Con un efectivo balance entre riesgo y control, Garbiñe Muguruza avanzó a la tercera ronda de Wimbledon tras imponerse a la belga Wickmayer (6-2 y 6-4) y se citó el próximo sábado con Sorana Cirstea (4-6, 7-6 y abandono de la estadounidense Mattek-Sands) por el pase a octavos de final. La española, finalista del torneo en 2015, siguió haciendo lo que de momento le corresponde, que es bastante difícil: ganar partidos contra rivales inferiores y en pistas pequeñas, algo que siempre se le ha atragantado. [Narración y estadísticas]
“Me ha gustado la seriedad que he tenido en los momentos difíciles, sobre todo en el segundo set”, festejó la número 15 del mundo. “Ha habido un momento en el que he tenido que salvar bastantes bolas de break y he podido darle la vuelta. En hierba, la diferencia son tres puntos y hoy he estado muy concentrada todo el tiempo”, insistió la española. “Por una razón u otra, antes me quedaba en las primeras rondas. Al final, soy una jugadora que siempre quiere mucho. Y querer mucho algo te puede salir mal. He perdido partidos por tener muchas ganas de ganar”, reconoció. “Intento mantener un equilibro, estar seria y calmada a la vez. Es algo que se puede trabajar y eso estoy haciendo en mis encuentros”.
Wickmayer, muy lejos de sus mejores momentos (llegó a acariciar la entrada al top-10 en abril de 2010), compitió decentemente, aumentando el nivel en la segunda manga y exigiéndole a Muguruza un paso adelante después de perder el primer parcial en un suspiro. La belga, que por momentos superó en agresividad a su contraria, se procuró tres pelotas de break para haber tenido luego la oportunidad de sacar y forzar el tercer set (4-4, 0-40). Fue un espejismo.
Ante esa situación de emergencia, la respuesta de Muguruza estuvo por encima del notable: la española salvó las tres oportunidades de rotura de Wickmayer e inmediatamente después cerró el partido al resto, rompiéndole el saque a la número 96 del mundo y retratando lo que dejó entrever en su debut del pasado martes. A Garbiñe, protagonista de una gira de hierba con luces (semifinalista en Birmingham) y sombras (derrota a la primera en Eastbourne), le ha cambiado la cara en Wimbledon: la puerta tras la que espera su mejor versión está prácticamente entreabierta.
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