Dirección: Joan Montanyès y Jordi Puntí (Monti & Cía) Intérpretes: Mónica Alsina, Eduard Altaba, Oriol Boixader, Jordi Martínez, Antonín Maurel, Fulgenci Mestres, Joan Montanyés, Jordi Punt&ia
La pista es la fuente que conserva la eterna juventud del payaso", escribió Tristán Rémy. Sobre este aforismo ha construido Joan Montanyès este su nuevo espectáculo, una recreación del mito de Fausto, y también un gran canto de amor al mundo del circo, a cuya tradición se ha querido rendir homenaje desde la renovación estética y formal. Monti ha convertido la sala Tallers del Teatre Nacional en una carpa circense, y al mito de Fausto, en una excusa para desplegar todo un potencial estético y efectista que sorprende al espectador. Se parte de un sutil hilo argumental: un payaso viejo y paralítico vende su alma al diablo -un diablo femenino vestido de cuero- con tal de volver a ser joven para poder actuar. Su deseo es concedido, y la trama sirve de entrada a trapecistas, equilibristas, malabaristas y contorsionistas. Los elementos del circo tradicional, claro está, pero en un marco muy poco convencional que tiene más que ver con el escenario que con la pista. Hay que subrayar, en ese sentido, el fantástico vestuario de Lluc Castells, inspirado en los primeros clowns de la historia: los del barroco. El montaje sirve espectáculo de verdad, y para todos los públicos: hay momentos de humor muy acertados, como la escena de la guerra o la del primer juego de clowns. También hay emotividad y emociones fuertes -como el número del trapecio-. Respecto a su anterior montaje, "Klowns", con éste hay que celebrar un paso de gigante en la trayectoria de Montanyés. Sólo un reproche: el cierre del espectáculo, con la aparición de un director teatral francés que rompe el hechizo de la historia contada y recuerda demasiado a Josep Maria Flotats -hay una referencia velada al director-, como si en el empeño de ser gracioso a toda costa, Monti no hubiera podido evitar caer en el chiste fácil, después de tantos y tan buenos chistes.