El rugido final lo dice todo y da mucho miedo. Por quinta vez consecutiva, Garbiñe Muguruza acaba de ganar a Angelique Kerber tras remontar 4-6, 6-4 y 6-4 un partido empinadísimo camino de los cuartos de final de Wimbledon, donde este martes se medirá a Svetlana Kuznetsova (ganadora 6-2 y 6-4 de Agnieszka Radwanska) por una plaza en las semifinales. La victoria de la española, que deja a la alemana sin el número uno del mundo, es toda una declaración de intenciones: a estas alturas del torneo, Muguruza está listas para asaltar el título. [Narración y estadísticas]
El encuentro se disputa en un escenario insospechado. Pese a que ambas son campeonas de Grand Slam y finalistas de Wimbledon (Muguruza en 2015, Kerber en 2016), la organización del torneo ha sacado el partido de los dos estadios principales para mandarlo a la pista número dos, quitándole valor. Es el Manic Monday, el lunes loco, y se juegan a la vez todos los octavos masculinos y femeninos. Tantos son los cruces importantes, tan destacados sus protagonistas, que a Wimbledon no le queda otro remedio que tomar decisiones delicadas, por mucho que escuezan.
Un juego, sin embargo, basta para que Kerber y Muguruza demuestren que los organizadores se han equivocado por completo, que este cruce tenía que haberse jugado en la central, que el encuentro tiene demasiada categoría como para relegarlo a la pista dos. Los precedentes (4-3 para la española, la mayoría marcados por la calidad del juego y la dureza del marcador) anticipan una batalla de las grandes, de las que disfrutan las jugadoras y recuerdan los espectadores, de las que acaban entre los mejores partidos del año en el mes de noviembre, cuando la temporada termine y sea tiempo de echar la vista atrás.
Desde el arranque, Kerber anula la propuesta ultra ofensiva de Muguruza levantando mil barreras. La número uno del mundo, que es también una de las mejores defensoras del circuito, gana la primera manga tras cometer dos errores no forzados (¡dos!). La sorprendente cifra frena en seco el poderoso ataque de la española, que lo pega todo (18 ganadores) pagando las consecuencias (15 errores) y perdiendo la apuesta de imponer la violencia de sus golpes, que casi seguro habrían destrozado a cualquier otra rival.
Durante toda la mañana, las piernas de Kerber son la pesadilla de Muguruza. La española fabrica tiros maravillosos que van de línea en línea y de repente su tenis vuelve a ser mercurial, una cualidad perdida tras ganar su primer Grand Slam en 2016 (Roland Garros). Ya está, es imposible que esa pelota vuelva a cruzar la red, debe pensar la número 15 tras escupir fuego por su raqueta en la mayoría de los intercambios del encuentro. La bola, por supuesto, vuelve una vez. Y otra. Y otra más. Y da igual que la campeona de un grande encadene cinco disparos certeros porque Kerber tiene respuestas para todos, provocando el error de su oponente o fabricándose un hueco para entrar a morder el peloteo.
Con la alemana anclada en el fondo de la pista, desde donde marca el ritmo del partido, Muguruza se desespera. La española no ve la forma de ganarle los puntos a su contraria, que pone siempre una bola más en juego, que contragolpea en cuanto puede y que lee mal un punto de cada 20 que disputa. Así no es complicado, es imposible. Y, a pesar de todo, Garbiñe se mantiene con vida en el pulso, que es una intensidad tremenda porque las oponentes se exigen la vida en una hierba que no es hierba (desgastada y rota), sobre la que construyen peloteos larguísimos, de lado a lado y llenos de alternativas.
Que Muguruza gane el segundo set y empate el duelo solo puede explicarse por dos cosas: quiere luchar hasta el final y le sobra el juego para hacerlo. Kerber recibe la vuelta de su oponente sin dejarse impresionar, manteniendo su plan de permanecer agazapada y controlar todo lo que ocurra. Garbiñe es la que le borra esas intenciones de la cabeza.
Con 3-3 en el parcial decisivo, y tras romperse el saque varias veces (del 2-0 de Kerber al 2-2 de Muguruza, que vuelve a recuperar una desventaja con 2-3), la española levanta cuatro pelotas de break en un juego que dura 10 minutos. El partido acaba de explotar y el pase a cuartos está en un puñado de puntos. Hay tensión y las dos jugadoras van al límite, pero es Muguruza la que canta victoria de la mano de 55 ganadores y 54 subidas a la red, todo un arsenal ofensivo: si no pierde el coraje, si persevera por la vía de la garra, esta jugadora es muy difícil de inclinar.
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