Hilario García nació en una tierra regada por vides y ajos. No por nada, este conquense nacido en 1963 en Las Pedroñeras, la capital mundial del ajo, creció en una región en la que la agricultura es una religión. El amor por la naturaleza y por las cosas que crecen es parte del ADN de los pedroñeros generación tras generación. La propia familia de García, al igual que muchos de sus vecinos, acumulaba unos cuantos viñedos, cuya uva iba derechita hacia las cooperativas o a otras bodegas privadas que eran las que elaboraban vino.
“En mi familia, realmente, nadie había sido bodeguero hasta que yo empecé a serlo en 2009. Yo crecí entre uvas, vendimiando, pero nunca produjimos vino, sino que vendíamos el fruto”, explica a EL ESPAÑOL | Porfolio Hilario García, el hombre detrás de la bodega AurumRed, que elabora –entre otros– el vino más caro del mundo. En todo caso, García comenzó desde bien pequeño a hacer sus primeros trabajos relacionados con la vitivinicultura.
Sólo acumulaba ocho abriles cuando Hilario ya se aventuraba en el campo pedroñero para vendimiar. Le pagaban 250 pesetas de la época, 50 más que a otros vendimiadores treintañeros, porque era un crío intrépido que se atrevía a vendimiar en las zonas más salvajes y de peor acceso. “Tenía ganas de hacer las cosas bien, ni más ni menos”, confiesa García, “y aunque de niño no tenía ni idea de lo que quería ser de mayor, sí que tenía claro que, en lo que fuese, debía ser el mejor”.
Hoy en día, Hilario García se ha hecho un nombre en el mundo de la vitivinicultura, elaborando él mismo uno de los mejores vinos que existen. El más caro de todos los que hay en el planeta, el vino tinto AurumRed Gold hecho 100% con uva tempranillo, está hecho bajo la firma y supervisión del bodeguero. En la actualidad la botella cuesta 25.000 euros, aunque, como reconoce a este medio el propio bodeguero, “algunas botellas han llegado a tener un precio superior al medio millón de euros en subastas en las que ha participado”. Ese deseo setentero de “ser el mejor en lo que fuese” se ha traducido en este vino tan exclusivo.
De las finanzas a los problemas de salud
El afán de “ser el mejor” que movía a Hilario García desde niño lo aplicó en cualquier ámbito de su vida. Antes de iniciar su carrera como bodeguero, García tenía otra profesión. No estudió una carrera universitaria como tal, “pues en aquellos tiempos era más común hacer formaciones concretas en sitios concretos”. En su caso, el joven pedroñero estudió varios cursos relacionados con la economía en instituciones como la Cámara de Comercio de Madrid o el ICEX.
Eso empujó a García a dedicarse al sector económico. De ahí que el bodeguero comenzara su andadura como asesor fiscal, laboral, contable e, incluso, jurídico. Pero no estaba sólo en este menester, sino que levantó una asesoría que llegó a pilotar los destinos de “unas 500 ó 600 empresas”. Y así se agotaba el siglo XX para Hilario García, entre burocracia, leyes, papeles y números. El mundo de la bodega todavía ni se asomaba por el horizonte.
Hasta que todo cambió a principios de este siglo. “Hace más de 20 años, en torno al año 2002, tuve un problema grave de salud. Me diagnosticaron esclerosis de canal de médula, una enfermedad que me dejó prácticamente inválido. La compresión de la médula en cinco partes impedía la transmisión de sensaciones a las piernas. No podía moverlas. Era curioso cómo no se transmitía nada de arriba hacia abajo en el cuerpo, pero sí de abajo hacia arriba. Es decir, no podía mover las piernas, pero el dolor, un intenso dolor, sí que me llegaba”, explica el bodeguero, rememorando la época más complicada de su vida.
En ese momento, Hilario García, impedido por sus problemas de salud, cedió sus negocios de asesoría, “pues ni podía estar sentado en una silla de ruedas y vivía en una cama”, y se dedicó a buscar soluciones a sus problemas de salud. Era lo primordial para seguir hacia adelante. Primero, acudió a la Seguridad Social, que, según explica el bodeguero, “no pudo solucionar el problema”. Luego, a una clínica privada, donde fue operado… Pero sin resultados. Sólo alguna mejoría en la movilidad de sus extremidades inferiores.
Todo parecía perdido, pero el doctor Ángel Portela, de la clínica Ruber de Madrid –ya fallecido–, llegó a la vida de Hilario. El médico decidió aplicarle unas técnicas de ozonoterapia consistentes en la punción de ozono para mejorar la zona dañada –en ese caso la médula–. La técnica surtió efecto, provocando la mejoría de Hilario García. “Volví a caminar normalmente y, desde la tercera sesión, mis dolores rebajaron en torno a un 50%”, dice el bodeguero. Era ya 2005.
