Mario Alonso Puig hace mucho que dejó de ser sólo un médico cirujano y especialista en el aparato digestivo. Son años ya deviniendo en coach, en médium, en predicador. Escribe libros de autoayuda exitosísimos (ahora acaba de lanzar El camino del despertar) y da conferencias por todo el mundo dando paz a los avasallados, explicando la diferencia entre placer y felicidad, ahondando en por qué la personalidad tiene que ver con las tripas. Nunca se sabe bien, escuchándole, dónde acaba la ciencia y empieza el espíritu o la palabra. En realidad, la gente necesita respuestas y ya les da igual de dónde vengan: la biología se mezcla con el alma y lo fáctico con lo sugestivo.
Luce impoluto, con el cabello oscuro repeinado hacia atrás, con el gesto diplomático, con las gafas de montura finísima sobre la nariz, con el traje de chaqueta sin una arruga. Desde octubre es el nuevo embajador de Manos Unidas. Él dice, como aquella canción de Antonio Flores y Ana Belén, que tenemos que procurar que lo injusto no nos sea indiferente. Ya le ha dado tiempo a visitar uno de los centros de la organización en República Dominicana, donde se ofrece ayuda a niños que trabajan en la calle limpiando zapatos en condiciones deplorables. “Les dan una educación, les forman, les cuidan, les alimentan y les hacen sentir que no están solos”, explica.
“Todos somos muy sensibles ante los niños. Y cuando ves esas sonrisas, esas miradas… te das cuenta de que ésta es una cosa realmente a celebrar. Tuve la oportunidad de contarles la historia de un niño muy parecido a ellos. Se llamaba en Carson y era un niño de color. Muchos niños ahí son de color. Nació en Detroit, una ciudad que yo conozco porque he vivido en ella. Se vio privado de su padre porque su madre le echó de casa al comprobar que estaba metido en asuntos muy feos”, suspira.
“Ben era considerado un tonto en el colegio. Pero su madre creyó en él, y también algún profesor, y acabó convirtiéndose en el mejor neurocirujano infantil de la historia. Fue el jefe de Neurología Pediátrica más joven de la historia. Con 30 años. en el John Hopkins de Baltimore. Es uno de los mejores hospitales del mundo. Así que les conté esto para que vieran que sí hay posibilidades en un mundo que a veces es muy complejo para ellos, que tienen una situación muy limitante. Pero siempre tenemos capacidad de soñar”.
P.- ¿Cree usted que existe el talento? ¿Cuánto de nosotros es nativo y cuánto se desarrolla? Pienso en qué les dice a esos niños para inspirarles.
R.- Yo distingo entre performance y potencial. Performance es lo que una persona es capa de hacer y potencial es lo que sería capaz de hacer. Te pongo un ejemplo muy sencillo. Una manzana: yo puedo determinar con precisión cuántas semillas tiene, eso sería una expresión asequible para los sentidos. Gracias a que tengo vista puedo ver el número de semillas de esa manzana. Pero hay un mundo que está oculto y no por eso es menos real, aunque los sentidos no alcancen a verlo. Yo no sé cuántas manzanas hay en cada semilla. Cada semilla puede dar lugar a un manzano. ¿Cuántas manzanas da ese manzano? No tengo ni idea. Ese es el potencial.
Todo ser humano, sin excepción alguna, tiene potencial. Muchas personas pasan toda su vida sin descubrir cuál es su potencial y se creen que su performance, lo que hacen, lo que se muestra claramente a sus sentidos, es su potencial, y no, no es lo mismo. Para mí, el verdadero talento es potencial y por eso los grandes maestros no tienen que ser figuras conocidas. Mira la madre de Ben Carson, que fue su gran maestra. Los grandes maestros no se fijan en el performance, sino en el potencial.
"Todo ser humano, sin excepción alguna, tiene potencial, pero muchas personas pasan toda su vida sin descubrir cuál es"
P.- ¿Cómo puede intuir uno por dónde irá ese potencial?
R.- Primero tienes que tener muy claro que hay grandeza en todo ser humano. Tienes que tenerlo muy, muy claro.
P.- ¿Es usted un humanista?
R.- Quiero pensar que sí. A pesar de las barbaridades que a veces hacemos los seres humanos, creo que en nuestra parte más oculta hay algo extraordinario. Para mí el verdadero humanismo es seguir creyendo en las personas a pesar de las cosas miserables que hacemos.
