Camino de su undécimo título en el Conde de Godó de Barcelona, tan solo días después de alcanzar esa cifra en el Masters 1000 de Montecarlo, Rafael Nadal tuvo que rectificar un inicio errático ante Roberto Carballés y apretar los dientes en el corazón del encuentro para llegar a los octavos de final del torneo (6-4 y 6-4), donde le espera Guillermo García-López (6-3 y retirada de Kei Nishikori). El balear, que falló muchos golpes (21 errores no forzados) y cedió dos veces su saque (una en cada set), avanzó regateando los momentos difíciles con aplomo y rapidez, y se dio la oportunidad de pelear el jueves por el pase a cuartos. [Narración y estadísticas]
“Estoy contento porque he ganado, pero he jugado peor de lo que venía jugando”, dijo Nadal, haciendo autocrítica nada más dejar atrás su debut en el torneo. “Es verdad que delante tenía un rival al que no me había enfrentado nunca y he cometido algunos fallos, pero he terminado bien”, añadió el número uno. “Ha sido una buena victoria y más si ves que otros jugadores de máximo nivel han perdido, pero no he tenido buenas sensaciones”, insistió. “Al final, solo me siento obligado a dar lo máximo y si uno pierde es porque no sabe más. Mi motivación es hacer las cosas lo mejor posible cada semana”.
De salida, Carballés cumplió lo que había prometido el día anterior. “Me va a fulminar si me encierro atrás”, dijo el aspirante sobre Nadal y la táctica que debería seguir en el partido para no terminar vapuleado. A diferencia de otros jugadores, que saben lo que hacer, pero no consiguen ponerlo en práctica, Carballés arrancó pegando con muchísima agresividad todos sus tiros, bien metido dentro de la pista para evitar que el mallorquín le dominase y la jugada le salió bien: en 10 minutos, el 77 mundial mandaba por 2-0 al campeón de 16 grandes.
Nadal, un poquito nervioso y desatinado (cinco errores no forzados en esos dos primeros juegos del encuentro), se encontró de sopetón con un rival que se le echó encima y no tuvo que recurrir a ninguna maravilla para reaccionar. Atosigado por el vértigo de verse por delante en el marcador, Carballés firmó un juego malísimo (dos dobles faltas) que le devolvió el break a Nadal en un santiamén y puso el cruce en su punto inicial, totalmente equilibrado.
Con 2-2, el número uno pasó de encadenar fallos a encontrar el tono de Montecarlo, donde coronó el trofeo sin sufrir ni de refilón. Con la dinámica ganadora que traía encima después de siete partidos en tierra (dos en la Copa Davis y cinco en el tercer Masters 1000 de la temporada), al balear le bastó para mantener distancia con Carballés, aunque sus brillos fueron intermitentes.
Carballés, que hace unos meses levantó en Quito su primer trofeo profesional, rebuscó en las dudas de Nadal con su revés, que tiró larguísimo sobre el golpe a dos manos del balear para intentar fabricarse un agujero de entrada al partido. Eso, lógicamente, no le alcanzó para el reto más alto que existe actualmente en el circuito: acabar con el balear en una pista de tierra batida.
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