Star, Llama y Astra, las tres armas españolas fabricadas en Vitoria, Éibar y Guernica que acabaron en manos de yihadistas sirios
EL ESPAÑOL ha hallado nuevos datos que demuestran que las pistolas vascas pudieron fluir ilegalmente hace ya medio siglo a países como Irak, Libia o Siria mediante operaciones de contrabando organizadas desde la propia España.
En junio de 2014, los asesinos del Daesh se apoderaron de la ciudad de Mosul. A partir de ese momento, comenzaron a viajar a Oriente Medio docenas de voluntarios españoles con el fin de unirse a las milicias kurdas que luchaban contra el Estado Islámico en los campos de batalla sirios e iraquíes. Fue entonces cuando comenzó a alcanzarnos un goteo de testimonios de primera mano que confirmaban que en las manos de los yihadistas abatidos y en los arsenales del ISIS se encontraban regularmente armas cortas españolas fabricadas, sobre todo, durante los setenta y los ochenta en Vitoria, Éibar y Guernica.
Esas mismas pistolas de las marcas Star, Llama y Astra eran también comunes en las tiendas de armas de los cantones kurdos del norte de Siria que abastecían un reducido y lucrativo mercado tan ilegal como tolerado por las autoridades. También fueron a menudo vistas entre los civiles iraquíes tras el convulso decenio que siguió a la caída de Sadam Hussein o, mucho más recientemente, en algunos de los feudos de los rebeldes islamistas sirios que combatían contra la dictadura de los Assad. Algunos investigadores de fuente abierta como Yago Rodríguez identificaron “docenas de ellas o tal vez cientos” a la venta en los canales de Telegram de ciudades como Idlib, lo que, considerado en su conjunto, viene a demostrar dos cosas: que eran las favoritas de los islamistas por su probada calidad y por su precio —inferior, por ejemplo, a las siempre deseadas Glock— y que resultaban fácilmente asequibles, mucho más que las austríacas.
Otras armas fabricadas durante los 90 por Bonifacio Echeverría aparecieron en los mercados negros de armas europeos y de Oriente Medio y, más específicamente, en la manos de los islamistas, terroristas y delincuentes comunes de Occidente. El político Pim Fortuyn fue asesinado en Holanda hace 21 años cuando estaba a punto de convertirse en primer ministro con una Firestar, un arma similar a la que la policía española halló en poder de Jamal Ahmitad “el Chino” —supuesto jefe de la trama del 11-M— o del miembro de ETA Gorka Azpitarte Rejado.
El viaje de las armas
La pregunta que todavía permanece intacta es cuándo y cómo terminaron esas viejas armas cortas españolas en poder de indeseables. Algunos de los caminos que siguieron fueron individuales y singulares, lo que los hace más dificílmente detectables, pero a pesar del opaco velo de silencio que rodea al contrabando de armas, existen informaciones fragmentarias extraídas de sumarios judiciales e investigaciones policiales que han permitido trazar a EL ESPAÑOL | PORFOLIO algunas de las oscuras rutas que siguieron ciertas partidas de Star, Llama y de Astra antes de reemerger en Siria, Irak o Bélgica, uno de los principales nodos europeos de la venta ilegal de pistolas.
¿De verdad es tan sencillo conseguir en las timbas de Oriente Medio uno de esos mismos modelos de pistola que hasta no hace demasiado servían en España de arma reglamentaria a los cuerpos de seguridad y el ejército? “Ni lo dudes”, nos dice el gallego Arges Artiaga. “En 2016, uno de los voluntarios extranjeros que combatía con los kurdos en las YPG intentó venderme en Siria una Star exactamente igual a las que usaba la policía española. Creo recordar que me pidió unos 700 dólares. No me lo dijo abiertamente pero supuse que la habría robado del cadáver de algún comandante del Daesh caído en Manjib. Tenía otras tres pistolas en una bolsa”.
Inevitablemente, uno se pregunta qué hacía Artiaga en Siria para que alguien le tratara de vender una pistola. La respuesta es combatir como voluntario dentro de la coalición de fuerzas kurdas que los norteamericanos usaron como proxy para plantar cara al Daesh. Durante el primero de sus viajes a Oriente Medio, el gallego formó parte de las YPG desde febrero hasta finales de junio de 2015. A su regreso a España, fue imputado por el homicidio de 28 yihadistas, tantos como supuestamente abatió durante su primera instancia, pero el caso fue finalmente sobreseído por la Audiencia Nacional. Cuatro meses después, se unió a las filas de una nueva unidad de extranjeros conocida como 223 con la que estuvo peleando hasta mayo de 2016. A mediados de ese mismo año, una herida en el ojo le obligó a abandonar el frente y a regresar a España. A pesar de ello, todavía se enroló por tercera vez en una pequeña subunidad de francotiradores que servía en la ciudad Raqqa cuando el nombre de la entonces capital del califato evocaba por sí solo historias de masacres y de mujeres atrapadas bajo el luto de sus burkas.
