruta cantando canciones de Joaquín Sabina mientras rasga su guitarra española y, en su tiempo libre, le dedica parte de su vida a San Olav. 

Juancho Jorge toca una campana en la entrada de la ermita de San Olav, situada a las afueras de la villa de Covarrubias, en Burgos

Juancho Jorge toca una campana en la entrada de la ermita de San Olav, situada a las afueras de la villa de Covarrubias, en Burgos Jorge Contreras Soto E. E.

Es él, amo de llaves de la 'ermita vikinga' y guardián de sus secretos, quien se encarga de abrir a EL ESPAÑOL | Porfolio la peculiar capilla que protagoniza este reportaje. Llega a la explanada en la que se sitúa esta construcción mastodóntica en su furgoneta, ataviado con el chaleco rojo de la hermandad y un pañuelo negro sobre la cabeza con la 'Cruz de San Olav', una cruz interconectada con un símbolo que representa el infinito y la eternidad. El personaje epata una mezcla de misticismo y rudeza; es un inmejorable maestro de ceremonias, pero no se deshace de cierto recelo hacia lo urbano.

El discurrir de esta conversación, y el mero origen de la peculiar ermita de San Olav, podrían parecerle surrealistas a cualquiera que no haya escuchado jamás hablar del lugar. Al fin y al cabo, ¿qué hace una capilla cristiana ecuménica honrando a una princesa noruega del siglo XIII en mitad de Burgos? ¿Por qué un grupo de vecinos racheles –gentilicio de Covarrubias–, la mayoría ateos o agnósticos, son los encargados de promocionarla a través de una hermandad de frailes no devotos? ¿Y por qué existe hasta una ruta, el Camino de San Olav, al que vienen decenas de noruegos de peregrinaje a rendirle pleitesía y devoción a Olaf Haraldsson, santo patrono de Noruega, y a la princesa Kristina, hija del rey Haakon IV?

Pasillo que une la entrada de la ermita de San Olav con la nave central, donde se encuentra el altar en el que se imparte misa

Pasillo que une la entrada de la ermita de San Olav con la nave central, donde se encuentra el altar en el que se imparte misa Jorge Contreras Soto E. E.

La historia de Olav y Kristina

Juancho ha abierto las puertas de la ermita vikinga sólo para este diario. Está dispuesto a hacer el mismo tour que prepara para el resto de visitantes; con su discurso aprendido, intercalando algún chiste mientras explica la intrahistoria que dio origen a esta extraña 'nave brutalista' que amanece en el corazón del Valle de los Lobos como una edificación propia de otra época. "Olav es uno de los tantos reyecillos que había en el año 1000 en lo que hoy es Noruega. Aquel hombre había tratado de equiparar a su propia plebe con él, lo que le valió la enemistad del 'rey de reyes' de la época, Canuto II de Dinamarca o 'Canuto el Grande'".

Olav, temiendo su muerte, se autoexilió a Rusia y, tras años viajando por Europa, acabó en España, donde tuvo una visión: acabaría siendo otra vez rey de Noruega. Tras convertirse al cristianismo en Normandía y reunir a un gran ejército de cruzados dispuestos a extender la religión de San Pedro por los fiordos nórdicos, viajó de vuelta a Noruega y se enfrentó a las tropas de los jarls –título equivalente a conde o duque– aliados de Dinamarca del rey Canuto. Se enfrentaron en la batalla de Stiklestad y Olaf, como era de esperar, falleció en combate. "Murió por tres armas que están en las ventanas de la ermita: un hacha, una lanza y una espada", continúa el guía.

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"Como perdió la vida en batalla en 1030, no dio tiempo a consolidar el cristianismo, pero igualmente le empezaron a atribuir milagros. 'Su cabeza cayó al suelo y nació una fuente' o 'al acudir sus soldados, con su sangre sus heridas ven curar'", canturrea Juancho, masticando los versos de un recital. A Olaf se le atribuyeron numerosos milagros más, aunque quizás el más famoso fue el de un ciego que, frotándose los ojos con su sangre, recuperó la vista. Como su muerte fue considerada un martirio, comenzó a ser venerado como un santo y, en 1164, Alejandro III lo canonizó. Es uno de los pocos santos que tiene Noruega y el único patrono del país.

