Patrick Criado de la Puerta (Madrid, 1995) lleva toda la vida en nuestras televisiones. Desde que tenía 13 años ya estaba en Águila Roja. 90 episodios, desde 2009 hasta 2015, en los que prácticamente toda España lo vio crecer. Y triunfar, porque gracias a la ficción de La 1 en 2013 Daniel Sánchez Arévalo lo fichó para el elenco de La gran familia española y recibió una nominación a los premios Goya a mejor actor revelación. Al acabar la serie, dio el salto al elenco principal de Mar de plástico, otro éxito televisivo, en el que consolidó su perfil como estrella de la pantalla pequeña. Sin embargo, fue en 2018, con Vivir sin permiso, en 2020, con la serie Antidisturbios de Rodrigo Sorogoyen, y en 2021, con La casa de papel, donde encarnó al hijo de Berlín, cuando este joven del barrio de la Elipa vio su carrera impulsada hasta cotas que nunca había podido imaginar, y menos en una industria en la que es fácil quedar al margen. Muy pocos 'niños prodigio' de la interpretación han acabado abriéndose hueco también como adultos.
Pero la perseverancia ha dado sus frutos, y en 2023 Patrick Criado estrenó la serie de televisión Las noches de Tefía de Miguel del Arco, la más importante hasta la fecha porque, por primera vez, ostenta el papel protagonista. Un trabajo políticamente comprometido, y controvertido, que le ha valido una nominación a mejor actor protagonista en los premios Feroz y la entrega, el pasado miércoles, del Cygnus a mejor estrella principal. "Estoy viviendo un momento muy emocionante", asegura el artista, risueño y amigable, mientras camina con EL ESPAÑOL por el madrileño parque del Retiro engalanado en su plumífero abrigo de invierno negro. "Yo no sé si soy buen actor: lo que sí me considero es muy trabajador. Trato de tener un compromiso con lo que hago; un compromiso de vida".
En su última serie, Criado encarna a Airam Betancor, un joven homosexual que, durante la dictadura franquista, fue víctima de la represión derivada de la ley de Vagos y Maleantes y fue recluido en la infame Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, en Fuerteventura, una suerte de 'campo de concentración' para vagabundos, disidentes, presos comunes y homosexuales. Un pasado negro que le sirve al actor de La casa de papel y Mar de plástico para hacer un alegato contra lo que, según él, son "políticas reaccionarias" que pretenden arrebatar derechos adquiridos en nuestro presente. "Hay gente que no quiere que haya cambios porque piensan que les van a tocar sus derechos, entonces, muchas personas tienen terror de expresar quiénes son realmente".
PREGUNTA.– ¿Hay conocimiento sobre este tema? Mucha gente no ha escuchado hablar de centros como el de Tefía. Los libros de historia apenas cuentan nada.
RESPUESTA.– Porque es un tema muy oscuro y desconocido. Yo ni siquiera conocía el episodio que cuenta la serie. Fue muy chocante descubrirlo. El régimen de Franco se encargó bien de borrar sus crímenes. No aparece en los libros de historia. Ha sido uno de esos muchos episodios dramáticos que hemos vivido y que ahora no tiene sentido esconder ni callar. Lo interesante de Las noches de Tefía es que pongamos en valor la libertad en recuerdo de las personas que lo vivieron y que eso no se vuelva a repetir. Debemos saber de dónde venimos. Hemos estudiado los campos de concentración nazis pero no lo que pasó en España durante la dictadura.
P.– ¿Qué ocurría exactamente en estos lugares?
R.– Este tipo de sitios eran centros penitenciarios que existieron en la década de los 50 y los 60. Fueron campos de trabajo bautizados con el eufemístico nombre de 'colonias penitenciarias'. El régimen franquista los usaba para apartar y despojar de su libertad a cualquier persona que considerara no merecedora de ella. Lo hacían con homosexuales, con proxenetas y lo que ellos llamaban 'vagos o maleantes'. Se amparaban en esa ley, que usaron para reprimir a los disidentes".