Fue durante aquellos años cuando descubrió que alguien, en algún momento, había inundado Siria de pistolas vascas que, por algún motivo, “habían terminado en manos de las ratas islamistas”. La primera de las pistas que obtenemos sobre el camino que siguieron esas armas desde España procede de testimonios como el suyo.
“Las armas cortas no eran frecuentes entre los kurdos al principio del conflicto”, asegura Arges Artiaga. “Con el paso de los meses, era mucho más normal encontrar a alguien con pistola y, entre ellas, se veían muchas Llama, Astra y Star capturadas a miembros del Daesh. Solo los mandos podían permitírselas. Y los que las conseguían llevaban años reclamándolas. La escasez de armas cortas era muy grande y por supuesto, los kurdos no acudían al mercado negro a comprar Stars por 1.000 dólares porque con ese dinero se podía mantener una unidad de unos 30 tipos durante prácticamente un año”.
Según el gallego, tampoco entre los yihadistas era lo habitual. “Normalmente, las tenían sus comandantes de alto rango o las fuerzas especiales del Daesh que cometían atentados o asesinatos. Todo el mundo asumía allí que ellos se las habían robado al régimen sirio durante algunos rifirrafes bélicos. Las que tenían los kurdos también se las habían quitado al ejército del régimen de los Assad en Kamisli o Hassake”.
De modo que a medida que la guerra se enquistaba, las pistolas españolas comenzaron a hacerse más habituales y cada vez que alguien preguntaba por su origen, siempre se apuntaba hacia Damasco. “Los kurdos se referían a ellas como las pistolas del régimen. Supongo que eso significa algo. Claro, al ver Astras y Star con frecuencia sentí curiosidad y me interesé por ellas. Pregunté en diferentes lugares y diferentes momentos y siempre obtuve la misma respuesta: se las había vendido España a Hafez al Assad, que era más sanguinario incluso que su hijo Bashar”.
En suma, las pistolas pasaron de las fuerzas militares y de seguridad de la dictadura siria a los kurdos, los criminales del Estado Islámico y Al Qaeda y otras fuerzas islamistas de oposición. A partir de 2016, se encontraban con frecuencia, no solo en los arsenales capturados al Daesh, sino en las propias tiendas de armas de Rojava y en los canales de la dark web de los territorios controlados por los yihadistas.
“Evidentemente, los milicianos no comprábamos las armas en el mercado negro porque normalmente te las proporcionaba la unidad de las YPG a la que pertenecías, dependiendo de tu posición y de tus habilidades”, prosigue Arges Artiaga. “Otra cosa es que algún voluntario internacional con dinero quisiera comprarse por su cuenta una pistola. Yo llegué a visitar un par de veces una tienda de Kamisli que conocía todo el mundo. No había nada allí de apariencia clandestina. Era un mercado tolerado tanto por la gente del régimen como por las milicias kurdas. Una pistola decente podía costarte tranquilamente 2.000 dólares. Allí precisamente vi una Star que vendían por 1.200 pavos. Los del chiringuito la conocían perfectamente por su nombre porque las españolas tenían una buena reputación. Lo interesante aquí es que tanto en Kamisli como posiblemente en Hassake, las tiendas estaban situadas en los barrios cristianos que controlaba la dictadura, no muy lejos de los checkpoints de la gente de Assad. Eso puede darte una pista de otra de las vías por las que viajaban esos hierros”.
Durante su tercer servicio, Arges Artiaga utilizaba un Dragunov que terminó en un museo de la guerra. “Yo ni me planteé comprarme una pistola. Primero, porque eran caras. Y luego estaba el asunto de la munición. ¡Te cobraban dos dólares por cada bala de 9 milímetros! Imagínate cuánto habría tenido que pagar por un rifle de francotirador si hubiese tenido que conseguirlo por mi cuenta. Seguramente, te podría dar la risa. Y eso, por no hablar de que, seguramente, te venderían un pedazo de mierda. Bajo determinadas circunstancias, una pistola podía ser un seguro de vida, pero yo ya cargaba con el rifle, más la munición, más los visores, más las baterías de los visores, más un AK-47 con toda su munición... Y todo, ¿para qué? Si te encontrabas con uno de esos iluminados embutidos en un chaleco explosivo a una distancia en la que podías hacer un tiro efectivo con una pistola ibas a conocer a los Hare Krisna. Por muchas pistolitas que llevaras, ¿qué podías hacer contra un tipo embuchado en cuatro kilos de TNT y rodeado de bolas de rodamiento de acero?”.