¿Qué relación guarda un rey muerto en combate en la primera mitad del siglo XI con una princesa noruega nacida en 1234? "A priori son sólo paisanos, pero hay algo que los vincula". El padre de la infanta Kristina, "con K, que no haya lugar a errores", era Haakon Hákonarson, también conocido como Haakon IV de Noruega, un gran aliado de la Castilla regida por Alfonso X, El Sabio. "Históricamente, Alfonso X fue un gran rey, un gran poeta, un gran estratega, un gran músico. Era buenísimo en todo, salvo en la cama. Estaba casado con doña Violante, que no le daba hijos varones. Entonces pensó: 'Voy a repudiar a mi mujer, me voy a casar con una chavalita joven con muchas posibilidades de sacar el trigo de Castilla y, si soy emperador de todo esto [en referencia a Alemania], este hombre [Haakon], que tiene muchos barcos, me va a proteger estos mares".

Juancho Jorge posa frente a la iglesia de San Olav, en Covarrubias

Juancho Jorge posa frente a la iglesia de San Olav, en Covarrubias Jorge Contreras Soto E. E.

Aunque hay cierta literatura en este curioso relato, lo cierto es que Haakon IV mandó a su hija Kristina a España, pero finalmente no acabó casándose con Alfonso X –su viaje desde Noruega a Castilla tardó 11 meses y, para cuando llegó, doña Violante ya había dado a luz a un niño, por lo que quisieron indemnizarla ofreciéndole casarse con un hermano del rey de Castilla, narra la versión de la ermita de San Olav–. El elegido para el matrimonio fue el hermano de Alonso X, Felipe de Castilla, con quien acabaría emparentado la infanta noruega.

"Sabemos, porque está escrito, que la recibió Jaime I, suegro de Alfonso X, y que durmió en Las Huelgas, en Burgos; también que al final se casó con Felipe en la Colegiata de Santa María de Valladolid y que, después, se fue a vivir a Sevilla porque su marido tenía el título de arzobispo de la ciudad, además del de abad de Covarrubias, dos nombradías que, a pesar de que parezcan religiosas, en la época eran nobiliarias, porque las haciendas públicas funcionaban a base de monasterios y abadías y, cuantos más cargos tuvieras, más diezmos cobrabas". 

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Kristina, alejada de su país natal, le pidió a Felipe de Castilla que le construyera una capilla en honor al único santo que conocía, San Olav. También le pidió que, al fallecer, fuera enterrada en Covarrubias, donde se sabe que estuvo, aunque no existen registros ni diarios que expliquen el porqué de preferir aquel lugar. Él aceptó, pero Kristina murió en 1262, con sólo 28 años, sin ver su sueño cumplido. Las leyendas dicen que pereció de melancolía, pero lo más probable es que fuera de una otitis mal curada o de una meningitis.

"Nadie sabía nada de esta historia hasta que, por un cúmulo de circunstancias, dimos con la respuesta", continúa Juancho. "Corrían los años cincuenta, y un señor que se llamaba don Vicente de Almazán, un políglota e historiador español impresionante que hablaba 7 u 8 idiomas, estaba en Suecia haciendo la transcripción de la saga del rey Haakon, y allí descubrió que la hija de este hombre había venido a casarse a Castilla".

Vista de una estatua de madera que representa a San Olav

Vista de una estatua de madera que representa a San Olav Jorge Contreras Soto E. E.

"Coincidió que teníamos un cura en Covarrubias, un tal Rufino, que decía que había una princesa noruega enterrada en la Colegiata. Buscando, se llegó al claustro y se encontró esta tumba metida dentro de la pared. Se quitaron las piedras y cuando se levantó la tapa apareció el cadáver perfectamente conservado de una mujer de 1,70 de altura, rubia, con vestimentas nazaríes propias de Sevilla". En el sepulcro también había un pergamino con versos de amor y una receta de 'xugo de ajo' para la otitis. Era Kristina de Noruega.

El increíble descubrimiento, datado ya de 1958, y la recuperación de la historia de Kristina, dio lugar a la Fundación Princesa Kristina de Noruega, que se propuso cumplir el sueño de la otrora infanta hija de Haakon IV: construir una capilla de San Olav. "Desde la Fundación –con ayuda del gobierno de Noruega y de la Junta de Castilla y León– nos hicimos cargo de que ese deseo, ese sueño, se hiciera realidad. Se hizo un concurso a nivel internacional entre Noruega y España, en concreto entre las escuelas de arquitectura de Oslo y de Valladolid, y por una vez ganamos nosotros".