[Peter Sisseck, el Visionario Danés que Revolucionó la Ribera del Duero con Pingus]
El ozono y la bodega
Maravillado por las virtudes del ozono comprobadas en primera persona, Hilario García decidió darle un vuelco a su vida. Atrás quedaron aquellos años como asesor fiscal y decidió comenzar a investigar las propiedades de esta sustancia. “Abrí un pequeño laboratorio para mí con el fin de investigar y desarrollar las aplicaciones médicas del ozono para diferentes patologías”, recuerda García.
Tiempo después no sólo desarrolló algunas técnicas médicas que aún se usan, sino que a Hilario García se le ocurrió aplicar la ozonoterapia en animales, primero, y en plantas, después. “En ambos casos funcionó bien. Y, por ejemplo, en el caso vegetal, la primera prueba fue en unas cebollas. Con el mismo tamaño que una normal, conseguí que tuviera un 25% más de peso y el sabor se intensificó. Eso sí, quiero dejar claro que esta técnica no tiene nada de químicos, sino que es 100% natural”, puntualiza el bodeguero.
Por aquel momento, alrededor de 2007, los viñedos de García y de su mujer en Las Pedroñeras aún dormitaban mientras Hilario dedicaba su tiempo a la investigación. Entonces, el siguiente paso natural que el proto bodeguero iba a dar, tras haber tenido éxito con la cebolla, tenía que ver con la vid, con la uva… con el vino, en última instancia. Era el momento de probar el ozono en estas plantas. Concretamente, en unas cepas centenarias que tenía la familia de la mujer de Hilario.
“A partir de ahí, se fundaría la bodega en 2009, y se desarrollarían más de 100 técnicas para mejorar el vino”, explica el bodeguero, que a día de hoy es el único trabajador de la bodega. Él lo hace todo: desde los trabajos de investigación hasta los manuales. El proceso secreto más allá del ozono provoca que de sus uvas y barricas emane el vino más caro del mundo. Y no para. “En unos meses daré a conocer un nuevo avance: he dado con una partícula cuántica que permite hacer cosas maravillosas en muchos campos, pudiéndose hacer modificaciones espectaculares. Yo lo haré con el vino”, revela el bodeguero en primicia para este medio. Y es que para él la ciencia es avance, el no parar es avance, rehuyendo de todo aquello y aquellos que le frenan. “La envidia es la enfermedad del fracasado y la admiración es el bien del que progresa”, se dice a sí mismo cada día para seguir investigando.
Unos vinos insólitos
Quince años después de aquel primer vino AurumRed de 2009, Hilario García continúa con su bodega. Aquel primer caldo era de la serie Plata y cuesta 1.250 euros la botella. El de la serie Oro, que alcanza los 25.000 euros, hubo de esperar dos años más, hasta 2011. Este es el vino más caro del orbe y cada año produce 300 botellas. Vende 150 a clientes selectos y guarda las otras 150 “para tenerlas y venderlas en años posteriores a mis propios clientes cuando las necesiten”, explica García.
Aunque cuenta con cinco gamas –serie Oro, serie Plata, Rama, White y Elegance–, sin duda la joya de la corona es la AurumRed Gold. Hilario no revela cómo está hecho –“Me han hecho ofertas millonarias para contarlo y siempre he dicho que no. Mi paz tiene mucho más valor”, dice–, pero eso no significa que no sea un vino absolutamente inusual.
AurumRed Gold tiene un aroma muy particular: si se gira a la derecha, se puede percibir olor a pan de higos, aroma de breva, sobremaduración, notas especiadas, aroma lineal y fruto seco maduro. Sin embargo, si se gira a la izquierda, se puede sentir “más finura, aromas más sutiles, más aromas de cassis, tostado, cacao, frutas pequeñas maduras, arándanos”. En definitiva, “unos aromas más elegantes y menos alcohólicos”, explican desde la bodega.
También su sabor cambia en función del movimiento: “Girando hacia la derecha se obtendrá más astringencia, un sabor más maduro, ancho y menos largo y, girando hacia la izquierda, se obtendrá un sabor más largo que ancho, más tanino, fresco y especiado”. Preguntado por las razones de estas características tan insólitas, Hilario García, con una sonrisa, prefiere callar. Es su preciado secreto. Es su preciado vino.
Sabedor de su alto precio, no obstante, Hilario García explica a este medio que la serie White aún la vende por 35 euros la botella, “un precio muy inferior al de su valor real de mercado”. “Pero lo prefiero mantener así para que todo mundo pueda probar un vino AurumRed, para que sea accesible”, dice el bodeguero con filantropía. De esta serie, eso sí, hace 3.000 botellas al año y sólo las vende en su web.
Hilario García, aun así, seguirá investigando para que sus vinos continúen siendo unos caldos complejos y exclusivos. Para que la tierra de Las Pedroñeras siga produciendo el vino más caro del mundo. Para que la vitivinicultura española siga siendo una de las más vanguardistas del planeta.