P.– Vencedores escribiendo la historia, ¿no?
R.– La historia la escriben los que ganan. Una afirmación más que verdadera. Se sabe desde hace muchos años. En este país ganó el bando nacional, los franquistas, y los crímenes que cometieron se han borrado. Pero para eso estamos los que nos dedicamos al arte y a la cultura: para intentar ahondar en ello y sacar a la luz las historias que no conocíamos.
P.– A pesar de la dureza del tema, la serie tiene esos momentos de distensión. El blanco y negro simboliza el sufrimiento de las colonias; el color y la música, la imaginación. Es un proyecto arriesgado.
R.– Al principio leer el guion era difícil. Lo que en audiovisual es un cambio de luz, una pista de música diferente, una estética innovadora, tú lo tienes que imaginar porque está más en la cabeza del director que en el propio texto. Hicimos un ejercicio de confianza ciega.
P.– ¿Qué poder tiene la imaginación para librarnos del sufrimiento?
R.– Imaginar y sentirse libre dentro de uno mismo es la salvación. En el caso de la serie hablamos de cómo un sentimiento interior de libertad, compartido con tus compañeros, puede paliar un sufrimiento real y poner en valor quién tú eres aunque estés entre cuatro paredes.
P.– Pero la homosexualidad y la reivindicación del colectivo LGTBI está evidentemente presente. ¿Aún hay miedo de expresar quién somos sexualmente?
R.– Aún hay muchos tabúes y ahora, además, estamos sufriendo una corriente reaccionaria que va contra todos estos movimientos que nos han hecho evolucionar en materia de derechos sociales y nos dan igualdad y libertad. Hay gente que no quiere que haya cambios porque se piensan que les van a tocar sus derechos. Entonces, no creo que haya miedo a hablar libremente de la sexualidad de las personas, sino terror. Nuestra responsabilidad está en luchar por esos derechos que, una vez los hemos conseguido, nos los quiten.
[Pablo Chiapella: "Algo muy español es no quedarse en casa llorando a pesar de la ruina"]
P.– ¿Cuál es el germen de esa intolerancia? ¿Ignorancia o miedo?
R.– Habría que hacer un análisis exhaustivo de cada colectivo y de cada persona a nivel individual. Cuáles son sus temores como para tener una reacción tan fuerte hacia los colectivos que sólo quieren poner en valor sus derechos. En el fondo, creo, es el miedo. Un miedo al espejo. Quizás esto que voy a decir es controvertido, pero hay muchos homosexuales reprimidos que jamás van a poder decir que lo son, y que son homófobos por ello. Hay muchos políticos y gente que se manifiesta contra los derechos LGTBI que lo que sienten, en el fondo, es que ellos también lo son, y no se han atrevido a dar el paso. Por eso sienten ese odio. En el fondo, es un espejo.
P.– ¿Sugiere que hay mucho odio hacia uno mismo y se acaba proyectando sobre los demás?
R.– Eso es. Y yo creo que hay una cuestión de poca conciencia. Yo creo que cuanto más se mire uno a sí mismo e intente poner en valor sus miedos y sus defectos y trabajarlos en vez de señalar constantemente fuera, nos ayuda a tener un poco más de empatía con el resto. Cuanto más te miras a ti desde un punto de vista sanador, más capaz eres de amar. Yo diría a estas personas que se centren en preocuparse de ellos, encargarse de sus miedos y de los problemas que tienen como seres humanos y dejen de meterse en cuestiones ajenas, que no intenten despreciar y limitar los derechos de otros.
P.– Amarse a uno mismo para amar al resto. Es un mensaje muy cristiano.
R.– Podría ser un mensaje espiritual, de autoconocimiento, sí. Aunque las religiones, desde qué perspectiva las veas, pueden hablar de una cosa o de otra. Es la generalidad de la religión. Tiene muchas lecturas.
P.– ¿Cree que todos tenemos una parte femenina?
