En 1941 el Tercer Reich se hallaba en el apogeo de su poder, por lo que Hitler decidió lanzarse a la conquista de Rusia, para hacerse tanto con sus recursos como para eliminar a uno de sus mayores rivales. La derrota de la Unión Soviética supondría el triunfo final de la Alemania nazi, pero el Führer subestimó a los soviéticos.
El alto mando alemán y el propio Hitler despreciaban a los rusos, a los que consideraban simples bárbaros, motivo por el que esperaban acabar con ellos en pocos meses.
Pero Adolf Hitler no contaba con que los soviéticos usarían todos sus recursos disponibles para combatirle, incluso a las mujeres y a los niños, que no eran un simple apoyo a la maquinaria de guerra desde la retaguardia, sino que se vieron obligados a combatir en el frente contra los nazis.
Por eso, cuando Mariya Oktyabrskaya perdió a su esposo a manos de los alemanes, no se unió al esfuerzo bélico blandiendo una hoz y un martillo. Su ira era demasiado grande para contentarse con un rifle o un cóctel molotov, así que decidió vender todas sus posesiones y donar los ahorros de toda una vida al Ejército Rojo.
A cambio, Mariya escribió a Iósif Stalin pidiéndole tan sólo dos cosas: un tanque y que le permitieran llevarlo al frente para acabar con los “perros fascistas”. Stalin, por supuesto, aceptó.
Mariya Vasilyevna Oktyabrskaya era natural de Kiyat, una aldea en Crimea, donde nació en 1905 en el seno de una familia humilde de campesinos y con nueve hermanos. Sus padres fueron enviados a los Urales en 1930, debido a la ley de colectivización que Stalin había promulgado ese mismo año para redistribuir las tierras y la producción.
Mariya estudió hasta el sexto grado, tras lo cual comenzó a trabajar como operaria en una fábrica de conservas de Simferopol y más adelante como operadora de la estación telefónica local. En esa época conoció al cadete de la escuela de caballería Ilyá Fedotovich Riadnenko, con el que se casaría en 1925.
Una mujer de armas tomar
Esta ucraniana lo dejó todo para acompañar a su marido allí donde le destinaran, aprovechando el tiempo libre que le dejaba la vida castrense de su esposo para familiarizarse con el manejo de armas (sabía disparar ametralladoras, fusiles o revólveres), la conducción de vehículos (una de las primeras soviéticas en saber conducir) o aprender primeros auxilios. También se integraba activamente en el Consejo de esposas de militares de cada unidad a la que Ilyá era destinado.
Mariya decía que, si su marido servía al Ejército Rojo, su obligación como esposa, era hacerlo también.
El 23 de agosto de 1939, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, se firmaba en Moscú un Tratado de no Agresión entre Alemania y la URSS, pero en poco tiempo las relaciones entre ambos países empezaron a empeorar, hasta que Hitler decidió invadirla el 22 de junio de 1941, en la llamada Operación Barbarroja. Realmente los alemanes nunca tuvieron la intención de respetar las condiciones del acuerdo. Su plan a largo plazo siempre había sido invadir la Unión Soviética, pero el pacto de no agresión les permitió librar guerras intermedias sin temor a un ataque soviético, evitando así una guerra en dos frentes que, a su pesar, finalmente, se produjo.
Pero Hitler no contaba con que, en aquella tierra, que creía llena de bárbaros, había personas como Mariya.
Su marido fue destinado al frente Oriental de lo que llamaron la “Gran Guerra Patria” y las mujeres de los militares fueron evacuadas a Tomsk, en Siberia, alejadas de los combates. Allí Mariya retomó su actividad de telefonista en una academia de artillería de Leningrado que también había sido evacuada.
En la primera carta que recibió de Ilyá, le contaba cómo combatían al enemigo y afirmaba que la victoria estaba asegurada. Fue la primera y última vez que le escribió. El 9 de agosto de 1941 fue abatido por fuego de ametralladoras alemanas cerca de la estación de Kiev. Tras casi dos años sin tener noticias suyas, en 1943 llegó la confirmación oficial de lo que había ocurrido, apenas unas semanas después de haberse separado.