P.- Y mire que son muchas, muchísimas…
R.- Cuando uno tiene fe, sigue buscando. Sigue esperando. Como esa madre de Ben Carson que nunca tiró la toalla aunque su hijo fuese un muchacho agresivo o un mal estudiante.
P.- Hablemos de educación. Parece que mucho tiempo en España se ha permitido o ha parecido incluso necesaria la colleja, o la torta al niño, para corregirle. ¿Qué es este método?
R.- Yo creo que es prácticamente inexistente. Es raro que un profesor pegue a un alumno.
P.- No hablo sólo de profesores. Sino de los padres, que también son una parte fundamental en la educación.
R.- Yo creo que pegar a una persona es un grandísimo error, otra cosa es darle un cachetillo, que es una cosa muy banal, muy sencilla. Otra cosa es maltratarle.
P.- Se empieza por el cachete. ¿No abre eso las puertas de la violencia?
R.- La línea está mucho más lejana de lo que uno piensa. El cachetillo en el culete normalmente obedece a un deseo de corregir. La bofetada está más mediada por un deseo de castigar. Hay que diferenciar.
"Pegar a un niño es un error, otra cosa es darle un cachete: el cachete obedece al deseo de corregir, la bofetada al deseo de castigar”
P.- ¿Cuál cree que es el gran mal de nuestro tiempo? En una sociedad más prospera que nunca, ¿por qué estamos cada vez más tristes?
R.- Por dos razones. Primero, porque hemos perdido el humanismo necesario para tratarnos como personas…
P.- ¿Cuándo lo tuvimos?
R.- Bueno, yo creo que ese humanismo ha estado en muchas personas y en muchos momentos de la historia, aunque no haya estado en todos los momentos de la historia ni en todas las personas. Y el segundo punto que hemos perdido es la dimensión espiritual de la existencia, que es muy importante aunque no sea necesariamente religiosa. Si una persona no tiene una dimensión espiritual, queda totalmente encerrada en su ego. Sólo le importa lo que le conviene. No le interesan los demás, ni la naturaleza…
P.- ¿Ese enemigo se llama “capitalismo”? Eso que nos aleja de la dimensión espiritual. Eso que nos lleva al ego y a la velocidad.
R.- El capitalismo es sólo un enemigo cuando es totalmente materialista y cuando aleja a la persona del centro y pone en el centro el dinero.
P.- Bueno, es que eso es el capitalismo.
R.- (Molesto). No, no, no, no, no. No es así. Hay muchas formas de capitalismo. Hay un capitalismo donde sencillamente hay una competitividad porque el capital tiene un valor. Y hay un capitalismo materialista donde lo único que cuenta es el dinero y la persona no cuenta. Pero no es lo mismo el capitalismo que el capitalismo materialista.
P.- Entonces, ¿cuál es el nuestro?
R.- Bueno, depende mucho de las personas. Hay personas que tendrán una idea razonable del capitalismo y habrá otros que pensarán que es lo único que importa en la vida, y tenderán a desplazar al ser humano de la ecuación. Yo no puedo decir que un país en su conjunto sea capitalista materialista porque eso sería meter a todo el mundo en el mismo saco y eso no lo haré nunca. Nunca.
P.- Dígame grandes errores que estemos cometiendo en nuestra vida diaria y que nos estén llevando a la enfermedad o a la depresión, en fin, que es lo mismo. Creo que una de sus grandes luchas es contra coger el móvil cuando se está en la mesa, por ejemplo. ¿Qué más podríamos ahorrarnos?
R.- Yo no estoy en guerra con el teléfono móvil. Estoy en guerra con el uso de las tecnologías cuando no están al servicio de las personas, sino las personas al servicio de la tecnología. Los móviles han salvado vidas, han permitido que personas en la distancia conectaran. Pero cuando la persona desarrolla una adicción irrefrenable al móvil… eso sí me parece sumamente peligroso. Es como todo en la vida. O sea, es muy difícil decir que algo por sí solo es malo. ¿El dinero es malo? Depende.
P.- ¿Los coches son malos? Nos facilitan la vida pero contaminan y provocan accidentes de tráfico.