R.– Yo creo que es así. Somos seres humanos y nuestro alma, o así yo lo quiero entender, no tiene género. Es un alma humana. La sociedad, las religiones, sociológicamente cómo nos hemos construido como sociedad: todo eso nos ha puesto unas condiciones y nos ha asignado un comportamiento a cada género, pero en el fondo somos un 50% hombres y un 50% mujeres. En cada mujer hay una parte masculina, y viceversa.
P.– Precisamente la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, recibió muchas críticas por la reforma de las leyes LGTBI. ¿Qué le diría?
R.– Bueno, le pediría que dijese cuál es la intención real de hacer algo así sin máscaras y sin esconderse. Que dijera de manera honesta qué quiere, ya no sólo con la ley, sino de aquí a unos años. Que la gente sea capaz de ver y entender cuál es su meta. Marca retrocesos y luego echa balones fuera. No es clara. Parece que es directa, pero luego no es transparente en su discurso. ¿Cuál es la intención que tiene? Yo le preguntaría si realmente cree que esto va a mejorar la vida de las personas en el mundo hacia el que estamos evolucionando, y si piensa que con este tipo de leyes va a mejorar la vida de la gente, que es para que la han votado. No lo entiendo.
P.– Tú eres un 'chico de barrio'. ¿A qué viene ese calificativo?
R.– Bueno, eso al final son menciones desde fuera. Yo me he criado en un barrio de Madrid, en la Elipa. Yo creo que es porque soy una persona cercana, con la que se puede mantener una conversación de tú a tú. He vivido en un barrio obrero toda la vida y soy conocedor de la vida de la gente de clase media en España. Muchos piensan que los actores vivimos en una nube y estamos en nuestros yates en Ibiza, pero nada más lejos de la realidad.
P.– ¿Estar conectado con la realidad, fuera de la pompa y el lujo de la fama, le ayuda a darle verdad a sus personajes?
R.– No sé si lo hace más fácil, pero desde luego es un aspecto esencial para dedicarse a este oficio. Debes estar en contacto con la realidad, contigo mismo y con el entorno que te rodea. Hay que conocer los problemas de la gente, las ambiciones, los miedos. Luego vas a tener que retratarlo. Cuanto más en contacto estés con los sentimientos de las personas y con los tuyos propios, los problemas del mundo, mejor vas a ser capaz de entenderlos.
P.– ¿Recuerda su infancia 'de barrio' como una etapa feliz?
R.– La infancia la recuerdo yendo a rodajes de manera esporádica y divirtiéndome, jugando al fútbol en un equipo del barrio, rodeado de amigos, de familia, una infancia feliz. Nada diferente a lo que podría tener cualquier chaval de mi edad en el barrio en el que crecí.
P.– Águila Roja es uno de sus primeros papeles. ¿Acaba allí forzado o por puro azar?
R.– Yo estaba en un grupo de teatro del colegio que habló con mi madre y conmigo. Se me daba muy bien. Ella conocía a un amigo suyo que era realizador, me preguntó si quería hacer alguna cosilla. Muy poco a poco, lo hice dándole el valor que tenía en ese momento, echarme unas risas, pasármelo bien. He tenido suerte de que haya sido progresivo. No me he perdido nada en exceso. Me ha dado tiempo a estudiar esta profesión, a darme cuenta de que valía para ello. No ha sido un boom, de repente.
P.– Muchos padres dicen a sus hijos que el arte no da de comer. ¿Le cayó esa losa o creían en su talento?
R.– No, mis padres siempre han creído en mí. He tenido suerte. Lo que siempre han hecho ha sido ponerme en valor el ser una persona de a pie, humilde, con valores, con pensamiento crítico, tener educación. En mi casa el trabajo tenía el valor que se le tenía que dar: ni más, ni menos. Nunca lo menospreciaron pero nunca lo hicimos una bola gigante. Lo importante era ir al colegio, hacer los deberes, y la interpretación era secundario, si me gustaba y yo quería. Yo sentía que si no quería seguir haciéndolo podría dedicarme a otra cosa. He crecido con niños actores a cuyos padres les forzaban a estar más ahí aunque no quisieran.
