3 febrero, 2024 01:53

El 4 de abril de 1581, una ceremonia se celebraba a bordo del galeón inglés 'Golden Hind, atracado en el puerto de Deptford, cerca de Londres. En aquella ceremonia, Isabel I de Inglaterra armaba caballero, en recompensa por sus servicios a la Corona inglesa, a uno de los piratas y corsarios más temidos de todos los tiempos: Francis Drake.

Éste había regresado a Inglaterra el 26 de septiembre de 1580 a bordo de aquel barco, junto con una preciada carga de especias y riquezas robadas a los españoles durante su vuelta al mundo. Se convirtió así en el primer inglés en circumnavegar el globo, sesenta años después de Juan Sebastián Elcano.

De regreso a Inglaterra fue recibido con honores y la reina, pese a las evidencias, sostuvo que la Corona no tenía nada que ver con aquel viaje, lamentando el saqueo pero sin devolver lo robado. Drake recibió el título de caballero y en su escudo de armas acuñó la leyenda "Sic parvis magna" (La grandeza nace de pequeños comienzos), en alusión a sus orígenes humildes. Además, fue nombrado alcalde de Plymouth, y posteriormente, miembro del Parlamento inglés.

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Durante años, y bajo la protección de Isabel I, Drake acosó y atacó los intereses españoles tanto en América como en la Península Ibérica, hasta que llegó a dos lugares en los que sufrió dos humillantes derrotas y que acabaron convirtiéndose en su tumba: Puerto Rico y Panamá.

La primera derrota

En 1588, tras el desastre de la Grande y Felicísima Armada, llamada posteriormente la "Invencible" por los ingleses, Isabel I de Inglaterra ordenó a Drake organizar un contraataque contra España con una flota conocida como la "Contraarmada inglesa" que estaba compuesta por un centenar de navíos, la cual tendría un destino tan trágico como su predecesora española.

Su primer objetivo fue A Coruña, en cuyo puerto se encontraban algunos de los barcos supervivientes de la Grande y Felicísima Armada realizando reparaciones. Los piratas ingleses tomaron y saquearon parte de la ciudad, pero fueron finalmente rechazados, destacando la figura de la legendaria María Pita en la heroica defensa, sufriendo los invasores unas 1.300 bajas y la pérdida de cuatro de sus naves.

A continuación, se dirigieron a Lisboa con la intención de provocar el levantamiento portugués contra Felipe II, para lo cual desembarcarían más de 10.000 hombres para liberar la ciudad. Sin embargo, la brillante actuación de Alonso de Bazán, hermano de Álvaro, y la durísima guerra de desgaste a la que fue sometido el ejército de Drake durante su marcha hacia la capital portuguesa acabó provocando su retirada.

Francis Drake y su escudo de armas.

Francis Drake y su escudo de armas. Wikimedia Commons

Tras intentar hacerse con las Azores, decidió regresar a Inglaterra, no sin antes reducir a cenizas la ciudad de Vigo. El saldo de todas aquellas derrotas fue funesto: había perdido más de 20 barcos y más de 13.000 de los 18.000 hombres con los que había comenzado la campaña.

Tras abrirse una investigación para tratar de esclarecer las causas de aquel desastre, Drake fue relegado a comandante de las defensas costeras de Plymouth, negándosele el mando de cualquier expedición naval durante los siguientes seis años.

Segunda oportunidad

Su oportunidad de resarcirse llegó en 1595, cuando la reina inglesa, harta de las continuas derrotas que llevaba sufriendo desde 1588, volvió a depositar su confianza en él. Drake, convencido de que lo más dañino para España era atacar sus posesiones en el Caribe, convenció a la reina para poner en marcha su plan: hacerse con Panamá, en el centro de los dominios españoles.

La reina concedió a Drake el mando de 6 galeones reales, los mejores de la armada inglesa, a los que se sumaron 22 de navíos de guerra más pequeños, barcazas y barcos de transporte de tropas, 3.000 soldados y 1.500 marineros.

