El Conde de Lemos: defensor de Galicia y mecenas de Cervantes, Quevedo o Lope de Vega
La figura de un gran protector de las artes del siglo XVII que protegió a artistas y fue enterrado en Monforte
8 enero, 2023 06:00En 1616, días antes de morir, Miguel de Cervantes dedicaba a un poderoso noble la considerada como una de las páginas más bellas de la literatura española. El día antes a redactarla, Cervantes había recibido la extremaunción, pero reservó sus últimas fuerzas para agradecer en esa epístola a la persona que le había protegido y a la que había servido durante años, y a quien había dedicado prácticamente todas sus obras desde el Quijote. Un noble gallego que fue una de las personas más poderosas y cultas de la España del siglo XVII. Gran político, diplomático, estadista, escritor, defensor de su tierra, protector de la cultura y mecenas de algunos de los autores españoles más brillantes de todos los tiempos: Cervantes, Lope de Vega, Quevedo… Llegó a ser virrey de Nápoles, presidente del Consejo de Indias, presidente del Consejo Supremo de Italia, embajador extraordinario en Roma, Alguacil Mayor del Reino de Galicia y Grande de España. Además, fundó universidades, monasterios o escuelas y luchó por la libertad de los indígenas del Nuevo Mundo. Esta es la historia del Gran Conde de Lemos: Pedro Fernández de Castro, Andrade y Portugal.
Pedro nacía en Monforte de Lemos en 1576 y pertenecía a uno de los linajes de la nobleza gallega más poderosos de España, cuyos dominios estaban en la comarca de Lemos y su capital, la maravillosa villa lucense de Monforte de Lemos. Era hijo de Fernando Ruiz de Castro, sexto conde de Lemos, y de Catalina Zúñiga y Sandoval, que se preocuparon de dar a su hijo la mejor formación posible. A pesar de que hay poca información sobre sus primeros años de vida, Monforte fue donde recibió su primera formación, que completaría en la Universidad de Salamanca.
En 1598 su padre le concedió el título de marques de Sarria y se vio en la necesidad de buscar un secretario que le ayudase con sus asuntos personales. Para ello eligió al escritor Lope de Vega, que ya había tenido el mismo cargo bajo las órdenes de su padre. Durante su servicio, Lope de Vega recibió la ayuda económica de su señor para reeditar su legendaria obra “Dragontea”, siendo esta la primera medida conocida del conde de Lemos como mecenas y protector de las artes.
En noviembre de 1598 su vida cambiaría para siempre tras su unión en matrimonio con Catalina de la Cerda y Sandoval, hija del todopoderoso Duque de Lerma, que lo acogió bajo su protección.
Pedro comenzó una fulgurante carrera y se instala en la Corte, donde piensan en él como virrey de Nápoles, tras el fallecimiento del anterior virrey en 1601, su propio padre, del que hereda sus títulos y propiedades, pero finalmente se optó en su lugar por su hermano de manera temporal.
Pero el gallego no se iba a ir con las manos vacías. Para él se reservó el cargo de presidente del Consejo de Indias, del cual tomó posesión el 9 de marzo de 1603. Tenía tan solo 27 años y asumía una posición que era considerada como una de las de mayor relevancia de toda la administración española de su época. Y no defraudó a nadie. El mismo rey Felipe III diría de su gobierno: “Honró el cargo y se honró a sí mismo”.
Como presidente del Consejo de Indias, tenía a su cargo todos los ámbitos políticos y administrativos de las colonias españolas y bajo su mandato demuestra una gran sensibilidad con los habitantes del Nuevo Mundo, solicitando al rey su plena libertad con un informe que provocó que Felipe III promulgara en 1609 una real cédula accediendo a su solicitud.
Desempeñó su cargo con tal brillantez que en 1608 fue nombrado virrey de Nápoles, el mayor cargo y el más deseado de toda Europa, ya que Nápoles era una de las posesiones más ricas de la Corona. En Italia demostró de nuevo su brillantez, tomando medidas de gran impacto para la seguridad de los napolitanos, eliminando la usura o reduciendo las enormes desigualdades sociales existentes. Además, fundó la Universidad de Nápoles, defendió la región de los piratas turcos y de sus invasores, levantó escuelas, construyó el Colegio de los Jesuitas y creó la legendaria Academia literaria de los Ociosos, que bajo su protección se convertiría en el epicentro de la cultura y las letras de Europa.
