La corte de 'Doña Pureza' en la ANC: de un jefe de la 'DGT catalana' a una hispanista del Cervantes
Cada vez más bunkerizada y enrocada en el rechazo a cualquier negociación que no sea la independencia, la Asamblea quiere entrar en el Parlament.
16 septiembre, 2023 03:08Dolors Feliu, o ‘Doña Pureza’ –como definió recientemente el secretario de Medios de la Generalitat, Oriol Duran (ERC)– acaparó todas las miradas en la celebración de la pasada Diada de Cataluña. La presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) anunció en su discurso de cierre de la gran manifestación del 11 de septiembre en Barcelona que su organización concurriría a las próximas elecciones al Parlamento catalán de 2025.
Después de años en decadencia, de perder poder de convocatoria en las calles, sufrir una fragmentación interna y el abandono de los principales partidos independentistas, refundarse como formación política es el último intento desesperado de la ANC para recuperar el protagonismo. Su objetivo es llegar al Parlament en 2025 para ejecutar lo que, según ellos, ni ERC ni Junts se han atrevido a hacer después del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017: declarar la independencia.
Cada vez más aislada, bunkerizada y radicalizada, la ANC ha pasado de tener en sus filas a miembros prominentes del movimiento independentista como Carme Forcadell o Jordi Sànchez a componerse por una dirección desconocida y sin apenas influencia política. Ellos son, en palabras del politólogo Joan Roca a EL ESPAÑOL, “la minoría que vive con la idea del eterno retorno al 1 de octubre”.
Son la corte de ‘Doña Pureza’, el reducto irredento del independentismo que se niega a cualquier negociación con Madrid que no sea el reconocimiento de la “legitimidad” del 1-O, y cuya hoja de ruta sigue intacta desde entonces: “Independencia o nada”, como subrayó Feliu el pasado 11 de septiembre.
Radicales y desconocidos
El pasado 18 de febrero, la ANC sufrió una escisión en la que el vicepresidente Jordi Pesarrodona y otros 13 miembros del Secretariado Nacional abandonaron la organización por malas praxis de esta, y por oposición a la lista cívica al Parlament que impulsa la actual dirección.
Desde entonces (marzo), acompañan a Feliu en el Comité Permanente –el máximo órgano directivo de la ANC–, funcionarios de la Generalitat, de TV3, activistas independentistas de larga trayectoria, periodistas, empresarios, profesores universitarios y algún expolítico de segunda fila…
Núria Marín es la actual vicepresidenta de la ANC. Está implicada en el movimiento independentista desde finales de los años 80, cuando fue coordinadora de la ‘Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació’. Militó en ERC durante 20 años y fue concejala del Ayuntamiento de Lérida. Forma parte de la ANC desde el anterior mandato (2020-2022) y fue ascendida como persona de confianza de Feliu tras la salida de Pesarrodona.
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Otro miembro destacado de la Asamblea es Manel Manzanas, que ejerce su profesión como funcionario, en calidad de jefe de formación y desarrollo de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), la empresa pública de la que dependen TV3 y Catalunya Ràdio. Manzanas es el actual responsable de gestión económica y administrativa de la ANC.
La secretaría de la organización la ocupa el ingeniero informático Jordi Domingo; la tesorería, Ada Ferrer, economista y profesora universitaria. Entre los miembros del Comité Permanente también está el exdiputado de ERC Uriel Bertrán. Se trata del único miembro de la ANC con una trayectoria política destacada: en 2007, años antes del procés, fue expulsado de la dirección del partido por exigir el inicio de un proceso que culminara en un referéndum de independencia. Luego, pasó a formar parte de la candidatura de Solidaritat Catalana, partido independentista impulsado por Joan Laporta. Es el responsable de Estrategia y de Discurso en la ANC.
En la lista del Comité Permanente siguen Carles Fité, empresario, vocal de la Cámara de Comercio de Gerona y uno de los representantes de la patronal independentista. Fité preside la Comisión de Acciones Sectoriales de la ANC. También es hermano del fallecido Jordi Fité, vinculado a la Cámara de Comercio de Barcelona, quien también fue miembro de la Asamblea.
La responsable de Comunicación de la organización es Marina Solís, consultora de Política y Planificación Lingüísticas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC); el responsable de Incidencia Política es Josep Lluís Redondo, ingeniero informático con una dilatada carrera en la petrolera francesa Total; y la jefa de Movilización y Acciones Territoriales es la periodista Esther Güell, quien inició su carrera en la Agencia EFE y ejerce como coordinadora editorial del grupo Interempresas Media.