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El 7 de septiembre de 1595, la mayor flota enviada hasta el momento contra la América española partía de Plymouth bajo el mando de Francis Drake y otro legendario corsario, John Hawkins, mientras el mando de los soldados recaía en el general Sir Thomas Baskerville.

Su primer destino, antes de alcanzar Panamá, sería San Juan de Puerto Rico, donde habían sido informados de que se encontraba el galeón español 'Nuestra señora de Begoña', que formaba parte de la Flota de Indias y que estaba siendo reparado tras sufrir un temporal mientras transportaba más de 3 millones de Reales de a ocho en sus bodegas.

Pero la expedición no pudo comenzar de peor forma. En contra de la opinión de Hawkins, Drake ordenó atacar las islas Canarias para abastecerse antes de dirigirse al Caribe, ya que calculaba que en pocas horas podía tomar Las Palmas sin excesiva dificultad, defendida por apenas 1.000 hombres en su mayoría civiles.

Pero los canarios rechazaron el ataque, causando decenas de muertos y heridos entre las filas inglesas y haciendo algunos prisioneros a los cuales les sonsacaron el plan original de los ingleses, permitiendo dar aviso a las autoridades españolas en América y en la Península. Mientras, Drake se aprovisionó en la Gomera y ponía rumbo al Caribe el 6 de octubre.

John Hawkins.

John Hawkins. Wikimedia Commons

Pero las noticias ya habían puesto en marcha la maquinaria defensiva española. España llevaba años perfilando un nuevo tipo de barco que aunara velocidad, capacidad de maniobra y capacidad ofensiva, un diseño del cual se acababan de construir cinco buques, a los que se les llamó fragatas y con los que, tras conocerse las noticias provenientes de Las Palmas, se constituyó rápidamente una flotilla que se puso bajo el mando de Pedro Téllez de Guzmán, que partió al Caribe en busca de Drake y su flota, con quienes se tropezaron a la altura de las islas Guadalupe, en las Antillas.

Guzmán arremetió contra los ingleses en una temeraria acción, ya que era superado ampliamente por el enemigo, pero sus cinco fragatas eran más rápidas y marineras que los galeones reales ingleses, lo que le valió para hacerse con uno de los barcos enemigos.

Después de capturarlo, puso rumbo inmediato a San Juan de Puerto Rico, reforzando así las pobres defensas de la ciudad, que apenas contaba con 400 soldados, unos centenares de vecinos y 300 hombres del galeón que se estaba reparando en el puerto, el “Nuestra señora de Begoña”.

Humillación en Puerto Rico

El 22 de noviembre llegaban los ingleses a Puerto Rico, sin Hawkins, que había muerto diez días antes por unas fiebres. Las fragatas de Téllez de Guzmán bloqueaban el acceso al puerto, las fortaleza se preparaba para el ataque y la ciudad vivía una actividad frenética, mientras los ingleses fondeaban a una distancia que creyeron segura y que les permitiría estar fuera del alcance de la artillería española.

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Pero se equivocaban. Al amparo de la noche, un regimiento de soldados trasladó un cañón de largo alcance hasta un saliente del castillo de San Felipe del Morro, cercano a donde estaban fondeados los piratas e hicieron fuego. Y no solo eso, las nuevas fragatas disponían de cañones con mayor alcance, algo que Drake desconocía, y abrieron fuego contra el buque insignia inglés mientras los oficiales cenaban con su comandante, matando en el acto a varios de sus capitanes y destrozando el barco, que a duras penas se mantenía a flote.

Drake levó anclas y aumentó la distancia de seguridad. Aquel contratiempo retrasaría el ataque a la noche del 23 de noviembre de 1595. El inglés ordenó enviar 30 barcazas con 1.500 soldados para prender fuego a las fragatas españolas durante la noche, mientras aprovechaban el desconcierto para desembarcar hasta la playa y tomar San Juan y las fortalezas defensivas.