Vista de la nave central de la iglesia de San Olav; a la izquierda, el escenario con anfiteatro exterior; en el centro, el altar; a la derecha, las siete vigas que simulan un 'drakkar' vikingo

Vista de la nave central de la iglesia de San Olav; a la izquierda, el escenario con anfiteatro exterior; en el centro, el altar; a la derecha, las siete vigas que simulan un 'drakkar' vikingo Jorge Contreras Soto E. E.

Un lugar de ecumenismo cristiano

Entrar en la capilla de San Olav es una experiencia peculiar. Al visitante lo recibe un largo y oscuro pasillo con paredes que narran, en texto, la vida de Olaf II y Kristina de Noruega. Sus paredes y su suelo están hechos de madera; en la parte superior de la nave hay un par de blasones con reminiscencias visigóticas y, en el altar, un atril de acero con forma de cruz.

Apenas hay simbología religiosa, más allá de las cruces, porque esta, recuerda Juancho, pretende ser una capilla ecuménica. La filosofía del lugar es que cualquier confesión religiosa de raigón cristiana –católicos, luteranos, anglicanos, evangélicos, coptos, ortodoxos– puedan solicitar a la hermandad de San Olav y a la Fundación su uso para celebrar sus ritos, ya sea una misa o un bautismo. 

Como no deja de ser un espacio religioso, aunque esté sin consagrar, la ermita de San Olav tiene un ábside mirando hacia el este que saluda al sol, como cualquier iglesia; a la derecha del altar hay una suerte de construcción que se asemeja a un barco vikingo con siete vigas (el 7 y el 3 son números sagrados en prácticamente todas las religiones, también en el cristianismo) y, en la pared, le preceden dos cuadros de drakkares (típicos barcos vikingos) donados por un marino noruego.

Vista del escenario que con vistas al peculiar campanario, separado de la ermita, de la capilla dedicada al santo noruego San Olav; como curiosidad, no tiene escaleras para acceder a la parte superior

Vista del escenario que con vistas al peculiar campanario, separado de la ermita, de la capilla dedicada al santo noruego San Olav; como curiosidad, no tiene escaleras para acceder a la parte superior Jorge Contreras Soto E. E.

A la izquierda de lo que en cualquier templo católico sería el presbiterio, se abre una suerte de ventanal gigante que da al exterior. Es un escenario. Afuera hay un anfiteatro al aire libre con capacidad para cientos de personas; tras los asientos saluda una torre-mirador con balconada que tiene una campana donada por la misma fundición que donó al ayuntamiento de Covarrubias la estatua de la princesa Kristina que hay en el centro de la villa.

"En esta ermita también celebramos muchos eventos culturales. Un día hay una misa; otro, alguien recitando poemas o una obra teatral en el escenario". La filosofía de la capilla de San Olav no sólo es el ecumenismo, sino el hermanamiento entre una Noruega devota del santo y la España que acoge la única ermita dedicada al venerable monarca caído batalla.

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"Otra forma de hermanamiento es la madera del fondo", recuerda Juancho. "¿Qué es lo más representativo de Covarrubias? El cerezo. Esa madera de ahí [señala una de las paredes] es de cerezo. La que tenemos a nuestra espalda es madera blanca de abedul noruego; y esas otras son de enebro".

Juancho asegura que ni él es especialmente creyente ni tiene ningún vínculo con la historia de San Olav: todo esto lo hace por pura diversión, por volcarse con sus gentes y el turismo que los visita. El guía culmina la visita a la ermita, la primera construida en el siglo XXI en España, explicando a este diario los motivos de la construcción exterior –paredes de chapa que deben oxidarse con el tiempo, banderas que evocan al hermanamiento entre España y Noruega, grandes ventanales que tienen la misma forma que tendría una herida de hacha, de lanza o de espada–, cuyo conjunto, empero, se asemeja más a una suerte de moderno barco poligonal volteado que a un lugar de culto religioso.

Terminado el tour por la ermita de San Olav, Juancho Jorge invita a los presentes, como su afabilidad típicamente rachel, a hacer una degustación de vino y embutido caseros en su propia casa, una construcción tradicional situada al lado del ayuntamiento de Covarrubias. "Quien viene a este lugar debe saber que siempre es recibido con los brazos abiertos. Es algo típico de nuestras gentes".

Juancho Jorge posa de brazos cruzados frente a la ermita de San Olav, en Covarrubias

Juancho Jorge posa de brazos cruzados frente a la ermita de San Olav, en Covarrubias Jorge Contreras Soto E. E.