R.- Claro, no son malos. Depende de cómo los utilices.
P.- ¿Las drogas son malas?
R.- ¿Las drogas? Eh… (piensa). Lo que se considera droga, sí.
P.- No era tan difícil encontrar algo, al final.
R.- Es que no he dicho que sea imposible, sino difícil. Hay una distinción muy clara.
P.- Una droga también es un medicamento.
R.- No. Una droga no es un medicamento. En EEUU los medicamentos se llaman ‘drugs’, pero si nosotros hablamos de drogas como la heroína o la cocaína… nunca pueden ser consideradas medicamentos.
P.- En EEUU, precisamente, están valorando el MDMA (una droga usada como recreativa) como posible terapia para tratar el estrés postraumático. En Australia ya se hace. En Alemania se ha usado la ketamina contra la depresión. Las drogas psicodélicas están ganando terreno en medicina. ¿Qué diferencia hay?
R.- En Alemania y otros países lo que se está haciendo es extraer de determinadas plantas aquellos principios que pueden ser útiles para la salud, eliminando aquellos que puedan ser perjudiciales…
Mario Alonso se interrumpe y mira a la señora de prensa de Manos Unidas que le acompaña. “Para ser una entrevista de Manos Unidas, es un poco fuerte, ¿no?”. “En fin, un poco de todo, ¿no le parece? La vida es ancha”, le respondo. “Hay que dirigir la entrevista a Manos Unidas”. “¿Qué problema tiene con una entrevista de temática variada, si no es un publirreportaje? O quizás yo no me he enterado…”.
“No, no”, repone. “Está bien que la entrevista sea variada. Pero centrarnos en todas estas cosas… el capitalismo, la violencia a los niños, las drogas… es un poco raro, ¿no? Sobre todo con la labor bonita que estamos haciendo”.
“A mí me parece que todo tiene que ver con el sistema, que, al final, es de lo que estamos hablando. Y cuando hablamos de capitalismo también hablamos de desigualdad y del reparto del dinero, por tanto, de la generación de pobreza. Ni siquiera siento que esté conceptualmente lejos del inicio de la conversación”, repongo. “Tiene que ver periféricamente”, contradice. Y arruga un poco el gesto.
Me explica Mario, que para eso es coach, que como entrevistadora no estoy sabiendo mirar “lo bonito” en mis preguntas. Es posible que tenga razón. Preguntar es mirar la grieta. Se pregunta porque se duda, porque se es escéptico, porque, precisamente, se ve “lo feo”. Pero haremos un esfuerzo.
“No nos podemos enfocar en el lado negativo de las cosas”, insiste. “Sí, hay desigualdad en el mundo. Pero también se hacen cosas por el bien de las personas, y es de lo que yo quiero hablar", opina. "Si no hablamos del mal del mundo, no lo vemos", contesto. "Yo no pongo el foco en las enfermedades, sino en cómo se curan. Creo que darle mucho énfasis a lo negativo hace que crezca más el problema. Tú eres la periodista, pero yo tengo que decirte cómo veo las cosas”.
Vuelve a hablar de los niños y del mensaje de amor que les da Jesús. Cuenta que dejan de pulular por las calles e intentan ganar algo de dinero para ayudar a su familia. Cuenta que cree en la esperanza y que no podemos movernos sólo por lo que vemos en las noticias, que es un mundo destruyéndose a toda velocidad.
“Hay que poner el foco en las cosas que son fuente de alegría, si no, si vemos que todo está mal, nos sentiremos impotentes y no haremos nada para cambiarlo”, relata. “Yo creo en el encuentro, en el perdón, en la compasión, en la empatía. Me he pasado 26 años en quirófanos y hospitales de todo el mundo, pero me posiciono en contra de ella, no la refuerzo hablando de ella, ¿sabes? Y esto es así de sencillo”.
P.- Déjeme que vuelva a esa palabra de Jesús de la que me habla. ¿Cree usted entonces en la religión como asidero, también siendo médico?