En la oscura noche, el ataque con bombas incendiarias tuvo éxito, pero el fuego se propagó demasiado rápido por una de las fragatas españolas, la 'Magdalena', por lo que no pudo ser apagado. La tripulación abandonó el barco, que quedó a la deriva meciéndose en las calmadas aguas de la bahía como una gigantesca antorcha que iluminó la oscura noche puertorriqueña. Esto hizo visibles las barcazas inglesas que avanzaban a la playa y que fueron cañoneadas sin piedad por el resto de las fragatas y los fuertes de la bahía, acabando con la vida de más de 400 ingleses.

Cegado por la venganza y la avaricia, Drake organizó nuevos desembarcos, pero no consiguió doblegar a las defensas españolas, por lo que, humillado, ordenó la retirada el 25 de noviembre para dirigirse a Panamá, su objetivo real.

Castillo de San Felipe del Morro en San Juan de Puerto Rico.

Castillo de San Felipe del Morro en San Juan de Puerto Rico. Wikimedia Commons

Tras la retirada de Drake, las fragatas de Pedro Téllez de Guzmán cargaron en sus bodegas el tesoro del galeón 'Nuestra señora de Begoña' y partieron con destino a Sevilla, mientras en España otra flota partía hacia América, compuesta por 20 barcos de guerra, 3.000 hombres y comandada por Bernardino de Avellaneda y Juan Gutiérrez de Garibay, para dar nueva caza al pirata inglés.

A estas alturas, cada rincón del Caribe ya había sido avisado de las intenciones de Drake, provocando que todas las poblaciones fueran abandonadas, los víveres escondidos y sus defensores estuvieran preparados para acciones de guerrilla cada vez que los piratas ingleses desembarcaban en busca de agua o comida con la que abastecerse.

Antes de dirigirse a Panamá, Drake visitó Cartagena de Indias, pero la ciudad ya estaba preparada para defenderse, lo que provocó que el inglés decidiera seguir su plan inicial y evitar otra humillación. Las enfermedades, el hambre y la desesperación hacía semanas que se propagaban, pero la determinación del pirata era total: Panamá caería por la reina Isabel y por Inglaterra.

Objetivo Panamá

El 6 de enero de 1596, la flota de Drake llegaba a las costas de Panamá, al abandonado pueblo de Nombre de Dios. Su estrategia consistía en desembarcar 1.500 hombres bajo las órdenes de Baskerville, que recorrerían el Camino Real hacia la ciudad de Panamá, mientras Drake remontaba el río Chagres para apoyarles a su llegada a la capital. Pero los ingleses tenían enfrente a un duro e inesperado rival: el gobernador de Panamá, Alonso de Sotomayor, un veterano de los Tercios que había sido oficial con el duque de Alba en Flandes.

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Sotomayor había urdido un brillante plan junto a uno de los ingenieros más destacados del imperio español, Bautista Antonelli, perteneciente a una saga familiar a la que Felipe II confiaba la construcción de las fortalezas de su imperio y que casualmente estaba en Panamá con la misión de fortificar la cercana ciudad de Portobelo.

Antes de la llegada de los ingleses, ambos estrategas habían recorrido el Camino Real entre Nombre de Dios y la ciudad de Panamá para encontrar el punto en el que defender con garantía la ruta, un lugar que hallaron en la loma de Capirilla, que fortificaron con troncos y zanjas, siguiendo las indicaciones de Antonelli, y que se dejó en manos de poco más de setenta hombres bajo el mando del capitán Juan Enríquez.

Los españoles detectaron el avance de los ingleses horas antes de alcanzar la loma. Su avance no era fluido, tardaron dos días en llegar, el camino era estrecho, plagado de vegetación y bajo un ambiente cargado de humedad, calor y enfermedades a las que los ingleses no estaban acostumbrados.

El capitán Juan Enríquez había preparado a conciencia la defensa. La mayoría de sus hombres habían servido en los Tercios, eran disciplinados, sabían cómo defender una posición, mantener una formación, recargar con rapidez, disparar coordinadamente y conservar la calma ante cualquier enemigo que hubiese frente a ellos. Por eso, todos y cada uno de los asaltos ingleses fueron rechazados uno tras otro bajo el fuego español y sus picas. En menos de un día, 500 ingleses dejaron su vida intentando hacerse con aquella loma.

