Es un momento único para Jordi Sánchez, una de las caras más célebres de la televisión: ahora se estrena como director de cine. Con Pep Antón, codirige Alimañas, una comedia "con muy mala leche" que cuenta con un reparto de excepción, pura gracia y verborrea cañí imparable: Silvia Abril, Carlos Areces, Loles León, Carmina Barrios, Antonio Resines... casi nada.
La historia arranca cuando dos hermanos muy distintos -aquí Areces y Jordi Sánchez, que también protagoniza el filme- ven enfermar a su madre y se empiezan a poner nerviosos por heredar un edificio propiedad de la anciana señora, una matriarca letal arropada por sus pizpiretísimas y entrometidas vecinas. Aquí un filme tosco y gamberro que habla del ave de rapiña que late dentro de todos nosotros, españolísimos, sentimentales... y con la fiebre del oro permanentemente encima.
Sánchez es de esos tipos adorados por el gran público (muy especialmente por los infinitos fans de La Que Se Avecina, la serie más vista en diferido en España que también arrasa online) aunque su personaje más popular, Antonio Recio, sea del todo arcaico y detestable, o, como él mismo dice, "homófobo, xenófobo y fascista". Habla Recio también de este país nuestro de cuñados que aún renquea pero que a la vez nos revienta de ternura. Como diría Sabina: con qué ley condenarte si somos juez y parte todos de tus andanzas.
Habla Recio desde el cuerpo más antagónico posible a su carácter: el de Jordi Sánchez, un dramaturgo ácido pero concienciado, un señor de aspecto cansado que ama la vida porque estuvo a punto de perderla en un coma de 23 días, un humanista incorregible que dejó su carrera como enfermero dispuesto a perder dinero en la actuación... y resulta que lo ganó.
P.- ¿Dónde están las alimañas?
R.- Las alimañas forman parte de nuestro mundo. No había una voluntad de escribir Alimañas. De hecho, el título surge después. Son personas normales, más o menos normalitas… se camuflan bien. Aunque la opción de los protagonistas no es la habitual: la gente no suele cargarse a su madre para conseguir pasta. A las familias se las conoce sólo cuando se te mueren los padres. Ahí conoces por fin a tu hermano. Es terrible esa frase, ¿no? Todo va bien en la vida hasta que hay que repartir lo que queda en casa, eso es horroroso. Esto es lo que he visto por ahí, pero mi madre vive y la del codirector también.
P.- Así que no se ha sentido ella identificada, ¿no? No ha sentido que sea un llamado a nada.
R.- Le he dicho que no es ella, porque ella es muy de preguntar siempre cuando escribo algo. “Pero, ¿este es tu padre? ¿Este es no sé quién?”. La gente se reconoce en los personajes o busca a otros, pero le he dicho “no, mamá”, se lo dije delante de todos, el otro día en el estreno en Barcelona: “No eres tú, no te preocupes”.
P.- ¿Crees que las herencias se abolirán alguna vez? Son las grandes causantes de la desigualdad social. Hay algunos teóricos de izquierdas que lo han propuesto, pero no parece que tenga mucha recepción…
R.- La gente quiere el dinero, el dinero. Jamás se abolirán las herencias, ni desde la izquierda ni desde la derecha, y da igual heredar un piso en un barrio humilde o diez fincas, porque gente siente que lo que fue de sus padres, de alguna forma, le pertenece, le corresponde. Eso es dinero y va con la persona, al margen de su ideología.
"Jamás se abolirán las herencias, ni desde la izquierda ni desde la derecha: la gente siente que lo que fue de sus padres les corresponde”
P.- ¿Cómo nos llevamos en España con el dinero?
R.- Pues como el resto del planeta. El dinero es necesario para vivir y hay que darle el valor que tiene, ni más ni menos. No se trata de despreciarlo, porque si tienes menos del que necesitas para vivir vas a estar bien fastidiado. Con el esencial para ir tirando, va bien.
P.- ¿Tú eres rico?
R.- Pues no. Yo era enfermero y decidí dedicarme a esto, o sea, renuncié a un sueldo fijo de 14 pagas anuales, que es un sueldo normal, pero te da estabilidad. Preferí hacer lo que me gusta. Es el pago por tener una vida inestable y menos dinero, eso pensé entonces, aunque luego me ha ido muy bien. No necesito mucho para vivir, afortunadamente, pero me gusta vivir bien, como a todo el mundo. Eso sí, si no me puedo comer una Estrella Michelín, me como un pollo asado divinamente.
P.- Ademas de interpretar, escribes. ¿Cómo ha cambiado la comedia en las últimas décadas en España? ¿A qué temas somos más susceptibles?
R.- Yo creo que se puede hacer comedia con todo, pero lo que posibilita la comedia es el tiempo. Tras la II Guerra Mundial, no se podían hacer bromas sobre los nazis. Luego, pasados 40 años, se hicieron series sobre los nazis. El tiempo te da una distancia. Ahora bien, hablemos de las heridas que genera el humor. Yo, si algo no me gusta, no lo veo. Y hay gente que me ofende, gente que me molesta, gente que me parece que tiene un gusto pésimo, pero no les veo y ya está, no puedo prohibir a nadie hacer humor, por muy malísimo que me parezca.
P.- ¿Cuál te agrede a ti?
R.- No sé, el humor barato. El humor de chistes de mariquitas me parece horroroso, el humor sobre gangosos… lamentable. Pero eso: decido no verlo, y cuando mucha gente decida no entrar ahí, desaparecerá por sí solo. Pero no hay que prohibirlo, eso me parece muy delicado.
