
La neurocientífica y divulgadora Nazareth Castellanos. Foto: Siruela
Nazareth Castellanos, neurocientífica: "De nuestros ancestros heredamos los traumas y la resiliencia"
La autora del libro 'El puente donde habitan las mariposas' aúna ciencia y filosofía para reflexionar sobre la capacidad del ser humano para "esculpir su propio cerebro".
Más información: Thomas R. Cech, Premio Nobel de Química: "Es posible que pronto nos encontremos con vacunas contra el cáncer"
"Toda persona puede, si se lo propone, ser el escultor de su propio cerebro". Al contrario de lo que uno se pueda imaginar, no pertenecen estas palabras a uno de esos coaches que ofrecen claves de brocha gorda para mejorar o corregir las insatisfacciones de nuestro día a día.
Era, en cambio, el ilustre Santiago Ramón y Cajal quien las firmaba para introducir la idea de que nuestras redes neuronales eran capaces de transformarse y producir nuevas conexiones nerviosas.
Y es la neurocientífica Nazareth Castellanos (Madrid, 1977), que ya nos tiene acostumbrados a innovadoras aproximaciones a la realidad humana gracias a una fusión entre ciencias y humanidades, la que ha recuperado esta frase del nobel español para inaugurar su nuevo libro, El puente donde habitan las mariposas (Siruela). "Es una frase muy prostituida, pero ese ‘si te lo propones’ es la cuestión. Es un camino arduo y en eso hay que centrarse", apunta la divulgadora.
Pregunta. ¿Qué le ha llevado a tener ese interés por la "maleabilidad" del cerebro?
Respuesta. Mi trabajo profesional se ha centrado a menudo en los mecanismos cerebrales de la voluntad. Esas investigaciones y un momento personal complejo que me tocó vivir me animaron a tratar de comprender la forma en la que podemos intervenir los procesos de nuestra propia mente.
P. Además de la frase de Ramón y Cajal, recurre con frecuencia a la figura del filósofo alemán Martin Heidegger para estructurar su libro. ¿Qué le atrae de este personaje?
R. Llegué de manera fortuita a un texto urbanístico de Heidegger titulado Reconstruir, habitar, pensar. Hasta ese momento no lo conocía en profundidad. Pero a partir de entonces se convirtió en una especie de guía profesional y personal. Me parece que propone algo que hemos tendido a dejar fuera en la filosofía occidental y buscamos solamente en la oriental: la exploración de nuestra propia mente y nuestra voluntad. Aun así, lo utilizo principalmente como vehículo, no soy ninguna experta en su obra o pensamiento.

9788410415324
P. Emplea el término ‘biosofía’ para referirse al necesario entendimiento entre las humanidades y la ciencia. ¿Supone esto una vuelta al "hombre renacentista"?
R. Este libro está lleno de casualidades que me he ido encontrando en mi vida. Paseando por Praga vi un café llamado Biosofía y ahí encontré la palabra que definía mi forma de vivir en la ciencia. Aunque he desarrollado mi carrera profesional en el mundo de las ciencias creo que las artes deberían estar más presentes en los laboratorios. Consiste en extraer sabiduría de la ciencia, no solo datos. Pienso que es necesario tender puentes entre estos dos ámbitos. Es una forma de acceder a un conocimiento más profundo.
P. Pero, en una época en la que el conocimiento científico está extremadamente parcelado, ¿es realmente posible que un profesional adquiera una mirada panorámica?
R. Paradójicamente a mí me gusta que haya personas que sepan muchísimo de una sola cosa. Por ejemplo, en el caso de la medicina, los mejores médicos son los que saben todo sobre una sola cosa. Son ellos los que nos hacen avanzar. La microespecialización es fantástica, lo único que yo propongo es que establezcamos puentes entre nosotros. Me encanta que haya alguien que sepa todo lo que se conoce de una arteria, pero cuando hablemos del corazón, somos muchos los que nos tenemos que sentar a hablar desde las diferentes perspectivas.
“La ciencia se tiene que interesar más por las humanidades, aunque hay más incultura científica que humanista”
»Ya no hablo tanto de personas renacentistas o humanistas, sino de centros humanistas o renacentistas. O de conjuntos de personas que dialoguen, cada uno desde su visión, pero teniendo un mínimo de cultura básica. La ciencia se tiene que interesar más por las humanidades y, sobre todo, las humanidades por lo científico. Creo que hay más incultura científica que humanista.
P. La frase de Ramón y Cajal con la que inicia El puente donde habitan las mariposas puede llevar a pensar que nos encontramos con un libro de autoayuda. ¿Le preocupa que la relacionen con este género?
R. Me preocupa que me encasillen, pero no me ocupa. Lo que intento es ser totalmente rigurosa con todo lo que escribo. Intuyo que los libros de autoayuda a lo mejor pecan de falta de rigurosidad y de referencias. Llevo 35 años dedicada a la investigación, por lo que me esfuerzo en ser precisa y exhaustiva. Es verdad que muchas veces se corre el peligro de dejarse llevar por la inspiración y las licencias literarias. Es un equilibrio inestable. Además, al ser mujer, también hay mucho tabú con ese tema y mucha resistencia a ser escuchada. Pero creo que es muy necesario que se hable de esto.
P. Uno de los principios en los que fundamenta su libro es el de la epigenética [cambios en la secuencia de ADN por circunstancias ambientales]. Basándonos en él, cree que podemos "esculpir" nuestro ADN y el de nuestra descendencia según nuestro entorno?
R. Todavía falta mucho por conocer de este campo, pero numerosos estudios están demostrando que, en efecto, nuestras acciones, decisiones y entorno tienen un importante impacto sobre los genes que más tarde transmitiremos a nuestra descendencia mucho mayor del que pensábamos.
P. Nos cuenta que, de ese modo, los traumas como el Holocausto pueden dejar una huella en el ADN que será heredada por las siguientes generaciones. Los que estuvieron antes que nosotros vivieron en condiciones mucho peores. ¿Esto no implicaría que somos herederos de incontables traumas?
R. La cuestión es que heredamos los traumas, pero también la resiliencia. Todas esas "agresiones" e inclemencias de la vida que han sufrido nuestros antepasados se contrarrestan con el modo en que sus cuerpos (y su ADN) han aprendido a superarlo.
P. ¿Cree que la inteligencia artificial puede afectar a la plasticidad neuronal?
R. Es muy pronto para saberlo. Se trata de una herramienta fascinante que está cambiando el mundo, también el científico. Ahora mismo estamos aprendiendo a jugar con el juguete nuevo. Todavía es imposible saber las consecuencias que tendrá para nuestro cerebro.