Fuerte de San Fernando en Portobelo (Panamá).

Fuerte de San Fernando en Portobelo (Panamá). Wikimedia Commons

Y justo cuando el general Baskerville preparaba un último asalto con todos sus hombres, se escucharon tambores que se acercaban y que los británicos reconocieron inmediatamente: los Tercios. Aquel sonido era emitido por un pequeño refuerzo de 50 hombres que Sotomayor había enviado a la lucha y que los ingleses temieron que fueran los mismísimos Tercios traídos de Flandes y comandados por el propio gobernador.

Para cuando este pequeño contingente llegó al improvisado fuerte, los enemigos habían huido a Nombre de Dios, adonde llegaron tras tres días de lucha de guerrillas con los españoles, que causaron más bajas en los hombres de Baskerville, llegando a perder casi 800, la mitad de todo su ejército.

La muerte del pirata

Las bajas, las enfermedades y la ausencia de agua potable y víveres hicieron que Drake decidiera izar velas y retirarse de Panamá el 15 de enero. Aquel día, la mayor flota inglesa enviada hasta entonces a América se marchaba sin haber cumplido su propósito. Desmoralizado, agotado y enfermo de disentería, fondeó su flota el 27 de enero en la entrada de Portobelo.

Falleció a la madrugada siguiente y su cuerpo, siguiendo las órdenes del general Baskerville, fue lanzado al mar en un ataúd de plomo en contra de su voluntad, que había pedido ser enterrado en tierra firme. Sin dejar tiempo para velar su muerte, dos de sus herederos, su hermano y su sobrino, se enfrentaron en el mismo buque por algunas de sus pertenencias.

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El general Thomas Baskerville, ahora al frente de la expedición, dio orden de tomar rumbo a Inglaterra, pero tras hacer una parada en Cuba para abastecerse, el 11 de marzo de 1596 les dio caza la flota de Bernardino de Avellaneda y Juan Gutiérrez de Garibay, que ejecutaron un ataque que desarboló por completo lo que quedaba de la flota inglesa. Ésta renunció a combatir, arrojando por la borda artillería, cañones y armas para intentar ganar velocidad y huir de la persecución española.

La misión fue un estrepitoso fracaso, uno de los mayores que ha conocido Inglaterra a lo largo de su historia. De los 28 barcos de la mayor flota inglesa enviada hasta entonces a América regresaron tan solo 8. Además, sus dos legendarios almirantes fallecieron, así como otros 3.500 ingleses. En el lado español se perdieron 200 almas y dos buques.

Alonso de Sotomayor esperó durante semanas la llegada de Francis Drake por el río Chagres, pero ese enfrentamiento nunca se dio gracias a su estrategia en la defensa de Panamá, que le dio la victoria sobre el pirata inglés sin ni siquiera enfrentarse directamente a él.

Cuentan que, consciente de que el fin se acercaba, Francis Drake pidió a sus hombres que le pusieran su armadura para morir como un soldado. Cuando se conoció la noticia de su muerte, las campanas de todas las iglesias de Castilla repicaron como símbolo de celebración por la desaparición del que fue considerado como el mayor enemigo de Felipe II.

El entierro de Drake por Thomas Davidson.

El entierro de Drake por Thomas Davidson. Wikimedia Commons

A pesar de haber sido enemigo acérrimo de España, Cervantes y Quevedo le dedicaron citas en sus obras y el genial Lope de Vega escribió La Dragontea, poema épico en el cual narra las fechorías del corsario inglés. Quizá el mejor resumen de su vida podemos encontrarlo en la leyenda que adornaba su escudo de armas tras ser nombrado caballero por la reina Isabel I aquel 4 de abril de 1581, a bordo del Golden Hind: ”Sic parvis magna” (La grandeza nace de pequeños comienzos).