A principios de 1616 el rey le promociona a la presidencia del Consejo de Italia y, tras pasar algún tiempo en su amada y añorada Galicia, se instala en la Corte, circunstancia que aprovechó para reivindicar la restitución al Reino de Galicia de su derecho histórico al voto directo en las Cortes de Castilla y que no siguiera representada como hasta entonces por Zamora, una situación que creía humillante para un antiguo reino como el gallego. Pero sus peticiones eran rechazadas una y otra vez debido a las luchas palaciegas entre los seguidores del Duque de Lerma (su protector) y los del futuro Conde-Duque de Olivares.
Así que, harto y poco antes de que se quedara sin apoyos en la Corte, decide renunciar a sus cargos y regresar a Galicia para dedicarse a la cultura, el arte y administrar sus posesiones en una época que él mismo definió como los días más felices de su vida. Porque al margen de su carrera política, y de haber sido una de las personas más poderosas de toda España, el conde de Lemos era también uno de los hombres más cultos de su tiempo, llegando a escribir varias obras.
Pedro protegió a escritores y artistas, fomentó la publicación de obras literarias, científicas y políticas, coleccionaba cuadros y poseía una extraordinaria biblioteca con más de 2.000 volúmenes, de los que gran parte desparecieron en el gran incendio que sufrió el palacio de los condes de Lemos en 1672. En su casa había más de doscientos cuadros de artistas como Tiziano, Rafael, Miguel Ángel, Durero o El Bosco, además de conservar dibujos de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. En su importante biblioteca podíamos encontrar libros religiosos, de arquitectura, de política, de entretenimiento, en castellano, en italiano o en portugués y disponía de clásicos de Homero o Virgilio, así como manuales de ortografía, gramática o lingüística.
Además, se interesó por la obra de Rubens y Caravaggio, a los que además protegió, y quiso traer a España, también bajo su protección, al célebre astrónomo Galileo Galilei, por quien había intercedido en la Corte.
Su labor como mecenas fue extraordinaria, contando entre sus protegidos españoles con figuras como Luis de Góngora, el mencionado Lope de Vega, Francisco de Quevedo, los hermanos Argensola o Miguel de Cervantes que, agradecido por la generosidad del conde, prometió dedicarle toda su obra a partir de El Quijote, promesa que cumplió incluso al borde de la muerte, cuando le dedicaba, cuatro días antes de fallecer, su última obra, “Persiles”.
En agosto de 1622, Pedro recibía una carta alertándole sobre el grave estado de salud de su madre, que vivía en la Corte en Madrid como camarera de la reina. Inmediatamente el de Lemos parte a la capital y a su llegada descubre que su madre se ha recuperado, y que ahora es él el enfermo.
Su estado se salud empeora con rapidez y a las siete de la mañana del 19 de octubre fallece con tan solo 46 años en su casa madrileña de la Plazuela de Santiago. Su cuerpo fue enterrado en el monasterio de las Descalzas Reales portado por caballeros de la Orden de Alcántara, de la cual era comendador, en una procesión que reunió a miles de personas para despedirlo. Vestía el hábito blanco de la orden y su espada, que en la actualidad se conserva en la Real Armería del Palacio de Oriente.
Siguiendo su voluntad, fue trasladado siete años después a su querida Monforte. Cuando se construyó el nuevo convento de Santa Clara, fundado por Catalina de la Cerda y Sandoval, viuda del conde, sus restos fueron trasladados a esta nueva ubicación el 27 de agosto de 1646, en una ceremonia durante la cual las calles de Monforte se vistieron de gala. Se trasladaron varias tumbas y en último lugar viajaba el féretro del Gran conde de Lemos, portado por seis grandes del Reino.
En la actualidad se desconoce el paradero de sus restos, ya que fueron ocultados durante la invasión francesa.
Sobre su muerte, su protegido y amigo, Lope de Vega, escribía: “Mucho hay que hablar y no es para papel”, haciéndose eco de lo que a muchos les rondaba la cabeza, que su fallecimiento podría haber sido debido a un envenenamiento por parte de sus rivales, aunque nadie se preocupó de investigar el final del séptimo conde de Lemos, sexto conde de Vilalba, quinto conde de Andrade, cuarto marqués de Sarriá, presidente del Consejo de Indias, virrey de Nápoles, presidente del Consejo de Italia y mecenas del Siglo de Oro: Pedro Fernández de Castro, Andrade y Portugal.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- cervantesvirtual.com
- lavanguardia.com
- mcnbiografias.com
- elcorreogallego.es
- dbe.rah.es
- almendron.com
- casamuseolopedevega.org
- monfortedelemos.es
- correos.es