Dos años después de perder su primera final de Grand Slam en Wimbledon, Garbiñe Muguruza regresará a por el título que perdió ese sábado de 2015 frente a Serena Williams en una tarde que la presentó como aspirante a dominar el circuito femenino a corto plazo. El jueves por la mañana, y en un abrir y cerrar de ojos, la española abrumó 6-1 y 6-1 a Magdalena Rybarikova (1h04m) y se citó el sábado con Venus Williams (6-4 y 6-2 a la británica Konta) por el segundo grande de su carrera (Roland Garros 2016). A los 23 años, y tras liberarse de la presión que nació con la conquista de su primer gran trofeo en París, Muguruza está más que lista. [Narración y estadísticas]
“Antes tenía más cosas en la cabeza, lo quería todo a la vez”, reconoció la española, que se aseguró regresar al top-8 con su victoria de semifinales. “Ahora intento hacerlo más simple todo, buscar más calidad en lo que hago. Es un reflejo”, afirmó. “En 2015, salí bastante nerviosa. Era todo nuevo y además jugaba contra una de las mejores de la historia. Hoy me siento mucho más fuerte como jugadora, con más solvencia y con más confianza tras haber conseguido buenos resultados antes de estar aquí”, avisó Muguruza, que solo ha ganado uno de los cuatro encuentros anteriores con Venus. “Y hay algo importante: también me encuentro más preparada”.
“Hoy era un partido que no sabíamos muy bien por dónde nos iba a salir”, dijo luego Conchita Martínez, que en Wimbledon acompaña a Muguruza como entrenadora. ”Su rival tenía un juego diferente, preveíamos que no le iba a dar ritmo, pero es que Garbiñe ha estado muy bien durante todo el encuentro, muy suelta y eligiendo los tiros a la perfección”, celebró la ex número dos mundial, campeona del torneo en 1994. “La he visto fantástica”.
De inicio, Rybarikova está muy nerviosa, y eso queda claro desde el calentamiento. La eslovaca, una novata en un partido de tanta exigencia, no da una durante el peloteo previo, que arranca temblando, y termina embarcando varias pelotas que no tienen ningún misterio. Esa evidente falta de temple le cuesta empezar el partido a contracorriente y condiciona todo el desarrollo del cruce, que la española hace suyo en línea recta, sin enfrentarse nunca a una curva que de verdad ponga en peligro su clasificación para la final.
Pasan 10 minutos y Muguruza gana 3-0 después de que Rybarikova haya cedido su saque con una doble falta. Pasan 22 y el marcador ya dice que el encuentro va 5-0, que Garbiñe ha vuelto a romper el servicio de su contraria, abrumada de arriba a abajo. Pasan 40 y la campeona de un grande lo tiene hecho, porque manda 6-1 y 2-0. La eslovaca, que se enreda en bolas fáciles y carece de claridad en la toma de decisiones (indecisa en muchas jugadas en la media pista), no tiene nada que hacer contra los impresionantes tiros de su rival, que una vez tras otra ponen en pie a la grada.
“¡Bravo Garbi!”, anima la gente, que no se despega nunca del lado de la española, a la que guardan mucho cariño tras la emocionante final que perdió en 2015 contra Serena. “¡Lo tienes campeona!”, le dicen a Muguruza, que jamás pierde la concentración, ni siquiera cuando se enfrenta a la única bola de break del partido (4-0 y 30-40) o cuando tiene que sortear un complicado 0-30 sacando por la primera manga, con 5-1. "¡Fuerza!", le cantan en los últimos juegos, cuando está claro que el triunfo le pertenece, que esta jugadora tiene que pelear por el trofeo en la final, que lo merece por todos los méritos que ha ido coleccionando durante el inicio de la competición.
Superada en todos los rincones de la pista, Rybarikova no tiene forma de reengancharse al encuentro. Su bola, sin peso, medio muerta, es una invitación para que Garbiñe ataque (22 ganadores dispara). Ni la idea de rebajar el ritmo con el cortado, ni la de cambiar las alturas, tienen ningún efecto ante la española, impermeable a las tácticas blanditas de su contraria.
“Muguruza ha jugado un partido increíble, nunca la vi jugar a ese nivel”, se sorprendió la eslovaca tras el partido. “No he podido hacer prácticamente nada, ha jugado muy rápido y con mucha profundidad”, añadió. “Lo único que puedo hacer es desearle todo lo mejor en la final”, se despidió tras ser arrasada la número 87 del mundo.
Así, y convertida en un ciclón, Garbiñe regresa a la final de Wimbledon, donde comenzó todo. Ahora, claro, le queda lo más difícil: coronar la historia en el escenario más prestigioso del mundo del tenis.
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