Sus ojos redondísimos miran al mundo inquiriendo una respuesta. Y luego le piden todo lo demás: velocidad, aventura, fiebre; pero también: honestidad, paz y aguas profundas, que son las más mansas. Cuando España entraba en pánico financiero tras la crisis de 2008, a Paula Prendes le empezaba a ir muy bien. Irrumpió en la pequeña pantalla, luego en la grande, y se hizo famosa de golpe. La prensa del corazón la marcaba sin tregua y muchos la asociaron rápido a una imagen de cañón hueco, entre otras cosas, por varias portadas provocativas de las que no se arrepiente "en absoluto" porque se sintió muy bien haciéndolas: "Esa imagen formaba parte de mí, era un arma más". También porque sabe que ella es mucho más que eso, y lleva toda su carrera avalándolo.
Es actriz, periodista y presentadora. Y no elige entre facetas: "En el proyecto que me guste, me embarco". Le hace feliz trabajar y, después de sus comienzos fulgurantes, lo que ambiciona ahora tiene más que ver con una maratón que con un sprint: "Mi ilusión es haber empezado con 25 y ojalá acabar con 80 como José Sacristán, Lola Herrera o Concha Velasco. Y para eso hay que estar siempre aprendiendo".
Es salvaje, tempestuosa, adrenalínica, le llamean las pupilas porque está muy lejos del cinismo. Se ha metido en algún lío por decir lo que piensa, pero es que no cree en la corrección política. Tampoco en los sueldos vitalicios ni en las listas cerradas de la política misma, ya que mencionamos la disciplina. En esta entrevista va a ser más sincera que nunca. En la amistad, por cierto, cree Paula como baluarte indispensable: "No todo el mundo sirve para tener una relación de pareja, pero la amistad es ese lugar en el que te encuentras sin exigencias".
Pinta la realidad con un verismo insólito porque no se cobija bajo ningún lugar común. Cuando se aborrasca como el ábrego (el viento portador de lluvias de su patria querida, Asturias), se cuida más que antes: "Yo me he hecho mucho daño a mí misma, pero ahora intento reponerme buscando dentro de mí, y de un modo más sano". No tiene mucha conciencia del peligro y por eso se ha puesto en riesgo más de una vez, pero sí le teme "a una soledad no escogida" y a que su madre le falte. Es telúrica Paula, porque está muy en la Tierra, muy al día de todo cuanto orbita por aquí, y terrestre y pedregosa porque ama los caminos y necesita explorarlo todo, devorar cada melón "aunque se le indigeste". Es zorra, "pero de lista", y es buena y noble y concibe la vida desde la víscera caliente, sin dejar de reflexionarla constantemente, a ver si entiende al fin algo. Estamos en su casa de Madrid, de reciente estreno:
P.- Es una persona muy musical, ¿con qué canción ha estado hoy en la cabeza, el día en que le hago esta entrevista?
R.- Qué mal me sabe, porque yo escucho mucha música cada día, pero hoy no he podido porque he tenido que cancelar mi tarjeta después de que el otro día me intentaran estafar por Internet, y se ha dado de baja también mi cuenta de Spotify Premium. Y yo música con anuncios no puedo escuchar. Pero mira, sí, he puesto un storie y la canción que le ha acompañado ha sido The Wall, de Pink Floyd.
P.- ¿Qué le gustaría a Paula Prendes que se supiera de ella en esta entrevista? Algo que nunca se haya dicho…
R.- Pues me gustaría mostrar quién soy de verdad. Yo tengo dos facetas que son las más conocidas: la de la famosa cañón (que mira que voy huyendo de eso, pero es complicado) y la otra, la salvaje, la natural, muy de Asturias, que es todo corazón y no piensa tanto las cosas. Pero hay otra que no se conoce, y es la reflexiva, profunda, la que sufre. Ésa la reservo para mi ámbito más privado, porque todos tenemos vulnerabilidad. Pero aquí me gustaría mostrarla, no me digas por qué… (ríe).
P.- Bueno, pues vamos a mostrar un poco de esas tres Paulas. Empezamos con la Paula profesional: está preparando dos obras de teatro, ¿no? Una de ellas en Las Noches de la Suite, que es un circuito de teatro en una suite de lujo del hotel NH Collection Eurobuilding de Madrid.
