“No estés triste. Vas a tener este trofeo muy pronto. Confía en mí”. Las palabras que Serena Williams le dedica en 2015 a Garbiñe Muguruza tras ganarle el título de Wimbledon se convierten en realidad dos años después, cuando una de las candidatas más firmes a dominar el circuito femenino cierra el círculo y se desata la locura. La raqueta de la ganadora está en el suelo, donde también se clavan sus rodillas. Las manos van directas a su cabeza, que levanta el vuelo para irse muy lejos de allí. Sus ojos le brillan como brillan las chispas del fuego eterno, y es absolutamente normal: la española acaba de ganar el trofeo más prestigioso del mundo (7-5 y 6-0 a Venus Williams, su segundo grande tras Roland Garros 2016) para entrar a formar parte de la leyenda, donde pase lo que pase el día de mañana seguirá estando para siempre. La que salta, grita y llora es Garbiñe Muguruza Blanco, la nueva reina de Wimbledon, desde hoy historia viva del deporte. [Narración y estadísticas]
El título se decide en dos bolas que lo cambian todo. Pasan 50 minutos y la grada grita porque Venus manda 5-4 y tiene dos pelotas de set para hacer suya la primera manga (15-40). La estadounidense, que lleva desde el principio pegando plantada con los pies en el suelo, tiene el partido exactamente donde quiere. Muguruza no, Muguruza es lo contrario. La española ha sobrevivido hasta ese momento gracias a su saque, pero ahora se enfrenta al vacío a pecho descubierto. Con una sangre fría que ya le gustaría tener a más de un francotirador, Garbiñe salva las dos oportunidades de su contraria atacando, siendo valiente y atrevida. Así coloca el 5-5. Así se dispara. Así se termina el partido. Con un parcial de 9-0 (de 5-4 a 7-5 y 6-0), algo impresionante, Muguruza arrolla a Venus hasta levantar la copa de vencedora. Alucinante.
“Salvar esas dos bolas de set ha sido clave”, señala luego Conchita Martínez, hasta hoy la única española campeona de Wimbledon (1994) que durante todo el torneo ha acompañado a Muguruza como entrenadora después de que Sam Sumyk (su técnico) tuviese que marcharse a Los Ángeles por su reciente paternidad. “Se ha salido de una situación muy complicada con el servicio y creyendo en sus posibilidades, tirando valiente. Ha jugado cada punto sin rendirse. Mentalmente, eso te demuestra su fortaleza y jugar así ha hecho que Venus se rinda”, sigue la ex número dos del mundo. “Ganar Wimbledon te cambia la vida, es el torneo más importante y el más prestigioso”.
De salida es una final fea y poco limpia, con muchas astillas. Bajo el techo de la central, un paraguas gigante contra la lluvia que cae fuera, los saques sostienen en el partido a las finalistas, que tienen el mismo problema: las dos quieren que la victoria salga de su raqueta y no van a renunciar a mandar el día más importante de todos. Eso, claro, genera un choque tremendamente frontal. Saltan chispas sobre la pista, que pronto está envuelta en llamas. Ahí disfruta la estadounidense, que es la que lleva la iniciativa en el arranque.
Venus llega avalada por la experiencia de una carrera edificada durante casi dos décadas llenas de éxitos. Esta es una jugadora que ha ganado cinco veces Wimbledon, que tiene siete grandes en casa. Esta es una leyenda, porque aunque esté muy lejos de su hermana Serena (la mejor de siempre) ha hecho méritos para ganarse el puesto a pulso. Esta es una tenista inmortal, que a los 37 años está jugando como en sus mejores días, y eso es mucho decir porque ha tenido épocas realmente impecables.
Poco a poco, y pese al tremendo empuje de Williams, los nervios de Muguruza se van templando. La española, que arranca temblando, se tranquiliza cuando anula esas dos bolas de set con 4-5. Al margen de lo que ocurre luego, que es Venus destripada en el suelo, Garbiñe resta como nunca ante un de las mejores sacadoras del torneo (pone en juego el 77% de los servicios de su contraria y convierte cuatro breaks) y desde esa estadística se abre paso.
Amarrado el primer parcial, la número 15 (desde el próximo lunes cinco mundial) vuela y entra en los libros de historia como las más grandes: en un fantástico sprint final, la española abruma a Venus y celebra lo que hace dos años se le escapó amargamente. Sí, Garbiñe ya es campeona de Wimbledon.
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