P.- En España, aunque ha pasado el tiempo, no se encaja el humor sobre ETA o el 11-M, por decirte dos eventos muy dolorosos para nosotros como país.
R.- No creo que haya pasado tanto tiempo. ¡Al menos, 50 años…! Pero bueno, no se sabe. Mira con las Torres Gemelas. La gente hizo chistes casi enseguida. Yo casi nunca me ofendo, me considero una persona tolerante y creo que la felicidad de ser humano pasa por aceptar la diversidad, por irse a comer con gente que piensa distinto a ti y se siente distinto a ti y folla distinto a ti. Acabo de escribir un libro que se llama ‘Nadie es normal’ precisamente por esto: o todos somos normales, o nadie es normal. Esos rollos definidos de “soy heterosexual y médico con dos hijos…” ya está, ya es pasado, está obsoleto.
P.- ¿Tú crees que la comedia sigue funcionando conforme a prejuicios? El catalán, el agarrado, el madrileño, el chulo, el andaluz, el vago…
R.- Yo creo que le humor funciona cuando lo explicas a la gente con ejemplos que pueda reconocer, da igual si es catalán o madrileño. Puedes hacer humor sobre un madrileño súper agarrado, no hay problema si el oyente reconoce en eso a su vecino. De todos modos no creo mucho en los tópicos, o, más bien, no me interesan mucho.
P.- ¿Para qué sirve la policía?
R.- Para poner orden, ¿no? Se supone que no somos perfectos y necesitamos a alguien que nos diga por dónde tirar, o, al menos, por dónde está escrito que debemos tirar… hacia el lugar bueno y correcto.
"El rollo de estar definido como ‘heterosexual, médico, con dos hijos’ ya está pasado: nadie es normal"
P.- ¿Qué tal te llevas con Antonio Recio? ¿Cómo de cansado y cómo de orgulloso estás de él?
R.- Es un personaje que como persona es un saldo de señor, tiene todos los defectos posibles, pero como personaje es un bombón, es genial para un actor.
P.- Hay quien se lo tomó en serio…
R.- Sí, alguna vez me dijeron por la calle “ojalá más como tú”, refiriéndose a Antonio Recio, o alguien me dijo “dice grandes verdades este hombre”, cuando eran grandes barbaridades. El personaje es homófobo, xenófobo y fascista. Es lamentable que alguien sea así en la vida real, pero no en la ficción, porque estamos dibujando un perfil que existe, aunque lo hagamos desde la comedia. Retrata. Y hace gracia. Hay gente que dice “fíjate, mi padre es un poco así”. Es una locura que alguien lo trate como referente, es un gran error, pero hay gente para todo.
P.- ¿Hay muchos Antonio Recio en España?
R.- Me imagino que cada vez menos. ¿O no? No lo sé. El caso es que es un personaje que funciona porque la gente lo reconoce y si lo reconoce es porque está ahí.
P.- Oye, ¿cómo va el tema de las reposiciones de LQSA? Es una de las series más repuestas… 188 capítulos que os mantienen ¿inyectados de pasta? ¿En cuánto dinero se canjea eso al año?
R.- La reposición son derechos de imagen y la imagen la cobras. Inyectados, dice… (ríe). Pero no es eterno esto. Si reponen mucho, cobras más, claro, y si no reponen, no cobras nada. ¿Quieres que te diga cuánto gano? (ríe). Pues no te lo voy a decir mi sueldo. A medida que se repone más, eso va bajando, para que te hagas una idea… (ríe). No te voy a decir cuánto cobro, tía.
P.- ¿Cómo te cambió la vida pasar 24 días en coma?
R.- Pues me di cuenta de que me podía morir de un día para otro, que era una cosa que ya sabía pero que afiancé, y recordé que me gustaba mucho la vida que tenía, aunque no hacía falta que me atropellara un camión para darme cuenta. Tuve mucho miedo. Tuve alucinaciones. Pensé que no lo iba a superar nunca, pero luego enseguida lo superé. Uno se olvida de todo. Es increíble.
P.- Eso es tan inteligente.
R.- No sé si es inteligente pero es lo que me pasó, no hay voluntad de olvido. Pero cuando llegué a mi casa lo tenía muy en la cabeza, me daba miedo dormirme otra vez porque pensaba que iba a entrar a otro mundo. En las alucinaciones veía a mi hijo muerto, veía cómo le enterraba una y otra vez, porque en el coma por Covid vives una vida paralela y cuando te despiertas dudas de lo que ha pasado. Hasta que se elimina todo el virus, todo el producto, y la medicación llega hasta el final… entonces es cuando vuelves a verlo todo y todo está en su sitio otra vez. Tuve confusiones horribles, me desperté y pensaba que estaba en Colombia rodando una serie que no era la que yo estaba haciendo.
"“Cuando salí del coma, me planteé ser un actor en silla de ruedas"
P.- Creo que te llegaste a plantear seguir siendo actor en silla de ruedas.
R.- Sí, sí, yo me desperté y no andaba. No andaba después de 23 días. Como no has movido ni un dedo, no puedes hablar, no puedes tragar, y en ese momento yo pensé “pues tengo que mantener a mi familia”, y pensé “llamaré a Alberto Caballero y le diré que el personaje continúe en silla”, o escribiré sobre un personaje en silla de ruedas, y la chica, la fisio, me dijo “pero qué dices, hombre, vas a volver a andar”.
P.- Qué duro.
R.- ¡Llegué a pensar que había mandado el mensaje de verdad! En mi cabeza iba a mil. Tuve que revisar los mensajes para ver que no lo había hecho.