R.- Sí, se llama Salgan de la zona de confort y es una comedia de Luis Bondia sobre un matrimonio que necesita probar cosas nuevas: se lo han recomendado en terapia y por eso se encuentran en una suite para cumplir un plan disparatado. Hay una frase que me gusta mucho en el texto: "Pero si la zona de confort es el lugar en el que estoy cómodo, ¿para qué voy a querer salir de ahí?". ¡Y tiene mucha lógica!
P.- Antes hizo otras obras allí como Declaración en simulado, de la que harán también pases próximamente. ¿En qué cambia actuar en una suite lujosa respecto a un teatro?
R.- Es muy diferente. Cuando estás en la suite interactúas con el público, y como más los enganchas es dirigiéndote a ellos directamente, lo que se llama romper la cuarta pared. En un teatro hay una luz que te impide verlo. El otro día hablaba con una actriz que atraviesa una crisis de seguridad y me preguntaba por Las Noches de la Suite, pero no se lo recomendé porque el miedo escénico puede ser mucho mayor en este proyecto. Es verdad que son 70 personas y no 500, pero las estás respirando, las estás viendo. Te rodean.
P.- Qué nervios, ¿no? ¿Sigue sintiéndolos antes de salir?
R.- Sí, claro. Y benditos nervios. Yo me fui de una obra de teatro maravillosa, que aún sigue, porque ya no tenía nervios. Dos años seguidos haciendo siete pases cada semana me hacían ya pensar en la lista de la compra. Y el día que pase eso, hay que dejarlo.
P.- Le van los retos.
R.- Me ponen muchísimo los retos, creo que es lo que más feliz me hace. Prefiero estar en Madrid estudiando textos en agosto, que estar en la playa descansando. ¡Me hace feliz el trabajo!
P.- También en el teatro convencional va a estar esta temporada. Estado de alarma ya se ha estrenado en Sevilla, y lo hará pronto en Madrid. Tu personaje, Julia, se queda confinada con un casi completo desconocido en su casa. ¿Pesadilla o aventura?
R.- Esta obra habla de esos 99 días en los que cerró España y nos confinamos. Y fíjate, al leer el texto me di cuenta de que casi se me había olvidado todo aquello: las videollamadas, estar en casa bebiendo cervezas espanchurrado, la falta de papel higiénico, los aplausos… Todo eso digamos que es un actor más, el telón de fondo para dos desconocidos que se ven obligados a pasar juntos la pandemia. ¡Dos personas que encima se llevan fatal, imagínate! Estoy en la obra con César Lucendo, que es el director, guionista y actor. Su texto me gustó mucho porque si te das cuenta apenas se ha tratado aún la pandemia en la cultura. Y, como decía Woody Allen, la comedia es drama más tiempo...
P.- Le recordamos en series como Víctor Ros, Gran Hotel o B&B. Y más recientemente en Servir y proteger, donde estuvo tres temporadas. ¿Qué es lo que más feliz le hace de la actuación?
R.- Hay una parte, claro, de ganarse la vida de la única forma que sabes. Y luego me gusta porque me siento útil, siento que el tiempo merece la pena. Y encaja muy bien con mi forma de ser, porque a mí me encanta mi tranquilidad, mi soledad y mi casa, pero me gusta compaginarlas con ser proactiva y nutrirme. Y eso me lo da el trabajo. Puedes hacer muchas cosas nutritivas fuera del trabajo, como viajar o estar con los tuyos, pero éste le da sentido a todo lo demás.
Además, es una profesión que te echa todo el rato, si no haces por ella, es muy fácil que estés fuera. Al final es una carrera de fondo cuya meta, para mí al menos, no es trabajar en Estados Unidos o ganar un Goya, sino mantenerme. Mi ilusión es haber empezado con 25 y ojalá acabar con 80 como José Sacristán, Lola Herrera o Concha Velasco. Y para eso hay que estar siempre aprendiendo. Y de cada trabajo se aprende, nunca hay que infravalorarlos.
