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Un grupo de padres en la puerta de la Iglesia Espíritu Santo de Madrid comentan los detalles del gran día que se acerca. Mayo es el mes de las comuniones en toda España, -204.000 se celebraron en 2019-, y mientras esperan que acabe la catequesis cometen el pecado de hablar cómo irá vestido cada niño o niña. En el corro, de repente, salta un nombre: Hortensia Maeso. Algunos, con más experiencia en este tipo de eventos, afirman con la cabeza. Los nuevos apuntan su nombre para curiosear.
Pero ¿quién es Hortensia Maeso y cómo se ha convertido en la reina de los trajes de comunión más chic del mercado?
No es díficil descubrir cómo esta valenciana de 58 años ha creado una marca propia, un estilo tan personal que simplemente con ver una foto de comunión ya se puede etiquetar el modelo: "Es un Hortensia Maeso, seguro".
Y eso que llegó al mundo de la moda cuando ya había desarrollado una carrera profesional como química y era madre de tres hijas. De hecho, fue en la excedencia de la tercera cuando se percató de que se pasaba las horas revolviendo los armarios y sacando la ropa encima de la cama para hacer combinaciones diferentes, mágicas. "Mis hijas huían de mí porque las cambiaba constantemente. Si salíamos a la calle tres veces, íbamos vestidas diferente las cuatro", asegura la empresaria a EL ESPAÑOL | Porfolio.
Así que con 35 años y familia numerosa, decidió volver al colegio y no sólo para repartir a sus pequeñas cada mañana y recogerlas por la tarde. "Cuando las dejaba, me iba a Valencia a la Escuela de Diseño Superior a estudiar la carrera, cuatro años. Y luego las recogía y nos íbamos todas a casa a hacer los deberes. Yo con mis dibujos".
Ahora vende entre 5.000 o 6.000 trajes de comunión al año. Y no sólo en España. Ha conseguido que padres de México, Bélgica, Holanda, Italia y Portugal se hayan rendido a unos diseños diferentes y con personalidad para "esas madres y abuelas modernas que no quieren lo de siempre".
Curiosamente, su primera opción no fue hacer trajes de ceremonia y mucho menos de comunión. Todo surgió por casualidad, como una gracia del destino para complacer a las miles de familias que buscan en ella esa originalidad cada año. "Hice mi primer desfile en 2005 y quería cerrarlo con un vestido de novia, como era la tradición en las pasarelas. Así que como era ropa infantil, decidí que fuera una niña vestida de comunión. Fue una apuesta arriesgada con un vestido corto, engoladito... que al final se ha convertido un poco en mi estilo".
Hace 17 años esa imagen impactó en todos los que estaban viendo el desfile. Demostraba que se podía estar única, elegante y diferente sin tantas lorzas, cancanes o puntillas. En ese momento, empezaron a contactarle para pedir ese y más diseños iguales. "Yo no pensaba ni comercializarlo pero gustó muchísimo, sobre todo en Cataluña donde ya se tomaba la comunión de corto".
Vestidos y trajes pomposos
Aunque estábamos en los 2000, la tradición seguía mandando por entonces vestidos pomposos a las niñas, llenos de volantes, enaguas, mangas abultadísimas... Y para los chicos no era mejor: entre el marinero y el almirante, con gorra incluida. Hortensia Maeso empezó a quitar enredos a los trajes, a darles movimiento, comodidad y distinción para acabar ofreciendo trajes de comunión de pantalón para las niñas que lo quieran o una blusa con una lazada para los chicos que no estén dispuestos a seguir la escala militar.
"Siempre escuchaba a las mamás diciendo que para niñas había mucho pero que para niños no tanto, pero curiosamente hacía trajes de niño y no los compraban porque seguían con el clásico de marinero o almirante. Al cabo de unos años, rompí el mercado al sacar el clásico marinero pero en lino y se dispararon las ventas. Ahí empezó el boca a boca y comencé a diseñar trajes a demanda para un público final dispuesto a elegir algo distinto", añade.
Su madre, diseñadora y modista de alta costura, le metió el gusto por las telas, las vainicas y los complementos y también fue la artífice de su traje de comunión, "uno clásico de uniforme de colegio de monjas, todas iguales, con una capota que iba a la cara", reconoce. No recuerda bien qué sintió con él pero se atreve a suponer que "sería un disgusto ponerme un vestido, que lo que querría sería jugar y estar cómoda".
Siguiendo con el análisis de las tradiciones, Hortensia no entiende muy bien en qué momento se decidió enfundar a los más pequeños en trajes de capitanes, generales o almirantes casi en serie, donde el niño se convertía en un maniquí en miniatura. "No sé por qué militares. Los trajes de marinero sí que eran prendas de vestir elegantes en niños de época, pero el militar no sé de dónde salió. A mí me parece un disfraz aunque aún se vende mucho porque hay fábricas que los hacen en serie. En aquella época, estas empresas ganaban mucho dinero porque eran los mismos trajes de comunión, las mismas telas, año tras año. A mí los tejidos me caducan de una campaña a otra porque ya no están en colecciones", asegura.