Cuando los alemanes mataron al marido Mariya, ella juró venganza. Escribió a Stalin pidiéndole un tanque para acabar con los “perros fascistas”.
El resto de esposas se resignaban y lloraban la muerte de sus maridos, pero ella no. Ella juró venganza.
Comprando un tanque
Lo primero que intentó fue alistarse como voluntaria para combatir en el frente, pero fue rechazada. Tenía ya 38 años, una edad demasiado avanzada para combatir, y además padecía tuberculosis de la columna, así que no podían aceptarla como soldado.
Pero se le ocurrió una idea. En aquella época era habitual que los particulares sufragaran la adquisición de armas o equipo para el ejército, en una recaudación de fondos popular que llevaba a cabo el Gobierno. Si podía reunir el dinero suficiente, podría pagar un tanque y consumar su venganza.
Y así lo hizo. Comenzó a trabajar a destajo junto a su hermana durante varios meses y vendió todas sus posesiones para reunir 50.000 rublos con los que pagar parte de un carro de combate T-34. Cuando recaudaron todo el dinero, lo depositaron en una cuenta del Banco Nacional y Mariya escribió una carta al mismísimo Stalin para explicarle su propuesta:
¡Querido Iosif Vissariónovich!
Mi marido, el comisario de regimiento Oktiábrskiy Ilyá Fedotovich, ha muerto en los combates por la Patria. Por su muerte, por la muerte de todos los soviéticos torturados por la barbarie fascista, deseo vengarme de los perros fascistas para lo cual ingreso en el banco público todos mis ahorros personales (50.000 rublos) para la fabricación de un tanque. Solicito que el tanque se llame 'Compañera de Armas' y yo sea destinada al frente como su conductora. Tengo formación de conductora, manejo de forma excelente la ametralladora y he sido nombrada Tiradora de Voroshílov. Le mando un cálido saludo y le deseo salud por muchos, muchos años, para mayor terror de nuestros enemigos y mayor gloria de nuestra Patria.
OKTIÁBRSKAYA María Vasílievna. Calle Belínskovo, 31, Tomsk
Lo que Mariya pedía, sufragar un carro de combate, era relativamente habitual. Un tanque T-34 nuevo costaba alrededor de 50.000 rublos, sin embargo, cuando alguien hacía una donación extraordinaria, el Ejército nombraba ese blindado en honor del donante. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por ejemplo, había donado suficiente dinero para nombrar una columna de 40 tanques como Dimitry Donskoy, un famoso santo ortodoxo, y que llegó a alcanzar Berlín. Pero lo que nunca nadie había pedido a Moscú era conducir los tanques objeto de las donaciones.
Aunque sorprendidos por tan extraña propuesta, el Gobierno vio en aquel gesto un extraordinario gancho publicitario para implicar a la población y a las mujeres en el esfuerzo bélico en la lucha contra el invasor, así que aprobaron su petición, a la que Stalin respondió personalmente:
Le agradezco, María Vasilyevna, su apoyo a las tropas de tanques del Ejército Rojo. Se hará como usted desea. Reciba mi saludo.
I. STALIN
Mariya fue alistada como mecánico-conductor en el 2º Batallón de la Brigada nº26 de Tanques de la Guardia y comenzó su instrucción el 3 de mayo de 1943, convirtiéndose, a su graduación, en la primera mujer conductora de tanques del país. Sus camaradas se burlaban de ella y la ridiculizaban por ser una mujer haciendo cosas de hombres, pero ella, impasible, tenía claro que su venganza estaba por encima de todo lo demás.
La tripulación del T-34 Compañera de Armas, nombre con el que había sido bautizado, como ella mismo había pedido, estaba compuesta por el comandante subteniente Piotr Chebotkó, el tirador de torreta sargento Guennádiy Yaskó, el tirador y operador de radio Mijaíl Galkin y la conductora cabo Mariya Oktyabrskaya.