P.- Yo le he visto en obras como La madre que me parió o Declaración en simulado y me he reído fuerte, pero la gente no suele identificarla por el humor. ¿Cuál es tu registro favorito?
R.- ¡Pues el humor me encanta! Me siento súper cómoda en la comedia porque soy una mamarracha, y porque al final llevarte a casa comedia es mejor que llevarte drama, aunque no sea yo Stalisnavsky, pero es algo que al final se cuela por los poros como la humedad. Es muy gratificante hacer comedia, además. ¡Cuando se ríen! Porque es duro hacer reír también…
P.- ¿Y es duro hacer llorar? ¿Y llorar en escena?
R.- Uno de mis dramas es que me cuesta muchísimo llorar. Me acuerdo de una escena en Fuga de cerebros en la que tenía que llorar, aunque fuera una comedia. En el plano estaba yo, y a mis pies de rodillas estaba Alberto Amarilla diciéndome cosas para ayudarme a llorar.
P.- ¿Y cómo lo hacía?
R.- Me hacía pensar en cosas, me impulsaba para conseguirlo. Y luego con Jon González, que es un actor de la Virgen que hace muy bien el drama y con el que rodé Gran Hotel, recuerdo tener conversaciones en las que me contaba cómo hacía él físicamente para llorar, cómo movía los ojos… Al final el drama no es sólo llorar, obviamente, pero me gustaría tener la facilidad que tienen actores como ellos para lograrlo.
P.- ¿Lo ha conseguido alguna vez?
R.- Lo he conseguido, lo he conseguido, pero no me llega la emoción siempre, y hay gente que sí lo consigue.
P.- ¿Y cómo lo ha logrado, pensando en momentos propios…?
R.- Sí, a veces pensaba en otros momentos míos, convenciéndome de que era lo que estaba viviendo. Y últimamente he hecho una combinación de esa técnica con sentir la escena real, lo que estaba pasado. ¡Que ese es el objetivo y no hacerte daño tú, pensando en tus mierdas!
P.- ¿Cómo ve la ficción española? ¿Qué proyectos le han gustado últimamente?
R.- Veo un pulso maravilloso, vivo, que me encanta. Adoro ver cine y series españolas: me divierto doblemente porque veo a compañeros y también veo proyectos que me gustaría hacer. A mí me gusta mucho nuestro cine, en el que no son necesarios fuegos artificiales ni Hollywood, sólo un buen guion y unos actores sosteniéndolo. Por ejemplo, tres cosas que he visto últimamente: Upon entry, de Alberto Amán; La desconocida, de Pablo Maqueda y Ventajas de viajar en tren, de Aritz Moreno.
P.- Maravillosa, basada en el libro de Antonio Orejudo.
R.- Maravillosa. Y última serie: La Mesías, de los Javis. Para morirse.
P.- Le critican a La Mesías y a los Javis que beben demasiado de la estética almodovariana.
R.- No me lo parece. Me parecen muy acertados, muy transgresores, muy inclusivos. Lo que hacen es muy importante, necesario. Y me parece que no tiene nada que ver. Almódovar está en otro sitio.
P.- ¿A qué director le diría que sí sin pensar un segundo?
R.- A ellos, por supuesto. Y también a Daniel Sánchez Arévalo: me encanta su cine.
P.- Cómo prepara su un papel. El de ahora, por ejemplo, en Estado de alarma.
R.- Yo soy muy alemana, en el sentido de que soy ordenada. En el texto está todo, sin él no haces nada. Una vez que lo tienes fijo, ya puedes volar. Por eso es tan importante que te guste el guion, porque si no, no puedes defenderlo. Y luego tiene mucho de intuición, también, pero hay que saber dejarse dirigir. Es un equilibrio.
P.- Lo de ser guapa, tan guapa, ¿le ha abierto puertas o se las ha cerrado?
R.- Ya. Ya. Yo no lo veo así, sé que no soy fea, pero no me veo tan así. Y en cuanto a eso, pues creo que algunas me las ha abierto de par en par, y otras me las ha cerrado de golpe. No sabría cuantificar exactamente, pero no hay medias tintas. Muchas veces me han dicho que no para un papel argumentando que era demasiado guapa.