Arges nunca accedió personalmente a uno de esos arsenales del Daesh donde solían hallarse Astras y Star, pero tampoco era esa su misión. “Mi unidad de francotiradores operaba por delante de todos, así que cuando encontrábamos algún lugar con armas o un arsenal simplemente lo evitábamos para no acabar reventados por una mina o una bomba trampa. Nos limitábamos a reportar la geolocalización para que otras unidades vinieran a desminar el sitio. No teníamos ni la capacidad ni la misión de examinar los arsenales del Daesh. Lo que sí vi con mis propios ojos fue la presencia de generadores eléctricos españoles de una conocida marca cuyo nombre no recuerdo. Le pregunté a mi comandante y me dijo que España se los había vendido a la gente del régimen. No eran generadores industriales, sino una cosa mucho más modesta, pero estaban completamente nuevos. El más viejo no tenía ni seis meses”.
Fabricadas en Éibar
Las Star que Arges Artiaga menciona fueron fabricadas en Éibar durante los 70 y los 80 por Bonifacio Echeverría, una conocida empresa armera clausurada en mayo de 1997. También las Llamas y las Astra salidas de otras dos empresas igualmente disueltas de Guernica y de Vitoria pertenecían a series de modelos antiguos. Que armas con 50 y 60 años se siguieran vendiendo en el mercado sirio por entre1.000 y 1.500 euros era la prueba irrefutable de que su vieja reputación de fiabilidad y robustez no había sido puesta en entredicho con la guerra.
El investigador Yago Rodríguez halló asimismo hace algunos años evidencias y testimonios que demostraban la presencia en el conflicto sirio de subfusiles españoles Z62 y Z70. Detectó algunas unidades a la venta en los mercados digitales de armas y otras pocas más en las manos de soldados del ejército del régimen de al Assad, lo que viene a reforzar la hipótesis de EL ESPAÑOL de que el canal intermedio por el que fluyeron todas esas armas salidas del País Vasco hasta los yihadistas del Daesh y Al Nusra fue el régimen baazista, al que “oficialmente” nunca se había vendido armas desde Éibar, Vitoria o Guernica.
Sobre el papel, tampoco había pistolas españolas en el Ejército de Irak antes de 2003, pero tras la caída de Sadam, afloraron al mercado negro de ese país diferentes modelos de pistolas cortas y ligeras. Las propias tropas desplegadas por Aznar en ciudades iraquíes como Diwaniya se ocupaban de desarmar a los civiles. Los legionarios llegaron a encontrar hasta un misil FIM-92 Stinger. Que un respetable padre de familia tuviera un fusil en el armario era habitual en aquella época convulsa, y entre la colección de armas domésticas no había solo AK-47, sino, una vez más, las legendarias pistolas españolas a las que todavía hoy se siguen dedicando espacios en los foros árabes de aficionados al armamento. Este equipo de investigación pudo verlas hace ahora veinte años en el sur de Irak.
¿Quiénes le vendieron a Hafez Al Assad y Sadam Husein esas pistolas y esos subfusiles? España introdujo a partir de los 90 del pasado siglo una legislación mucho más restrictiva respecto a las exportaciones de armas sin certificaciones de destino a fuerzas armadas extranjeras y eso no ha impedido, por ejemplo, que el Ejército de Irak hallara en marzo de 2017 en una vivienda de Mosul una partida de munición fabricada hace solo 16 años por una empresa asturiana.
En ese mismo domicilio, las tropas de Bagdad encontraron balas fabricadas en nuestro país en 1975, según dio a conocer EL ESPAÑOL. Un informe de Conflict Armament Research al que tuvo acceso nuestro diario acreditaba que los kurdos de las YPG habían incautado en Siria un fusil fabricado por Carrero y Astelarra, una empresa de Guernica clausurada en 1983. Otras dos viejas pistolas Llama salidas de una factoría situada en la capital alavesa fueron halladas en Baréin.
