Achero Mañas
El arte está estancado
18 septiembre, 2003 02:00Achero Mañas. Foto: M.R.
Tras el éxito de su debut con El bola, y después de tres años de silencio, Achero Mañas ha vuelto para "despertar de su conformismo a una sociedad descreída y escéptica como la nuestra". Con el romanticismo en la sangre y el teatro de la calle por bandera, Noviembre es un falso documental que traslada a nuestros tiempos el espíritu idealista de hace cuarenta años. Mañas advierte que "todavía no es tarde para evitar el fin de las ilusiones"-¿Es Noviembre una película nacida para el escándalo?
-Desde luego es una película hecha para que haya reacciones. Si no las hay, indicaría que la película es horrible y no ha coneguido uno de sus propósitos más importantes. Por sus diversas lecturas, puede provocar reacciones extrapolables a casi todo: lo social, lo político, lo económico, lo artístico... Sé que va a levantar polémica, pero no tengo miedo a lo que puedan decir de ella. Más bien tengo inquietud y curiosidad por ver cómo se entiende.
Romanticismo idealista
-¿Y cómo debe entenderse?
-Para mí la película es una hipótesis. Trato de imaginar qué haría un idealista propio de los años 60 y 70 en el escenario cultural actual. En una sociedad individualista y escéptica como la que vivimos, consideré oportuno y estimulante introducir un personaje absolutamente romántico, alguien que vuelve a creer cuando ya nadie cree en nada.
-¿Comparte los principios por los que lucha su protagonista, Alfredo/Noviembre?
-Yo soy más escéptico que él y que los miembros de su compañía de teatro. Además, es un personaje quijotesco, absolutamente fuera de tiempo. Simpatizo con él porque intenta romper con lo que está estancado. Es alguien que quiere cambiar las cosas y entrega su vida a una causa. La temeridad de la juventud conduce a muchos errores, pero también a importantes aciertos.
-¿Cree como su quijote que el arte está muerto?
-El arte ha dejado de trascender. El espectador va, observa y se marcha. Ahí se acaba todo. El resto es negocio, publicidad, política, cualquier cosa menos arte. La cultura se rige bajo la ley de la oferta y la demanda. El sentimiento colectivo ya no existe y cada uno va por libre. El arte está estancado, y si todo lo que hacemos no trasciende, es la primera señal de que la sociedad está desintegrada. Pero todo funciona por ciclos, y tarde o temprano tendrá que llegar una generación que pegue una patada al conformismo y todo cambie.
-El filme entremezcla varios formatos y tiempos narrativos. ¿Ha sido complicado mantener el equilibrio?
-Ha sido uno de los grandes retos, porque por un lado tenía teatro callejero grabado con cámara digital, por otro una parte de ficción convencional y una tercera parte de entrevistas. Las entrevistas es lo que más me preocupaba, porque podían ralentizar la acción.
-Juan Diego, Amparo Baró, Juan Margallo... son los actores entrevistados en un presente ficticio, el 2040, en el que los protagonistas recuerdan sus experiencias.
-Considero que es una parte muy importante del filme. Aparte de homenajear a todos estos actores, que realmente participaron en la época del cambio y del teatro independiente, me permite introducir el análisis, que el espectador pueda ver en qué se han convertido esos jóvenes impulsivos y utópicos de la película, en qué han quedado las ilusiones por las que lucharon. Uno de ellos dice que antes quería cambiar el mundo, pero ahora sólo quiere que el mundo no le cambie a él. Y es que nadie dijo que las revoluciones fueran fáciles.