P.- ¿Se lo ponen como excusa para el no?
R.- No sé si como excusa, pero me lo han dicho muchas veces para el no. Para el sí nunca, no te dicen "te cogemos por guapa", claro. Y claro, que te digan esto cuando una está para cumplir 41, pinta canas, nota la vejez y mide 1’60... ¿En serio? No sé hasta qué punto es verdad o mentira. Pero el físico para cualquier persona que se dedica a esto es un protagonista más en su carrera. Y es terrible, a veces.
P.- Sobre la edad, ¿le da miedo que suene menos el teléfono conforme pasen los años?
R.- Es que ya está sonando menos, es real. Y lo hablamos mucho entre compañeras. Yo no soy madre, pero es aún más difícil para quien lo es. Es una profesión fastidiada porque cuanto más tiempo pasa, estás más preparada, pero llaman menos. Yo soy mejor actriz y presentadora ahora que con veinte y pico. Y me da miedo. Sobre todo me da miedo cómo llevarlo yo a nivel personal, no tanto la falta de oportunidades de trabajo, que también. Cuando una basa parte de su seguridad en su apariencia, te cuesta mantener el personaje, por así decirlo. ¿Cómo reorganizo yo todo? En ésas estamos.
P.- Hablemos del Me Too. ¿Le ha pasado algo chungo, en su carrera, por ser mujer?
R.- No me ha pasado nada que me haya afectado mucho o paralizado, pero lo he vivido muchísimo. No me han intentado violar o algo así flagrante, pero me han pasado muchas cosas que yo pensaba: ‘Bueno, son lo que tienen que ser y ya está’. Y ahora las veo de otro modo. Hasta que no existía el Me Too no lo supe, pero claro que lo he vivido: me han pasado muchas y me siguen pasando.
P.- ¿Tipo que la han querido besar, que se han querido propasar?
R.- Aha… Y me siguen pasando.
P.- ¿Y cómo lo gestiona?
R.- Pues con mucha mano izquierda. A veces les mando a la mierda, y otras, según la situación y si me interesa, tiro de mano izquierda, aunque manteniéndome siempre en mi sitio, por supuesto. ¿Zorra? Sí, de lista, no de puta.
P.- Se dio a conocer en Sé lo que hicisteis, un programa de La Sexta en el que era reportera, otra faceta de su trabajo. Aquello fue una revolución, se hizo muy famosa en muy poco tiempo: ¿qué recuerdos tiene de esa época? Corría el año 2009...
R.- Mmm… Justo, 2009. Fue la crisis de Lehman Brothers, y yo despunté. Yo no había venido a comerme el mundo, pero cuando se presentó la oportunidad, lo hice. Y me lo pasaba fenomenal, me daba, me entregaba… Estaba todo el día en el plató y de aquellas había menos censura, hacíamos cada burrada que ahora no nos dejarían hacer…
P.- ¿Por ejemplo?
R.- Los sketches en los que nos reíamos de nosotras mismas… Nos lo pasábamos bien haciéndonos las guarrillas, enseñábamos escote y no pasaba nada. Splunge también hacía ese tipo de comedia y ahora no se puede. Estoy un poco en contra de esa censura, aunque yo ahora también me mido más. Y en resumen: creo que disfruté poco de aquella época en la que me vino la fama sin buscarla. Me hubiera gustado ser más consciente de lo que tenía entre manos para haberlo disfrutado más.
P.- "Como todos los jóvenes", vino a llevarse "la vida por delante", que escribió Gil de Biedma.
R.- Sí, sí, qué bonito. Y esa energía ni se compra ni se vende. Yo ahora no podría estar haciendo eso, tantas horas, tanto frío… Eso tiene una edad y tiene una fuerza. Me gustaría retroceder para haberlo hecho de otra forma.
P.- Hizo varias portadas muy provocativas. ¿Siente que eso la encasilló? ¿Se arrepiente?
R.- No me arrepiento en absoluto. Me imagino que me habrán podido encasillar, pero no me arrepiento porque desde mi perspectiva son muy bonitas, muy sexys y yo me sentí muy bien. Ahora mismo no hay ese tipo de revistas, pero era algo muy común que hacíamos muchas por entonces. Pero no me arrepiento de haber dado esa imagen porque formaba parte de mí, era un arma más -que no la única-, y porque creo que la he cambiado también luego con mi trabajo.
