Arrodillada sobre la pista central más grande del mundo, Maria Sharapova se deshizo de la robótica frialdad que ha marcado su carrera y dejó que las lágrimas le salieran de dentro, del mismísimo corazón que se tocó con las dos manos mirando a los suyos tras una victoria que seguramente cambiaría por alguno de sus títulos. El lunes por la noche, en la eléctrica sesión nocturna del Abierto de los Estados Unidos, la rusa ganó 6-4, 3-6 y 6-3 a Simona Halep un partido de primera ronda que en realidad fue como una final de Grand Slam, por el historial de las oponentes y por el nivel de juego que demostraron. Casi 20 meses después, y tras dejar atrás una sanción por dopaje (meldonium) que ensució sus méritos para siempre, Sharapova aprovechó la invitación de la organización para volver a ganar un partido en un grande (desde las semifinales del Abierto de Australia de 2016), ante la número dos del mundo y en la Arthur Ashe (18-0 de parcial), un estadio que acabó roto en aplausos dirigidos hacia la ganadora.
“A veces, te preguntas por qué trabajas tanto y esto es exactamente por lo que lo haces”, se arrancó la campeona de cinco grandes, que por distintos problemas físicos no ha encontrado continuidad desde su retorno, retirándose en la segunda ronda de Roma, saltándose la gira de hierba y volviendo a abandonar tras ganar su primer partido en Stanford, renunciando también a Toronto y Cincinnati. “Quería pensar que era otro encuentro cualquiera, pero en el fondo sabía que no era así”, siguió Sharapova, que le dedico el triunfo a los que estaban en su banquillo. “El tenis es un deporte muy individual, estás sola la mayor parte de tiempo, pero desde que he vuelto siento que somos un equipo más que nunca. No estoy ganando sola, estoy ganando por todo el mundo que está detrás de mí. Es un sentimiento muy especial”.
Decidida a imponer su agresividad frente a la solidez de su rival, Sharapova se comió a Halep atacando con garra desde las dos alas de la pista (más de 60 ganadores). La rumana, sin embargo, aguantó bien las embestidas de su oponente, que fueron continuas. Encajada con resignación la mala suerte de jugar en la primera ronda con una contraria que normalmente se habría encontrado en la fase final del torneo (hoy 146 del mundo después de regresar al circuito sin ranking), Halep intentó ver el problema como una ocasión de vencer para salir reforzada por la exigencia del cruce en el comienzo de su sexto intento de alcanzar el número uno del mundo, que tendrá que seguir esperando.
“We love you!”, le gritó la gente a Sharapova, mientras en la grada se brindaba por el espectáculo que nació del choque de estilos, tan espectacular fue el partido, tan bueno lo que las dos produjeron. Con la rusa olfateando la victoria (6-4 y 4-1), Halep reaccionó ganando cinco juegos seguidos, abrochó la segunda manga y empató el duelo. La respuesta de Sharapova llegó inmediatamente: un break de entrada en el parcial decisivo que mantuvo hasta el final le permitió celebrar su victoria más importante tras pasarse en blanco más de año y medio pagando una sanción por dopaje. Lo siguiente ya es una historia distinta. Ahora le espera la segunda ronda, Timea Babos (7-5, 5-7 y 7-5 a la suiza Golubic) y el sueño de hacer de nuevo algo grande en Nueva York.
“No me podía imaginar volver de esta manera y estar en la segunda ronda del Abierto de Estados Unidos”, dijo luego Sharapova ante los periodistas, más calmada tras lo que pasó en la pista. “No quiero pararme aquí, tengo trabajo por hacer”.
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