Buscar viaductos para aprisionar candados, en sus barandillas, es un rito de enamorados desde Brooklyn hasta la Gran Muralla China aunque, quizás, un tanto incívico. El 14 de febrero, el mundo recuerda juramentos de amor en un balcón de Verona y pasiones más allá de la vida en la India. Espacios unidos al amor por la literatura o la arquitectura, y atardeceres románticos con fondos mágicos y palabras susurradas.
Más allá del amor
Si existe una imagen de enamorados, plenamente reconocible, es la de Romeo y Julieta. Los protagonistas de la obra de Shakespeare se juraron amor eterno en un balcón. El mismo que espera nuevos romances en la Casa de Giulietta, en Verona, muy cerca de Venecia.
En vía Cappello 23, a pocos metros de la Piazza delle Erbe, aparece el escenario de amor más trágico de la literatura. La inspiración del gran dramaturgo inglés se identifica con el palacio que, desde el siglo XIII, perteneció a unos nobles de la ciudad italiana. Actualmente, es un museo rodeado de jardines que exhibe en su interior muebles del siglo XVI y XVII y frescos que narran la historia de Romeo y Julieta. Junto a la casa, una pared se llena de cartas y mensajes de enamorados, especialmente el día de San Valentín. El 14 de febrero, todo el encanto medieval de Verona rebosa con representaciones de Romeo y Julieta y mercadillos de artesanía con forma de corazón.
Pero, el amor tiene su gran monumento en el norte de la India, en la ciudad de Agra. El Taj Mahal es una de las siete maravillas del mundo. El imponente mausoleo fue erigido, en el siglo XVII, en honor a la esposa favorita del emperador. La emperatriz murió al dar a luz y su esposo quiso inmortalizar su amor. El Taj Mahal es una edificación hipnótica, de simetría perfecta, custodiada por estilizados minaretes. El mausoleo aglutina todos los elementos de un lugar sagrado para la religión islámica, las cúpulas representan el cielo, los jardines el paraíso y el agua de su fuente la pureza. Cuando el emperador falleció fue enterrado allí, junto a su amada.
El impresionante mausoleo fue construido en mármol blanco, con incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas. Un conjunto arquitectónico que adquiere distintas tonalidades que varían según la incidencia del sol, gris por la mañana y rosado al atardecer.
Hermosa, aunque con menos brillos, París está considerada la ciudad del amor. Siglos atrás, en el día de San Valentín, los cortesanos franceses realizaban pequeñas competiciones y juegos para encandilar a las doncellas y conseguir pareja.
El peso del romanticismo
La romántica París a punto estuvo de ver sucumbir su Puente de las Artes. La estructura peatonal de metal y madera, que une el Museo del Louvre con el barrio de Saint-Germain-des-Prés, sufrió la incontrolable pasión de los amantes, empeñados en anunciar su unión con candados colgados de las barandillas. Una década fue suficiente para que el peso de tanto amor haya tenido que ser retirado y subastado por el Ayuntamiento.
Pero el Sena, depositario de las llaves de aquellos amorosos candados, mantiene todo el romanticismo. Navegar por el río mientras “la ciudad de las luces” comienza a iluminarse y se engalana con los destellos de la Torre Eiffel, es una estampa propia de enamorados.
Muchas parejas se prometen fidelidad en el precioso Temple Romantique, un templo neoclásico dedicado al amor entre Luis XVI y su esposa María Antonieta, construido en la Île de Reuilly. La pequeña isla artificial ocupa el centro del lago Daumesnil y forma parte de un magnífico bosque parisino convertido en parque.
Y, en lugar de dañar los troncos de los árboles con inscripciones, París ofrece a los enamorados un “muro de los te quiero”. La Colina de Montmartre, en el encantador barrio bohemio de los artistas parisinos, dispone de una gran pared en la que los amantes escriben sus frases de amor en todos los idiomas.
Atardecer para enamorados
Santorini es esa isla griega que enamora los sentidos. Distintas tonalidades de azul en el cielo y el mar, casitas blanquísimas amontonadas por la ladera y preciosas cúpulas azules completan una preciosa postal en el mar Egeo. La isla de la media luna parece creada para los enamorados.
Lo más impactante no son las preciosas calas ni las playas ni los restaurantes al borde del acantilado sino todas esas maravillosas imágenes unidas a uno de los atardeceres más impresionantes del mundo. La puesta de sol es un espectáculo inigualable y la localidad de Oia aporta su estampa más idílica. La iglesia o el castillo son magníficos miradores, que compiten con decenas de rincones mágicos y discretos, para presenciar el momento más romántico del día.
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