P.- La siguió bastante la prensa del corazón por entonces. ¿Cómo lo encajó?
R.- Eso fue horrible. Ahora no me sigue nada y es maravilloso. También creo que la prensa rosa sigue ahora a otra gente, y que yo tampoco estoy en la picota. Pero en esa época lo viví fatal, me sacaban espantosa en la playa o con bulos diciendo que estaba enrollada con Pepito, Menganito o Fulanito. Me jugó muy malas pasadas. Yo quiero controlar lo que muestro de mí, ahora hago lo que quiero cuando quiero sin miedo a que me coja ninguna cámara. Y creo que es un derecho que tengo yo y cualquier persona que se dedique a la vida pública.
P.- Hablemos de esta otra faceta. Reportera y presentadora. La hemos visto en Prodigios, en Cocineros al volante, como participante en Masterchef, en Zapeando… ¿Qué proyecto le apetecería ahora?
R.- A mí lo que haces tú me encanta. Estas entrevistas tú a tú, como la que estás haciendo ahora, me encantan. Tengo un padre y una madre maravillosos: la interpretación y el Periodismo, la comunicación. Me gustan por igual, y en el proyecto que me guste, me embarco. Y dentro de la comunicación me apasionaría un programa de entrevistas, creo que es donde más yo podría ser. Me encantaba Jesús Quintero, veía a Pedro Ruiz, y ahora me gusta ver a Jordi Évole o a Risto. Porque en mi vida personal me gusta mucho escuchar a la gente, me interesa mucho la gente.
P.- Y dentro de los proyectos que le han ofrecido, ¿a alguno has dicho que no?
R.- Sí, pero fue a uno de publicidad. Una casa de apuestas hace cinco años me quería pagar una pasta jugosa, y dije que no porque vincular mi imagen a eso hubiera sido suicidarme, e iba contra mis principios y los de mi familia. Pero ves a todos los futbolistas que todo el mundo adora que están en eso y dices: ‘¿Yo por qué no?’. No fue una decisión que tomé convencida, no te voy a ir de falsa pureza, me costó mucho renunciar.
P.- ¿Era una cifra abultada? ¿Cuatro ceros?
R.- Mmmmm sí. Y encima a mí lo que me gusta es cada melón que sale, comérmelo. Y ya si se me indigesta, lo vomito. Pero en principio me gusta comérmelo.
P.- Hemos hablado de la interpretación, de la comunicación, pero hay una tercera faceta. Paula Prendes casi acaba siendo cantante de un grupo muy famoso… ¿Puede contarse?
R.- Sí… Cuando Raquel de El Sueño de Morfeo se fue a vivir a los Ángeles con su familia, Juan y David querían volver con el grupo, pero les faltaba una vocalista. Sus managers les dijeron que buscaran a alguien conocido y, a ser posiblem asturiano, por aquello del vínculo. Y entonces David me escuchó en la prueba musical de Pasapalabra, que me encanta, y vio que entonaba. Me llamaron, nos hablamos y decidimos hacer cosas juntos. Estuvimos en sus estudios, y a mí me coincidió en el momento en el que mi padre había fallecido y aquello para mí fue la hostia… ¡Porque además es que yo creo que lo que más me gusta es cantar! Me entregué en cuerpo y alma, pero finalmente no cuajó poque cada uno teníamos nuestras obligaciones profesionales y la cosa quedó en stand by. A ver si algún día retomo la canción, me encantaría.
P.- Y una cuarta faceta, al menos. La cocina. Pasó por Masterchef y siempre ha dicho que le gusta cocinar. Y comer, ¿no?
R.- Sí. ¡Aunque como muy poco! Me controlo y me cuido mucho. Me gusta estar delgada. Aunque cuando era pequeña llegaba del colegio y me ponía a zampar…
P.- Siempre dice que era como un pequeño buda, tranquila y gordita.