R.- Yo creo en la espiritualidad, que es tu relación directa y personal con lo que se llama “el misterio”. A eso le puedes llamar vida, universo, o Dios. Hay gente que le llama consciencia infinita, campo akáshico o campo cuántico. El nombre no es lo importante, sino lo que significa: amor infinito. ¿Qué es la religión? La palabra viene del latín, ‘religar’, volver a unir lo que se separó. La religión tiene prácticas institucionalizadas que comparten principios comunes y está diseñada, por decirlo de alguna manera, para que ayude a las personas en su relación con el misterio. Puedes tener religión o no, lo importante es que tengas espiritualidad, porque si no, te dejan de importar las personas y entonces ya sabes lo que pasa.
P.- ¿Qué pasa?
R.- Que sólo vas a pensar en conseguir más poder, más dinero, más fortuna.
P.- Como médico, pero además como conferenciante y escritor, se centra usted en la búsqueda del bienestar. ¿Cree que muchos de nuestros dolores físicos vienen de nuestras emociones?
R.- Por supuesto.
P.- Me refiero a una relación directa. Hay quien dice que si te duele la garganta es porque hay algo que no estás pudiendo decir. En fin, usted mismo habló en alguna ocasión sobre una paciente a la que le quitó los dolores de barriga porque le puso los ‘deberes’ de que le sonriese todos los días a su jefe, que por lo visto era el que le causaba mucho estrés y ansiedad.
R.- Sí. Margarita, se llamaba mi paciente. Esto es como todo. Nos encanta intentar dominar todo lo intangible y ponerle una etiqueta. Yo creo que naturalmente los estados anímicos tienen un reflejo en el cuerpo, porque cuerpo y mente están absolutamente interrelacionados, y no puedes afectar a uno sin afectar a otro, son como la palma y el dorso. Yo puedo distinguir la palma del dorso, pero no las puedo separar. Pasa lo mismo con lo físico y lo psicológico.
P.- Cuénteme más, por favor.
R.- Hoy se sabe, por ejemplo, que una de las principales causas de dolencia del sistema cardiovascular y el metabólico es el estrés crónico. El estrés es una situación psicológica. Todo es psicosomático. La persona que hace ejercicio normalmente está mejor mentalmente que la persona sedentaria. La persona que medita, que tiene quietud mental, tiene una fisiología que funciona mejor, y esto se sabe después de 30 años de investigación. Las personas que se levantan con un sentido, tienen más felicidad y su alegría tiene impacto a nivel hormonal. Todo está conectado.
P.- Pienso en una frase muy interesante de Arsuaga. Le gustará. Decía que la vida no puede ser únicamente trabajar toda la semana para el sábado ir a comprar al supermercado. Es decir, que la vida no puede ser consumir y producir.
R.- Me encanta Arsuaga, no sólo por la profundidad y el alcance de sus descubrimientos en el equipo de Atapuerca, sino por las aplicaciones que da sobre nuestra forma de vivir. Todo lo que estudia y descubre lo aplica al día de hoy, al presente. Tenemos una sociedad muy evolucionada pero que está enferma desde el punto de vista humanista, y esto tenemos que reconocerlo cuanto antes. Cómo no va a estar enferma si vivimos el doble de lo que vivía una persona a comienzos del sigo XX pero seguimos con problemas tremendos. Nos han duplicado el tiempo de vida para consumir ansiolíticos y antidepresivos, prácticamente. El consumo es descomunal.
P.- ¿Cree que nos atontan?
R.- Creo que hasta que no miremos hacia adentro no vamos a encontrar nuestra solución. Ya decía Einstein que la separación que vemos entre el mundo interior y el exterior es una alucinación da mente. Tenemos que hacer un trabajo interior. Decir “oye, ¿está mi corazón en paz?, ¿Estoy yo lleno de ira o lleno de paz? ¿Estoy lleno de miedo o tengo ilusión?”.
"Sonreír sirve, aunque no tengas ganas: engañas al cerebro y generas emociones buenas. Además, retomas el control de tu vida”
P.- Siento que a veces esa búsqueda de la paz interior queda relegada a las clases altas, a los privilegiados. Si no tienes saciadas tus necesidades materiales, ¿cómo vas a saciar las espirituales?
R.- Hubo una persona. Un norteamericano llamado Abraham Maslow. Desarrolló la pirámide de las necesidades. Eso que tú dices es cierto: si no tienes lo básico cubierto, no te puedes centrar en temas de índole espiritual. A la vez creo que no hay que tener mucho dinero para plantearse estas cosas, porque el dinero siempre te lleva a querer más dinero. Es decir, es un bucle, porque sigues buscando la respuesta fuera. Las necesidades básicas no son sólo la comida y el abrigo, lo he visto en República Dominicana con estos niños. Las necesidades básicas son también el cariño y el amor. Demos cariño. Y luego les explicamos estas cosas.
