Un momento del espectáculo de danza 'Contre-Nature'. Foto: Patrick Imbert

Un momento del espectáculo de danza 'Contre-Nature'. Foto: Patrick Imbert

Danza

'Contre-Nature' y la levedad que ilumina las noches de Matadero

Rachid Ouramdane presenta una obra que desafía las convenciones de la danza contemporánea y ofrece una meditación profunda sobre la condición humana.

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Hace poco, durante una charla sobre ballet, alguien me preguntó: "¿Cómo interpretar la danza cuando no está codificada?". Lo cierto es que, fuera del ballet clásico, los códigos se desdibujan y la interpretación depende, en gran medida, de la sensibilidad de cada espectador. De hecho, a menudo resulta complicado elaborar una reseña precisa de piezas que, aunque se inscriben en el lenguaje de la danza, desbordan los límites de la academia.

Mas, ese no es el caso de Contre-Nature.

El prestigioso Chaillot - Théâtre National de la Danse de París se presenta en el Centro de Danza Matadero con Contre-Nature, una obra magistral del coreógrafo Rachid Ouramdane. Esta creación, interpretada por diez talentosos artistas de la Compagnie de Chaillot, explora con delicadeza y profundidad temas universales como el duelo, la memoria y hasta la propia conexión humana.

Desde el inicio, Contre-nature nos sumerge en una atmósfera onírica. La escena se abre con la imagen conmovedora de una figura adulta que toma de la mano a una más pequeña –posiblemente un niño—, y juntos se adentran en una penumbra brumosa, simbolizando la travesía hacia lo desconocido.

Este gesto inicial establece el tono de la obra, donde la Física, Newton y Ley de la Gravedad se desafían infatigablemente, reflejando la soportable levedad de la existencia humana.

La coreografía de Ouramdane se caracteriza por una fusión impecable entre danza contemporánea y técnicas acrobáticas. Los intérpretes, con formaciones diversas, se mueven con naturalidad, generando una palmaria ilusión de ingravidez. Los cuerpos se elevan, giran y se entrelazan en el aire, evocando un efecto de suspensión temporal que invita a la contemplación profunda.

La escenografía, diseñada por Sylvain Giraudeau, junto con las proyecciones de video de Jean-Camille Goimard y la iluminación de Stéphane Graillot, complementan irreprochablemente la narrativa visual.

Imágenes etéreas de bosques nebulosos y mares en calma se proyectan en el fondo, creando paisajes que reflejan estados emocionales y transiciones de la vida. Estos elementos visuales, combinados con la música envolvente de Jean-Baptiste Julien, sumergen al público en una experiencia sensorial completa.

Uno de los aspectos más destacados de Contre-Nature es su capacidad para abordar el tema del duelo sin caer en el dramatismo excesivo. A través de movimientos sutiles y escenas cuidadosamente orquestadas, la obra refleja cómo las personas se reconstruyen tras la pérdida, enfatizando la importancia de la comunidad y el apoyo mutuo. Los bailarines se sostienen y elevan unos a otros, simbolizando la interdependencia y la perseverante resiliencia humana.

¿Por qué Contre-nature (Contra natura)?

Quizá el título sugiere una inversión de lo esperado, posiblemente aludiendo a la pérdida de seres queridos en un orden "antinatural". De cualquier manera, la coreografía trasciende esta idea, proponiendo una reflexión sobre cómo las experiencias y las personas que ya no están continúan influyendo en nuestras vidas, convirtiéndose en acompañantes que moldean nuestro ser.

Sin lugar a duda alguna, Rachid Ouramdane ha creado una obra que desafía las convenciones de la danza contemporánea y ofrece una meditación profunda sobre la condición humana. Una experiencia artística que perdura en la mente y el corazón mucho después de abandonar el teatro.

Contre-Nature me reafirma en la respuesta que di a aquella pregunta que mencioné al inicio de esta reseña: cuando la danza alcanza la excelencia, no precisa codificación.