R.- Exactamente. Un pequeño dalai lama, muy tranquila, y estaba todo el día comiendo. Y cuando me hice una chica flipé con mi transformación: pasé de ser una niña gordita a ese oscuro objeto del deseo (dice engolando la voz, guasona). Pero sí: la comida me encanta, disfruto mucho comer. Me gusta mucho la cocina de producto, un buen pescado o carne poco hecho, porque es lo que mejor me sienta.
P.- Mundo redes. Tiene un Instagram nutrido, con 168.000 seguidores. Y sube publicaciones con frecuencia. ¿Tiene algún tipo de estrategia?
R.- Hija mía, soy un desastre. No sigo ninguna estrategia y muchas veces no sé directamente por dónde tirar. Cuando muestras tu físico es pan para hoy y hambre para mañana, me cuesta cada vez más entrar a ese juego. Y también me siento mal si comparto cosas personales, porque soy críptica en ese terreno. Así que me siento un poco pato con las redes. Y no sé hasta dónde van a llegar, cuándo va a estallar todo.
P.- ¿Qué nos pasa con eso? ¿Le han quitado concentración a las redes, el móvil...?
R.- Sí, y quien lo controle, olé por él. Es complicado, pero voy cogiendo cierta diligencia. Para ver una película, por ejemplo, dejo el teléfono en la habitación. Además, yo vivo sola, y el móvil es mi forma de comunicarme con el mundo y de hacer planes. Cuando estoy con mi chico o con mi madre viviendo, paso más del móvil. Y sí, Instagram me ocupa mucho tiempo, cotilleo mucho. Es el patio de vecinas al que te asomas para ver qué pasa ahí fuera. Y lo que pasa está pasado por un filtro que, ojo, no es el real. No somos ni tan guapos, ni tan listos, ni nos lo pasamos tan bien.
P.- ¿Y consigo misma como se lleva?
R.- Pues bastante bien. Me quiero y me gusto. Por fin me conozco y me he aceptado. ¡Me ha costado mucho aceptar que no soy una princesa, ja, ja, ja!
P.- De princesa tiene poco. Casi se revienta el coxis por saltar de un peñasco en Ibiza… ¿Qué pasó ahí? ¿Qué relación tiene con la adrenalina?
R.- Fuerte, fuerte, fuerte. Di un salto de 15 metros y caí un poquito mal y casi me reviento. Pero sí, hay algo en lo salvaje que me pone. Hay algo en mí un poco peligroso en ese sentido, no tengo miedo a las cosas a las que la gente lo tiene, y me pongo en peligro en algunas situaciones sin forzarlo, no por presumir ni nada. Mi madre siempre dice "yo a mi hija la quiero, la adoro y lo hace muy bien todo, pero no sé si algún día puede acabar en la cárcel".
P.- También ha hecho submarinismo bajo hielo, sé que cabalga, que esquía, que hizo puenting en el segundo salto más alto del mundo… ¿Nunca piensa en el momento de antes: ‘Ay, y si algo va mal’?
R.- No… Me he caído mil veces del caballo, por ejemplo. La única vez que me entró angustia fue la última haciendo submarinismo, pero igualmente bajé. ¿Has hecho submarinismo alguna vez?
P.- Sí, una vez.
R.- Es duro.
P.- Hay que aislarse de la conciencia de que estás quince metros bajo el agua.
R.- Claro. Y siempre lo llevé bien, pero esta vez sentía que el agua era una capa pesada, queroseno que te aplasta. Creo que con los años cada vez voy a ser más prudente, ya lo estoy viendo en cosas. Ley de vida. Hoy lo pensaba en el metro, la gente mayor suele estar seria y pienso: ‘Es normal que vayan serios’. Porque con los años vas viendo de lo que va la vida. Miro mucho a la vejez ahora, me gusta entenderlo. Ojalá lleguemos ahí.
P.- Es de Gijón, vive en Madrid. Va mucho a Ibiza, porque su pareja actual está allí. ¿De dónde se siente?
