La expasión de la imagen en movimiento
Ruiz de Infante: Trembling
El hecho de que cada vez más artistas plásticos utilicen el vídeo como soporte, como medio de expresión, sigue todavía causando una cierta sorpresa entre algunos públicos. A pesar de que la cuestión se remonta nada menos que a las primeras décadas del siglo veinte, cuando las vanguardias artísticas descubrieron con fascinación el cine, e intentaron encontrar en él una vía para la expresión del espíritu de lo nuevo. ¿No estamos todos de acuerdo, en efecto, en que el siglo pasado es el siglo del cine? Pues, lógicamente, el carácter expansivo de la imagen en movimiento ha acabado por invadir y contaminar todos los aspectos de la vida y la experiencia, y también el universo de las artes plásticas.Desde los años sesenta en adelante, la utilización del vídeo como soporte ha alterado en profundidad el horizonte de las artes plásticas, dando lugar a nuevas formas de expresión: vídeo monocanal (cuando se utiliza una única pantalla de proyección), vídeo-escultura, vídeo-instalación... Hasta llegar al momento actual de mezcla y mestizaje de los soportes y procedimientos expresivos, y en el que la utilización del vídeo se hace cada vez más frecuente, dando a las obras el carácter multimedia, de integración de lenguaje, visión y sonido, con el que el arte responde a la presencia envolvente, también multimedia, de la imagen masiva. El desarrollo de los soportes digitales ha hecho, además, posible que el vídeo alcance unos registros de calidad de imagen y de ductilidad expresiva progresivamente más altos, lo que lleva a pensar que en el futuro su utilización artística será aún más intensa.
¿Con qué consecuencias nos encontramos...? Ante todo, con el desbordamiento de uno de los aspectos centrales del núcleo estético tradicional de las artes plásticas, de lo que la tradición llamaba el momento pregnante, esa fijación estática de una secuencia temporal en la instantaneidad de la imagen. El vídeo pone a la imagen en movimiento y restituye la duración temporal a la obra, que se convierte así en algo dinámico. No creo que esto resulte demasiado perturbador, justamente cuando más acostumbrados estamos al dinamismo y al carácter multimedia de las imágenes masivas. Lo que sí implica es que la intención artística de la obra se desplaza, experimenta una deriva, precisamente hacia el contraste y la confrontación con la imagen masiva.
Consecuencias de otro tipo tienen que ver con las modificaciones de los hábitos de recepción de las obras y del coleccionismo artístico, que en lugar de centrarse en la acumulación de objetos presenta de forma creciente una tendencia a convertirse en archivo y registro de información. Y esto nos afecta a todos, no sólo a los museos e instituciones. Eso sí, lo que se dibuja es un futuro en el que las obras de arte difícilmente serán piezas estáticas y ornamentales, fácilmente acomodables en los salones burgueses.