"Los trajes de marinero sí eran prendas de vestir elegantes en niños de época, pero el militar no sé de dónde salió"
Triunfar en las pasarelas no le aseguró el éxito en la calle, eran piezas distintas que tuvieron que ir encajando poco a poco impulsadas, sobre todo, por su talento. "Es muy complicado innovar cuando empiezas porque todo el mundo te aplaude pero no vendes. Sin embargo, los que hacían uniformes, vendían un montón. Fueron unos inicios muy duros. Hoy por hoy si no innovase estaría perdida porque marco tendencias y otros van detrás copiando. Y tengo que innovar si quiero tener una continuidad y no empezar a ser comercial".
Ese apoteósico final de desfile, con una novia en miniatura, ocurrió delante de muchos propietarios de tiendas multimarcas que iban a comprar el resto de la colección pero se quedaron prendados de ese vestido de comunión y de su diseñadora. No se lo pensaron dos veces y decidieron apostar por una mujer que trasladaba los sueños en modelos llenos de encanto, elegancia y originalidad. Fue la primera pero no la última que han apostado por Hortensia Maeso.
Problemas con 'Cuadernos Rubio'
"Empecé a desmarcarme en cuanto a estilo de las firmas que en ese momento trabajaban comunión y las boutiques multimarca vieron que mis diseños sí quedaban bien en sus tiendas, donde no encajaba un vestido de comunión clásico con lorzas. Así que fui pionera en iniciar la línea de ceremonia y comunión en las tiendas de niños y no en las de novia donde se vendía novio, novia y comunión antiguamente".
Pero el camino de Hortensia Maeso no siempre fue fácil y antes de coronarse tuvo que salir varias veces del fango. Sus primeras colecciones se vendieron como socia de Enrique Rubio, uno de los herederos de Cuadernos Rubio, bajo el paraguas de Rubio Kids by Hortensia Maeso y en solo cinco años consiguió ser un tercio de la facturación de la empresa matriz con una previsión de ventas de medio millón de euros en plena crisis del sector textil.
"Eran prendas más casual para que pegaran con Cuadernos Rubio, ropita para ir al cole... pero fue en el primer desfile cuando saqué esta novia-comunión en pasarela y el mercado puso el ojo en esa prenda".
Durante siete años, la empresaria y diseñadora valenciana fue lanzado colecciones bajo esta marca, pero cuando decidió romper la relación, comercial y personal, que mantenía con Enrique empezó su peor pesadilla: "Mi nombre no era mi nombre, era una marca que no la poseía yo. No tenía ningún poder a la hora de utilizarlo y recibía requerimientos por competencia desleal cada dos por tres, porque Hortensia Maeso todavía era socia al 50% con Enrique Rubio de Rubio Kids by Hortensia Maeso. Mis propias colecciones que yo había diseñado me hacían la competencia y encima ellos eran Hortensia Maeso y yo no. Fue muy duro".
Bodas y comuniones
El suyo es un sector que se declara continuamente en crisis pero que mueve 589 millones de euros, según un estudio de KPGM, en unos rituales que suponen para los padres un desembolso medio de entre 3.000 y 9.000 euros por celebración, según la comunidad donde se celebre. Madrid y Valencia son los lugares donde más se gasta.
Aunque el gasto no llega a ser el de una boda, -sólo la moda nupcial movió en 2018 1.300 millones de euros, según el informe Millennial Brides, y 6.000 millones en total-, cada vez se van encareciendo estas celebraciones tanto por la restauración como por el traje. Eso sí, las facturas de estas fiestas todavía están alejadas de lo que cuesta un matrimonio, con un gasto medio de 20.000 euros en cada una de las 170.000 enlaces anuales.
No fue hasta 2013 cuando consiguió de nuevo poder utilizar su nombre como marca propia pero para entonces contaba con "cero recursos económicos" para levantar de nuevo su reino. "Tenía lo que no sueles tener cuando empiezas, la sabiduría y los clientes. Y por supuesto el producto. El cliente apostó por mí. Anticiparon dinero para que yo pudiera realizar las colecciones porque nadie me daba un préstamo y aquí estoy después de 8 años", asegura con un habla dulce, mientras recuerda que tuvo que vender hasta su coche para conseguir liquidez.
España y parte del extranjero
Además de las tiendas multimarcas, Hortensia Maeso tiene plantados los dos pies, uno en Madrid y otro en su Valencia natal, con dos locales propios que suponen un escaparate increíble para, entre otras cosas, apuntalar la tienda online. "Hay muchos extranjeros que pasan por la tienda de Madrid, ven los vestidos y trajes y luego los compran por internet", aclara.