R.- De Asturias. Pero amo Madrid. Si fuera un señor antiguo te diría que Asturias es mi marido y Madrid mi amante. Cada vez me siento más asturiana, y si me hago mayor me gustaría estar en Asturias, con unas cuantas personas más. Pero amo Madrid y me he comprado una casa aquí y estoy muy feliz de haberlo hecho. Me encanta de Madrid que todo el mundo aquí está buscando algo. Toda la gente es abierta, tiene curiosidad, no es perezosa, porque viviendo en una ciudad no puedes ser perezoso o no sales de casa. Donde pasan las cosas es aquí, cada día si quieres puede ser diferente, tienes oferta de cualquier cosa. Cuando voy en invierno a cualquier ciudad de provincias está todo muerto, y aquí está vivo. A mí me gusta sentir que no estoy sola, que hay gente ahí abajo.
P.- Un plan perfecto de Paula Prendes en Madrid.
R.- Me encanta salir a cenar, combinándolo con alguna excusa cultureta y una compañía perfecta, como mis amigas a las que adoro. Entonces me gusta ir a un concierto o teatro chulo, también alguna expo, y luego cenar y una copa en algún local, a ser un poco mala hasta las dos o tres. Un canallismo moderado.
P.- A propósito de Madrid, se nos está caldeando mucho. ¿Ha seguido las protestas por la amnistía?
R.- Sí, sí, sí. Yo no soy de voto cautivo, no voto siempre al mismo partido político. Obviamente de donde vengo y cómo me va la vida me puede ir más un color que otro, pero no me levanta grandes pasiones la política y no pienso siempre igual. Por ejemplo, no estoy de acuerdo con la amnistía, pero creo que Sánchez es un tío muy listo y muy capaz. Me hubiera gustado en su día que Ciudadanos y PSOE hubieran pactado, me siento a gusto en el término centro. Y me jodería que tuviéramos que ir otra vez a elecciones, con el dinero con eso supone.
P.- ¿Cómo ves todo esto? ¿Cómo cree que va a ir un posible gobierno socialista en coalición con Sumar? ¿Cómo vaticina esta legislatura?
R.- Yo creo que para los votantes del PSOE no es bueno que salga investido Pedro Sánchez porque cuando tienes que pactar con tantos partidos independentistas, ¿qué ente estás creando? Yo hubiera preferido casi que saliera mayoría del PSOE a esto. Prefiero que el grupo político que esté sea fuerte, aunque no sea de mi comba. Vivimos en democracia, y pienso que las democracias sanas son las que tienen un cambio político cada cierto tiempo, y que los apoltronamientos en el poder no son buenos. Los políticos tienen que sentir de verdad que los ciudadanos tienen el mando. Y mientras no sea así creo que tienen mucho peligro, porque el poder los pone muy cachondos y corrompe. Me parece fatal por ejemplo que haya sueldos vitalicios. Eliminarlos es un requisito que yo exigiría. Y que las listas fueran abiertas. Eso me interesa mucho más que la amnistía y el conflicto catalán.
P.- Política aparte, vamos a lo más personal. ¿Cómo se repone de los palos?
R.- Yo me he hecho mucho daño a mí misma. Somos seres humanos, tiramos de nuestros recursos para aliviarnos. Puedes salir más de fiesta, beber más… Llevar una vida un poco menos sana olvidándote del centro. Pero ahora intento reponerme buscando más dentro de mí, y de un modo más sano. No haciéndome ermitaña, sino tirando de mis afectos, siéndome fiel y dejándome fallar al mismo tiempo que intento repararlo, porque cada vez las caídas cuestan más. No nos podemos hacer demasiado daño porque luego igual no lo podemos reparar.
P.- ¿Ha ido a terapia? ¿La recomienda?
R.- Por supuesto, he ido a varias. La recomiendo, pero no todo el mundo puede ir, porque no todo el mundo está preparado. Si vas tiene que ser con una firme convicción de que necesitas ayuda, y queriéndote dejar ayudar. Pero no por un extraño, sino por ti mismo. No todo el mundo está ahí. Y creo que las mujeres solemos estar más dispuestas a hacer ese viaje que los hombres, por lo que veo en mi realidad.
P.- Por qué pasa eso.
R.- Creo que históricamente tienen esa carga fuerte de macho hetero que no cuenta sus problemas, por impositivo social. Porque los gays, por ejemplo, son mucho más abiertos en ese sentido, son como las mujeres.