P.- Me preocupa la relación exótica y superficial que tenemos a veces con la solidaridad. Pienso en las niñas pijas que se van de vacaciones a Kenia a abrazar negritos para las fotos y en Madrid se olvidan de todo tipo de activismo, o pasan al laso de un mendigo por la calle y le desprecian.
R.- Bueno, seguro que hay quien convierte la contribución en un show, pero esa persona puede estar en distintos niveles de la sociedad. Yo conozco a personas que disfrutan de una excelente situación económica y que van allí y lo último que quieren es que les hagan una foto. Depende de la persona. También hay personas poco privilegiadas que intentan salir en la foto que les conviene.
P.- Me pregunto, Mario, para qué sirve sonreír. Es decir, a tu paciente Margarita, por lo visto, le ayudó sonreír para rebajar y controlar el dolor físico. Pero, ¿cómo se le dice a un niño pobre de República Dominicana que “sonría”, que si sonríe todo empezará a ir bien, cuando vive dentro de esa miserabilidad y dolor?
R.- Sonreír sirve por dos razones. La primera es puramente física. Es decir, se ha demostrado que simplemente poniendo un lápiz entre los dientes, por el hecho de alargar la boca, una persona ya empieza a sentirse mejor. ¿Por qué, si es puramente físico? Porque hay mapas en el cerebro. Áreas cerebrales que están leyendo la posición de la cara y consigues engañarlas, de alguna manera.
Nunca sonreías si tuvieras miedo, por ejemplo. Entonces empiezas a generar esas emociones buenas en tu cerebro. En segundo lugar, porque cuando a ti no te apetece sonreír pero sonríes, por más que te cueste, estás retomando el control de tu vida. Lejos de ser sólo un ser que se limita a reaccionar a lo que sucede, empiezas a elegir la repuesta ante lo que te sucede. Y ahí arranca la conquista de la libertad.
"A los estafadores de este mundillo se les reconoce por la incoherencia: si alguien que se llama experto te habla de la sonrisa, lo primero es que tenga disposición a sonreír”
P.- Me gusta que haya razones científicas que demuestran que sonreír ayuda. Porque siempre lo he confundido con el rollo Mr Wonderful de “sonríe y lo conseguirás”, con la parte magufa del asunto. ¿Cómo detectar a los estafadores del mundillo?
R.- No seré yo quien apunte con mi dedo a nadie. Habrá de todo en la vida. Lo principal es buscar la coherencia. Para detectar eso que dices... bueno, si eres alguien que se llama experto y estás hablando de la sonrisa, al menos ten una disposición a sonreír. Lo segundo es el conocimiento sólido. Hay personas que tienen una opinión, pero no un conocimiento sólido, pero hablan con tal vehemencia que parece que tienen un conocimiento sólido.
P.- Entiendo. Entonces, no cree en el “sueña y lo conseguirás”, ¿no? Esos niños de República Dominicana necesitan mucho más que sonreír o soñar para conseguirlo. Al final del día, están tristes y materialmente pobres. ¿Qué lección podríamos darles…? ¿Quién somos?
R.- Desde mi punto de vista, es muy importante la intención profunda por la que dices algo. Si tu intención profunda es ayudar, al final, ayudas. Es difícil que lo que le digas a ese niño no le ayude. Pero si quieres utilizar a una persona, o servirte de una persona… da igual, aunque le dijeras cosas con mucho rigor, no tendrás ningún impacto en ella.
P.- ¿Existe el alma?
R.- Sí. Mira, imagina el sol. El sol tiene luz y calor. Correcto. Sin sol nos moriríamos. Es verdad que el sol emite rayos que llegan hasta aquí. Para mí, cada uno de esos rayos es el alma. Es decir, tienen la misma sustancia. Se caracterizan porque llegan al otro, porque dan calor, y por tanto, vida. Yo creo en el alma, y si la ciencia se procura abierta y no arrogante, demostrará su existencia. No se podrá ver el alma, pero sí sus manifestaciones.