Leyenda y venganza
Para asombro de todos los que creían que la presencia de Mariya era tan sólo propaganda, el Compañera de Armas comenzó a combatir en el frente y las burlas de sus compañeros se convirtieron en admiración. El de 21 de octubre de 1943, su tanque atacaba varios nidos de ametralladoras nazis cuando fue inmovilizado tras ser alcanzado por varias granadas antitanque. Desobedeciendo las órdenes de su comandante, Mariya salió al exterior para repararlo bajo una cortina de fuego, permitiendo que el carro siguiera adelante con la ofensiva y valiéndole para ser ascendida a sargento.
Mariya llegó a ser sargento del Ejército Rojo. Sus compañeros hombres, que se habían burlado de ella por ser mujer, llegaron a admirarla por sus proezas militares.
El 18 de noviembre de 1943, durante una batalla nocturna, el Compañera de Armas rompió las líneas alemanas, eliminando a casi medio centenar de alemanes, siendo alcanzado por un proyectil anticarro, hiriendo a Mariya y averiando el tanque, lo que les obligó a permanecer dentro del vehículo defendiéndose con todo lo que tenían a mano hasta que la evacuación fue posible dos días después.
Los oficiales del batallón la pusieron como ejemplo y comenzó a forjarse su leyenda, que se agrandó el 17 de enero de 1944, durante la ofensiva de Leningrado, que tenía como objetivo romper el sitio de la ciudad. En un combate en la zona de la estación, acabó con tres nidos de ametralladoras y con 30 enemigos, pero un proyectil destrozó la rueda de transmisión delantera izquierda de su blindado.
A pesar de recibir órdenes de no salir del tanque, Mariya salió para intentar arreglarlo, cuando un trozo de metralla de una explosión próxima se introdujo en uno de sus ojos, dejándola tendida inconsciente. Ya no despertaría.
Fue trasladada rápidamente al hospital de campaña 478, donde fue operada y trasladada por aire al Hospital de Fastiv, cerca de Kiev, donde descubrieron que la metralla había penetrado hasta el cerebro. No había nada que hacer.
Permaneció en coma durante dos meses, en los que siempre estaba acompañada por sus compañeros y sus mandos. Durante el coma recibió la Orden de la Gran Guerra Patria de I grado. El 15 de marzo de 1944, fallecía.
Fue enterrada en Smolensk con honores militares en el Paseo a la Memoria de los Héroes. El 2 de agosto recibía la Orden de Lenin y la más alta distinción otorgada por la URSS, el título de Heroína de la Unión Soviética.
Cerca de la estación de Krynki, el lugar donde libró su último combate, se instaló un monumento con una inscripción que dice: Aquí, en enero de 1944, la gloriosa patriota soviética, Heroína de la Unión Soviética, tanquista María Vasilyevna Oktyabrskaya, destrozó con arrojo al enemigo con el tanque 'Compañera de Armas' y encontró la muerte de los valientes en el combate contra los invasores fascistas.
El destino del 'Compañera de Armas'
Los compañeros de armas de Mariya, prometieron que, en su memoria, llegarían hasta Berlín con el Compañera de Armas. Varios tanques con ese nombre hicieron el recorrido hasta Alemania, ya que cuando uno era abatido otro tomaba su nombre.
Además, existieron otros tanques con el mismo nombre, que ya se había convertido en legendario. El colectivo de mujeres de una fábrica ucraniana compró con sus ahorros un T-34 al que pidieron llamarle igual, que fue entregado en la entrada de la fábrica. El tanque intervino en multitud de batallas hasta que fue destruido. Su tripulación sobrevivió y las trabajadoras volvieron a reunir todo su dinero para otro tanque al que volvieron a llamar Compañera de Armas. Fue entregado a la misma tripulación que recorrió con él, combate tras combate, toda Ucrania.
Terminada la guerra, el 68º Regimiento de Tanques de la Guardia adoptó, en un bonito homenaje, la tradición de llamar siempre así a alguna de sus unidades.
Mariya Vasilyevna Oktyabrskaya no fue la única mujer tanquista de Rusia. Tras ella vinieron más, pero ella sí fue la única que compró un tanque para vengar la muerte de su marido a manos de los nazis. Desde luego, se llevó unos cuantos por delante.