P.- Qué es para usted la amistad.
R.- La amistad en su máxima potencia, y espero que aún vaya más, pero tal como la concibo ahora es mi fiel compañera de vida: me sostiene. Creo que están sobrevaloradas las relaciones de pareja en comparación con las de amistad. No todo el mundo sirve para tener una relación de pareja, pero la amistad es ese lugar en el que te encuentras sin exigencias. Esa relación creo que es la más pura que puedes tener con una persona. Y para tener esa amistad hay que cuidarla, no se pueden dar por hecho. Hay que estar al día, compartir no sólo lo lúdico. Es un lugar en el que toda la fuerza que invierta es poca.
P.- ¿Y esa gente que dice que a partir de los 40 los amigos ya son otra cosa, más infantil, de otra época?
R.- No paro de escuchar eso. Hace tres días una pareja me preguntaba sobre esto, me decía: '¿No te desgasta entregarte tanto?'. Y les contesté que para nada. Yo vi a mis padres dándose máximamente el uno al otro, pero mi padre falleció y mi madre -que gracias a Dios ya se ha repuesto- lo pasó muy mal y se sintió muy sola. Eso me dio pánico, que tu vida dependa tanto sólo de otro ser humano. No quiero meter todos los huevos en la misma cesta. Yo tengo pareja, pero tengo muchas otras vías de satisfacción aparte.
P.- ¿Y el amor?
R.- El amor… El amor… El amor real es un compañero de viaje a la larga. Debe ser maduro: las aguas profundas son las más tranquilas. Yo pensaba que el amor era una cosa y me he dado cuenta de que es otra. No tiene por qué ir unido a los fuegos artificiales, con el máximo deseo y la máxima admiración siempre, tiene que haber de todo eso, pero no puede primar la relación porque entonces estás abocado a un precipicio constante. Y eso te hace olvidarte de ti mismo: para construir tu propia persona el amor debe ser tranquilo. Debería servirnos con eso.
P.- Tranquilo, que no aburrido.
R.- Obviamente. Obviamente. Yo he encontrado ese equilibrio hoy por hoy. Y soy una pareja muy jodida porque me cuestiono todo constantemente, pero de esto creo que va ahora. Me he pegado muchas patinadas porque estaba más centrada en dar que en construirme a mí. No se puede tener un amor sano si no están claros los cimientos propios. Te acabarías dando al mejor postor. El amor pasa por el amor propio. No quiero hacer apología, pero a mí esto es lo que me va mejor. ¡Y de aburrimiento nada! Yo soy una yonki de las emociones, y necesito crearlas si no las tengo. Necesito rock and roll dentro de todo esto.
P.- ¿Tiene miedo a veces?
R.- Todos mis miedos tienen que ver con mi madre, en esto parezco una peli de Almódovar (ríe fuerte y luego se templa para decir). Tengo miedo a que mi madre no esté, es mi mayor miedo. La pérdida de mi madre.
P.- Compartimos miedo.
R.- Es una cosa terrible. Ahhh… Y tengo miedo también a una vida vacía, y a una soledad no escogida, más las que hemos decidido no ser madres. Pero como casi todo lo que nos hace sufrir son cosas que no sabemos si van a pasar. Hombre, mi madre se va a morir, sí, si no me voy yo antes, pero el resto no podemos saberlo.
P.- Ha elegido no ser madre.
R.- He elegido no ser madre porque no tengo ese instinto a día de hoy y porque creo que no se puede tener hijos para que te cuiden el día de mañana. Me parece una cosa súper cruel.
P.- Una meta pequeñita, qué le pide al cierre del 23.
R.- (Piensa con calma). Yo tengo un tatuaje que pone ‘paz’. Quiero disfrutar de estar tranquila, de la serenidad de vivir en el presente. Yo soy una persona muy profunda y no quiero grandes cosas, quiero pequeñas cosas que me hagan una gran persona. Y me gustaría darle una oportunidad también a darle más vida a esta casa, meter más gente, esto es algo que aún me cuesta.
P.- No lo diga muy alto que se le llena…
R.- Sí… Pero es cierto: me gustaría abrir mi casa real física más.