Sabe que podría estar presente en más ciudades como Sevilla, Zaragoza o Barcelona, pero es época de ir paso a paso porque "están subiendo los materiales, la materia prima llega mal, con taras y es muy difícil la producción a nivel textil".
Cuando se le pregunta cuánto vale comulgar con un Hortensia Maeso ella asegura que hay modelos para todos, desde los 200 euros hasta los 1.000, pero que los padres tenemos la bendita costumbre de escoger siempre los más caros, que son, al final, los que más vende.
"Nuestros clientes son de un gusto exquisito, no quieren para nada vestirse de comunión rozando el disfraz. Es gente con clase, con mucho estilo, no tanto de una posición económica concreta, porque hay un abanico grande para elegir aunque casualmente siempre vendemos lo mejor, nunca lo más sencillo".
Este 2022, unos 200.000 niños y niñas harán la primera comunión. Es un número que se estima más bajo que el de los años anteriores y no sólo por la pandemia, sino porque cada vez hay menos nacimientos y España es menos católica que nunca, como aseguraba el CIS del pasado mes de octubre, donde ya sólo el 55% de los españoles se declara seguidor de esta confesión.
"Es cierto que cada vez hay menos mercado por eso he sacado otras colecciones como Girls y bebés, porque no sabemos de aquí a unos años qué va a pasar con el sector de la comunión. Nosotros trabajamos ceremonia y no sólo se viste un niño de ceremonia para tomar la primera comunión, hay otros eventos".
Cada vez que Hortensia Maeso tiene que idear una nueva colección, unos 125 vestidos por año, al menos hasta la pandemia, siente el mismo vértigo en el estómago. "Lo primero que hago es documentarme sobre un tema que me inspire en cuanto a colorido, materiales... No me gusta limitarme a un estilo, una tendencia concreta, como los años 50 o el siglo XVII. Soy un poco más abierta"
¿Cómo se puede innovar en una cita donde siguen mandando las costumbres? "A mí me gusta mucho mezclar tradición con modernidad. Me encanta esa transformación de todo lo que es vintage en moderno, utilizar texturas antiguas que imitan a materiales antiguos, el valencie... Siempre elijo materiales naturales que me recuerdan muchísimo a eso".
Sin mano de obra
Todos sus vestidos serían, lo que ahora llamamos, 'hechos a mano' "que no significa que no se utilicen máquinas porque es un elemento artesano", pero normalmente una trabajadora lo inicia y una trabajadora lo termina. "Nuestras prendas no se pueden hacer en cadena. Son costosas", advierte.
Ella tiene el taller estudio en Picaña (Valencia), pero la producción la ha diversificado en distintos talleres externos porque no da abasto para hacerlo todo en casa. Lejos de lo que se pudiera pensar, uno de sus problemas no es tanto conseguir encargos como mano de obra que los cosa.
"En este sector, por desgracia la mano de obra se acaba. Y no puedo fabricar tanto como puedo vender. Es una pena porque podría vender mucho más, pero no puedo fabricar más", asegura.
Según explica la diseñadora es un oficio que se está muriendo porque las nuevas generaciones estudian, casi todas, diseño pero muy pocas costura. "Cada vez que tengo que buscar una modista para mi taller me desespero o un patronista o un cortador. Es muy triste porque la confección está muy mal valorada".
Aún así no para de acoger planes y sueños en su cabeza. Sabe que la salvación para seguir liderando un mercado como el de trajes de comunión es "tener un estilo propio, haber creado una línea que se reconoce de lejos", pero también la innovación que puede suponerle abrirse a otros momentos de la vida social.
"A mí lo que me gustaría es hacer un traje de comunión en negro. Es algo que tengo ahí"
"Empecé con que las niñas iban cumpliendo años y estaban las graduaciones, las puestas de largo, las confirmaciones y saqué la línea Girls, que también se la ponen mamás. He apostado por alguna alfombra roja con la actriz Berta Castañé y a mí me encantaría hacer una colección de Women 60, una línea de mujer mayor pero pensada para mí y para mis amigas. Pero todo lo que haga o lo hago bien o no lo puedo hacer", aclara.
La creatividad suele pillarla siempre con un lápiz en la mano para dibujar y una mente abierta para introducir cambios. Ya hace tiempo que untó de rosa y celeste los trajes de comunión y hoy es raro encontrarse un vestido completamente blanco y si se le pregunta qué color no utilizaría nunca, ella insiste en 'no decir nunca jamás'.
"Yo puedo decir que nunca utilizaría el naranja en comunión y quién sabe si luego lo meto. A mí lo que me gustaría es hacer un traje de comunión en negro. Es algo que tengo ahí". Quien sabe si en pocos años esa será la tendencia más absoluta.