“Con todo lo que ha conseguido, lo que me sorprende es que siga jugando, que siga teniendo la motivación de seguir viniendo a los torneos donde hace muchísimo que está jugando. Es lo que más me sorprende, que tenga ese hambre de competición. No me imagino a mí haciéndolo con esa edad”.
Las palabras son de Garbiñe Muguruza y van dirigidas a Venus Williams, su rival de este sábado en la final de Wimbledon. A los 37 años, y tras ganar cinco títulos en el torneo (2000, 2001, 2005, 2007 y 2008) que le han ayudado a construir su leyenda (siete grandes en total) la estadounidense buscará convertirse en la campeona de Grand Slam de mayor edad en la Era Abierta (desde 1969) en un partido que le llega en un momento increíble: desafiando al paso de tiempo, la ex número uno mundial está jugando como nunca.
“La longevidad de Venus se explica porque es un portento físico”, aseguró a este periódico Conchita Martínez, que en Wimbledon acompaña a Muguruza como entrenadora después de que Sam Sumyk (su técnico) tuviese que volver de urgencia a Los Angeles por cuestiones familiares. “Además, el saque le ayuda mucho, es un salvavidas para ella. Todo el mundo dice que hay que moverla para ganar. Claro, pero que no te mueva ella antes a ti”, prosiguió la ex número dos mundial, campeona de Wimbledon en 1994. “Tiene golpes muy directos. Vi un poco el partido de semifinales y los intercambios no duraban más de tres tiros. La veo muy bien, muy peligrosa y muy potente”, insistió sobre la estadounidense, que domina 3-1 el cara a cara con la española. “A Garbiñe le van a venir las bolas muy rápido, se va a tener que mover extra rápido también. Será muy exigente. Hay que sacar a Venus de su zona de confort. Eso es lo que intentará hacer”.
La brillante carrera de Williams ha estado marcada por dos grandes obstáculos que habrían llevado a dimitir a cualquiera otra. Por un lado, convivir a la sombra de su hermana Serena, la mejor tenista de todos los tiempos a falta de que los números lo confirmen. Por el otro, el síndrome de Sjögren, una enfermad autoinmune que le descubrieron en 2011 y que tiene síntomas peligrosos para una deportista, como reducir el nivel de energía y provocar fatiga y dolor en las articulaciones. Ambas piedras ha saltado la estadounidense, que tras jugar la final del Abierto de Australia este año tiene la oportunidad de volver a celebrar un título de la máxima exigencia en Londres.
“He jugado muchas finales en Wimbledon, pero jugar una más tiene un significado muy especial, es mucho más de lo que yo podía esperar”, reconoció la número 11 del mundo. “Sinceramente, no he visto a Garbiñe jugar en todo el torneo, pero la última vez que se enfrentó aquí contra Serena lo pasé muy mal en la grada. Ahora será ella la que me apoye a mí. Normalmente es la que suele estar jugando este tipo de partidos, pero esta vez me ha tocado a mí”, prosiguió. “Intentaré dejar el apellido Williams lo más alto posible”, avisó Venus. Palabras mayores.
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