—Los otros años también había ganado Roland Garros.
—De acuerdo, pero ahora hace tres años que no ganabas Roland Garros.
—Y además he tenido buenos resultados en pista rápida, hice tres finales.
Antes de Wimbledon, Rafael Nadal y Francis Roig tienen una conversación que desemboca en una interesante conclusión. Huérfano de un título del Grand Slam desde 2014, el mallorquín aterriza en el templo de la hierba espoleado por la confianza de haber ganado su décimo Roland Garros y reforzado por conseguirlo tras pasarse más de dos temporadas en blanco. El resultado tarda poquísimo en salir a flote: Nadal, que había sido incapaz de jugar bien sobre hierba en el último lustro, se enfrenta este lunes a Gilles Muller en los octavos de final sin renunciar a nada, y ahí está incluida la copa de campeón.
“Cuando ganas un grande después de tres años sin hacerlo tienes un plus de confianza y los contrarios te respetan más”, explica Roig a este periódico mientras unos niños revolotean alrededor de un balón de fútbol, en el exclusivo césped de la terraza de jugadores. “En su momento fue un mal trago perder tres finales, sobre todo la de Australia, que era para la historia”, reconoce el técnico del número dos. “Pero visto con perspectiva, has hecho tres finales y llegas a la gira de tierra batida con puntos y con buenas sensaciones. Y a él le da mucha confianza perder con rivales a los que debería ganar”, desvela Roig. “Rafa es un jugador que cuando está realmente bien no encuentra muchos contrarios que le puedan hacer tanto daño”.
Cinco minutos antes de las 12 de la mañana del domingo, Nadal sube la empinada cuesta que conecta la zona de los vestuarios de Wimbledon con las pistas de entrenamiento, en Aorangi Park. Rafael Maymó, su fisioterapeuta, le acompaña en la caminata por un torneo desierto, en silencio y completamente vacío. Es el Middle Sunday, un alto el fuego entre las dos semanas de competición, y como manda la tradición no se juega. El español, por supuesto, se entrena para preparar el asalto a los cuartos y en esa sesión de hora y media se escuchan golpes como truenos, que son los que produce el campeón con su raqueta en la mano.
“La sensación que tengo es que Rafael está controlando muy bien el juego y eso es algo vital”, valora Toni Nadal, tío y entrenador del tenista. “Está jugando muy bien, haciendo el tenis que ha venido demostrando desde el comienzo del año. Por eso, estamos confiados en nuestras posibilidades, aunque a partir de ahora todos los rivales son especialmente peligrosos, Muller el primero”, avisa sobre el luxemburgués, que ya ganó a Nadal en la segunda ronda de 2005 y que en esta edición lidera la clasificación de aces (72) en el torneo. “La marcha con la que jugó en el primer set contra Khachanov en tercera ronda… El nivel de los primeros juegos fue demasiado y creo que sería suficiente para ganar”.
Así llega Nadal a la terrible segunda semana de Wimbledon, donde le esperan muchas amenazas y algunas otras certezas. Lo segundo, claro, es lo más importante para el mallorquín: las tres victorias previas le han dado los automatismos que necesita para exigirse en la superficie, la hierba ya no es hierba (se puede jugar desde el fondo) y su candidatura al título no es ningún secreto. Es Nadal entrando en territorio de caníbales, Nadal entrando en su zona de confort.
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