El núcleo duro de Feliu lo cierran Bàrbara Roviró, lingüista, profesora en la Universidad de Bremen (Alemania), quien también aparece en el listado de hispanistas del Instituto Cervantes y que en la ANC se ocupa del área de Incidencia Internacional; y Llorenç Prats, responsable de Gestión de Trànsit de la Generalitat (el homólogo autonómico de la DGT), quien en la Asamblea se encarga de la Comisión Jurídica y Seguridad.
Lista cívica
La única alternativa que parece plausible de la actual ANC, enrocada en el bloqueo a cualquier pacto que no implique a la independencia, es abrir su propio camino en la política institucional a través de la “lista cívica”, o desaparecer.
Para el historiador y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Arnau González Vilalta, la lista cívica de la ANC no tendría por qué ser un fracaso electoral desde el punto de vista de sus perfiles, si organiza una buena campaña y “viraliza” a sus principales representantes. Pero, añade: “La cuestión es si una parte de la sociedad catalana daría apoyo a un tipo de candidatura que fragmenta más el independentismo y que no parece ir en sintonía con el momento psicológico del movimiento”.
“No le veo posibilidades de éxito más allá que unos escaños. La oficialidad del catalán en el Congreso y en la UE serían hechos que pueden cambiar la realidad de toda la ‘cuestión catalana’ y de autopercepción de la propia España. La amnistía sería clave, pero la cuestión más trascendental es si el gobierno de Sánchez abre realmente unas negociaciones en las que se reconozca el conflicto político”, prosigue el profesor.
Para González Vilalta, que un movimiento de base como la ANC dé el salto a la política institucional no tendría más sentido que “en momentos excepcionales que ahora mismo no se producen”.
“Para una legislatura de dos meses que determine o aplique una decisión unilateral en poco tiempo, quizás tendría sentido. Pero si se trata de formar parte de un Parlament estable, la entrada de una formación que tiene un sólo objetivo político, pero sin una ideología global en cuestiones socioeconómicas, provocaría que una serie de diputados se abstuvieran de manera general o actuasen desordenadamente en todo aquello que no afectase a los aspectos de definición nacional o de camino hacia la plena soberanía de Cataluña”, prosigue González Vilalta.
Pérdida de fuerza
La ANC logró convocar en el primer 11 de septiembre del procés a 1,5 millones de personas por el sueño de la independencia. Era 2012 y el camino hacia la llamada “República Catalana” acababa de arrancar, con un apoyo institucional, político y de la calle sin precedentes. La organización llegó a congregar hasta 1,8 millones de personas en 2014. Pero, desde entonces, la fuerza del movimiento ha ido en descenso.
En la última Diada, el poder de convocatoria de la ANC se vio retratado: apenas pudo sacar a la calle a 115.000 personas, según datos de la Guardia Urbana de Barcelona. Es la cifra más baja desde que la organización convoca al movimiento independentista a tomar las calles el 11 de septiembre, sin contar los dos años de Covid.
Por si fuera poco, en el término de una semana, el presidente autonómico Pere Aragonès rechazó de lleno la posibilidad de una declaración unilateral de independencia como exigió Feliu en su discurso. Por su parte, Carme Forcadell, primera presidenta de la ANC, criticó a la asociación por haber perdido la “transversalidad” que la caracterizó. Además, añadió que “la lista cívica es un error” porque, en su opinión, la ANC “se convertirá en un partido más”.
El punto de inflexión que explica el inicio de la decadencia de la ANC fue el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. En aquel momento, la ANC decidió romper con los principales partidos independentistas por no aplicar el mandato del plebiscito. Los partidos, a excepción del actual Junts, que siguió también en la estrategia del bloqueo, también les retiraron el apoyo.
Pero ahora, tras el acercamiento de Junts al PSOE de Pedro Sánchez con la amnistía como telón de fondo, la ANC se ha quedado todavía más aislada. Como dice el Roca, el politólogo, una falta de acuerdo que llevase a una repetición electoral en España “podría dar alas” de nuevo a un movimiento que vive sus horas más bajas, con una dirección que tiene poco tirón en la calle.
“En sus inicios, la ANC era un movimiento transversal que tenía el poder de presionar a los partidos independentistas y marcar su agenda. De hecho, unió a ERC y a Junts, dos partidos antagónicos, en la coalición de Junts pel Sí en 2019. Pero, en la actualidad, la ANC no tiene ninguna influencia en los partidos. Ha quedado relegada”, asegura.
“Esto lo vemos en los perfiles que formaron parte de ella y los que la componen ahora. Forcadell era alguien de ERC, y Jordi Sànchez era muy cercano a David Madí, miembro del ‘estado mayor’ del 1-O y un convergente ‘pata negra’. Esto también explica la trayectoria que ha tenido luego Sànchez en Junts. En la actualidad, no existe en la ANC esta capacidad para cambiar el rumbo en ninguno de los principales partidos, por lo que están abocados a ir por su cuenta”, concluye el politólogo.