P.– Uno de sus primeros trabajos también fue recogiendo cables en el programa Días de cine. Es vocación.
R.– Hice un curso de realización, un Grado Superior, para entender la parte detrás de la cámara, que me ayudaba a entender mejor mi trabajo. Acabé viendo películas, recogiendo cables y haciendo entrevistas a mis compañeros. Para mí el cine me conecta con mi esencia, con el amor que siento por dentro hacia este trabajo, hacia el mundo. Actuar me da fuerzas para seguir hacia adelante, da sentido a mi vida. Me siento útil cuando lo hago, y siento que hago algo por mí y por el resto.
P.–Tener éxito ¿es una cuestión de suerte o de autoconfianza?
R.– Primero deberíamos preguntarnos qué es el éxito.
[Jordi Mollà, el Actor Que Pintaba para Johnny Depp: "A Veces Siento el Aroma de la Violencia"]
P.– Supongo que protagonizar una serie como Las noches de Tefía.
R.– Bueno, pero también depende cómo te quieras toma las cosas que te pasen. Si hablamos de que el éxito es poder dedicarte a esto en tu vida, hay una cuestión de trabajo, de esfuerzo, de persistencia. Es una profesión dura porque tiene muchos altibajos, mucha incertidumbre, las cosas se colocan de forma en la que parece que a uno no le agrada del todo, pero tienes que mirar al frente e ir paso a paso, centrándote en tu camino. Encima en un mundo con tanta comparativa, con las redes sociales, con tanta realidad paralela.
P.– ¿Le generan sufrimiento las redes sociales?
R.– Sin duda. Hay gente que ha trabajado una vez y tiene muchos más seguidores que tú y llegan a unas ofertas de trabajo en las que los van a contratar directamente por sus followers. Yo soy de una generación que no se ha criado con redes. Tengo 28 años. Estoy en el limbo en el que las redes me han llegado de más mayor. Todo este tema es un arma de doble filo muy peligrosa. Nadie nos enseñado a utilizarlas de forma correcta. El mundo se ha visto inmerso en esta otra dimensión y nadie sabe bien sus efectos, aunque empezamos a ver resultados. El problema es que ahora parece que tienes que ser 'actor y algo más', ofrecer tu vida y exponerla.
[Karra Elejalde: "Si Fuese Político Trataría de Ser Imaginativo. Faltan Políticos Que Hagan Reír"]
Hay gente que sabe jugar a eso y otros que no, y es una pena, porque muchos compañeros que no son buenos en ello pero son grandes actores, que es para lo que están, acaban pisados por otros que no saben actuar pero triunfan en TikTok. Estamos convirtiendo en estrellas a personas que han hecho un trabajo en su vida, y eso es peligroso, porque te puede descentrar de ese trabajo y olvidarte de que es algo frágil y débil. En las redes nunca se muestra lo pequeñito, sólo lo estético y lo fuerte, pero este trabajo es todo lo contrario. Esto va de rebuscar lo que las redes no muestran. Si tienes una falsa identidad y vives en un mundo paralelo... la industria se puede volver una trituradora.
P.– Dijo que a sus 20 años tuvo una gran crisis existencial. No sabía por dónde tirar. Es algo humano en cualquier etapa de nuestra vida. ¿Le afecta a menudo esa tormenta de dudas?
R.– Sí, constantemente. Los actores estamos siempre en crisis, sobre todo en los periodos en los que uno no trabaja y no le salen ofertas o tiene un limbo de incertidumbre. Luego, cuando miras atrás, son momentos bellos en los que el mundo y la vida te ponen en cuestión a ti mismo. Tienes que saber torearlos. Mantenerte fuerte para lo que viene después. Todas mis crisis las miro con nostalgia, feliz de haber pasado momentos en los que me ponía en cuestión a mí mismo. Este trabajo te obliga a mirarte. Y eso, a veces, da pánico.