PORFOLIO ha descubierto ahora que en el opaco periodo precedente al cierre de las tres grandes empresas de pistolas se efectuaron varias operaciones de venta de esas armas tanto a Siria como Irak y otros países en las que tuvo un papel protagonista Henry Arsan, un conocido contrabandista internacional detenido por el juez Carlos Palermo. El magistrado italiano se hizo famoso a raíz de una investigación criminal realizada durante los 80 sobre una red internacional de tráfico de drogas y armas que involucraba a políticos en Trento. En el transcurso de sus pesquisas salió a relucir el nombre del entonces primer ministro Bettino Craxi.
Palermo estuvo a punto de ser asesinado por la mafia con un coche bomba que sí segó la vida de una madre y sus gemelos. El caso le fue finalmente arrebatado y transferido a otro juez, pero mientras examinaba a mediados de los ochenta los vínculos entre la mafia, la masonería y las organizaciones de espionaje búlgaras y sirias salieron asimismo a colación las pistolas españolas. Según el magistrado, nuestro país fue durante muchos años el punto de partida de una ruta de tráfico de armas cortas con destino a países africanos y asiáticos, entre los que se hallaban Siria e Irak, entre otros. Palermo consiguió acreditar la venta de pistolas Star y revólveres Astra, manufacturados en Éibar y Guernica por Bonifacio Echevarría, SA, y Astra-Unceta y Compañía, respectivamente. Las operaciones de contrabando que el juez descubrió incluían también algunas armas cortas de Llama Gabilondo y Cía fabricadas en Vitoria.
El magistrado no llegó nunca a viajar a España para ampliar su investigación sobre este capítulo de la trama que investigaba, de modo que las pesquisas quedaron inconclusas y nunca llegó a demostrarse plenamente sus afirmaciones, esencialmente sostenidas sobre el propio testimonio del contrabandista Arsan, cuya empresa operaba también en nuestro país.
Esas nunca bien esclarecidas operaciones de contrabando situaban a España, junto a otros países europeos, en una operación ilegal de contrabando de armas cortas que, con la ayuda de la organización seudomasónica Loggia Propaganda Due (P-2), enviaba pistolas y revólveres, no solo a Siria e Irak, sino a Israel, Yemen del Sur, Irán, Libia, Suráfrica, Somalia y Líbano.
¿Pudo ser ese el camino inicial y el punto de partida de las pistolas Star y Astra que vio Arges Artiaga en las tiendas de Kamisli y en las manos de los yihadistas? Todo apunta a que sí. Palermo sostenía que el transporte de las armas se había realizado a través de empresas navieras vinculadas a Stibam, una compañía del sirio Henry Arsan con delegación en nuestro país. En 1985, un juez barcelonés condenó, sin embargo, a Televisión Española a indemnizar con 5 de millones de pesetas a la naviera Tanscroma, a la que TVE había involucrado en una información en el transporte de armas a ciertos puertos europeos, extremo que no logró nunca acreditarse. La sentencia señalaba que, de acuerdo al sumario de Palermo, Transcoma había mantenido contactos con la firma italiana Stibam, presuntamente relacionada con el tráfico de armas y drogas, pero no era mencionada explícitamente como traficante.
Transacciones dudosas similares pudieron estar detrás de las operaciones que acabaron con la presencia de armas cortas vascas en los mercados negros europeos o, eventualmente, en manos de mercenarios de Extrema Derecha armados por los propios estados occidentales para pelear desde las sombras contra el Pacto de Varsovia. Existen pruebas que apuntalan incluso la idea de que algunas partidas fueron reexportadas desde los propios Estados Unidos, donde Bonifacio Echeverría poseía uno de los mercados más lucrativos.
Según Juan Avilés, autor de un estudio sobre las operaciones Gladio organizadas en Italia durante la Guerra Fría, algunas de las armas con las que se dotó a las células clandestinas italianas de la llamada red “Stay behind” fueron proporcionadas por la CIA y a partir de 1961 se enterraron en depósitos clandestinos, conocidos como Nasco. Los grupos de la llamada operación Gladio fueron organizados por la Otan para hacer frente a un supuesto ataque comunista. “Un documento de noviembre de 1990 hace constar que la mayoría del armamento fue enterrados en 1962 y 1963 y los dos últimos lo fueron en 1971”, asegura Avilés. El material de los Nasco incluía además de explosivos, ametralladoras y fusiles de distintas marcas, 210 pistolas Star y 32 armas cortas de calibre 22 con silenciador”, afirma el investigador.