Josep Maria Flotats
Hago adrede una obra que será minoritaria
5 septiembre, 2002 02:00Josep Maria Flotats. Foto: Mercedes Rodríguez
París 1940 se augura como la obra de la temporada, aunque Josep Maria Flotats diga que es un espectáculo de corta vida. A un mes de su estreno, el artista ensaya estos días en el teatro Bellas Artes de Madrid el montaje con el que pretende "hacer pedagogía teatral con el público", desvelarnos cómo es su oficio por dentro y contrarrestar esas ideas televisivas sobre el éxito fácil e inmediato. Para ello Flotats da vida al artista Louis Jouvet, pero no se limita a subirse al escenario, además dirige, produce y firma la escenografía y la versión de la obra.
Este ambiente es muy propicio para lo que prepara Flotats. La obra se titula París 1940 y va a satisfacer ese deseo frustrado de ver cómo el gran artista "cocina" una obra. En ella, Flotats es el actor y director francés Louis Jouvet dispuesto a impartir una clase a su alumna Claudia (Mercè Pons) en torno al personaje de Doña Inés, del Don Juan de Molière. Así que según explica el propio director, "la obra permitirá ver el interior de un actor, cómo va construyendo un personaje y, en definitiva, la dificultad del oficio. Y al mismo tiempo es una serie de lecciones magistrales sobre el humanismo de Louis Jouvet, su concepción del teatro y el compromiso del artista con la sociedad y con el teatro de calidad".
La pieza fue escrita por Brigitte Jaques y está basada en Molière y la comedie classique (Ed. Gallimard), reflexiones de Jouvet que su secretaria transcribió tras asistir a las últimas clases que el actor impartió antes de morir, en 1951. Interpretada primero por la propia Jaques, en 1987 Flotats la estrenó en Barcelona en catalán con el título Tots assajant Don Juan (Ensayando Don Juan) y ahora la retoma con una nueva dramaturgia. Un texto que atrajo también a Giorgio Strehler, quién lo representó en una de sus pocas actuaciones.
En el París ocupado
Todo ocurre en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial, mientras Jouvet da sus últimas lecciones en el Conservatorio antes de exiliarse voluntariamente en Suramérica, donde hizo una gira de cuatro años con su compañía y donde su huella todavía persiste. Todo esto Flotats lo cuenta de forma apasionada, casi con precipitación: "Jouvet es un hombre que hizo la Primera Guerra Mundial, estuvo en las trincheras con 19 años, así que la segunda guerra le coge mayor, con 53 años. Un hombre contemporáneo de Dullin, de Copeau, apasionado de los clásicos, director, actor, escenógrafo, ensayista y pedagogo. Una gran estrella de cine pero con compañía de teatro, que defendía un teatro sustentado en el texto, que cambió el estilo interpretativo y cuya influencia en Francia fue decisiva durante medio siglo".
-¿Por qué a Jouvet le obsesionaba tanto Don Juan, de Molière?
-Decía que era dificilísima, estuvo algo así como 30 años incubándola, desde la guerra del 14, cuando la leía en las trincheras. Eso me recuerda también a Strehler, que idolatraba a Jouvet y al que llamaba le patron. Una vez le dije ‘¿cómo es posible que no hayas montado todavía Hamlet?’ y me dijo: ‘estoy dándole vueltas’. Pues a Jouvet le sucedió algo parecido con Don Juan.
-¿Y usted, a qué le da vueltas?
-Bueno, yo ya abandoné a Hamlet y cuando lo monte será como director, no como actor.
Paralelismos entre artistas
-Como Jouvet, usted también emigró de su país; y también comparte oficios: es director, actor, escenógrafo; y ambos defienden un teatro de autor.
-Siento que tengo una afinidad. Mis primeros maestros en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Estrasburgo me hablaban mucho de él, aparte del método Stanislavski. Y los primeros libros que leí fueron Le comédian desincarné (El actor desencarnado) y Ecoute mon amie (Escucha, amigo mío), que siguen siendo mis libros de cabecera cuando tengo interrogantes o problemas angustiosos sobre el oficio. Jouvet siempre responde a esas preguntas con cosas extraordinarias.
-Jouvet sostenía que para él dirigir era vivir con terror, deleitarse con angustia. ¿Le ocurre lo mismo?
-Participo de eso. La gente me dice que hay que hacer las cosas con alegría, con pasión, bueno... La pasión devora, así que al mismo tiempo es fabuloso y aterrador. Jouvet lo dice: un oficio es una opción de vida y en ella nos realizamos. Y continuamente dice que un personaje construido con comodidad es falso. La construcción de un personaje siempre exige un esfuerzo, es incluso algo doloroso, y sin ese esfuerzo no hay comunicación con el público. La ligereza, el confort, es contrario a la creación artística.
-Usted explicaba el éxito de Arte porque era una obra para muchos públicos. Pero a Jouvet no lo conoce casi nadie en nuestro país.
-Lo que es apasionante en estas clases de teatro es que podríamos pensar que son para entendidos de teatro o para un público muy elitista, pero lo que se cuenta puede interesar perfectamente a un pintor, a un profesor o a un mecánico, a cualquier persona que intenta hacer bien su oficio. Jouvet tenía un sentido muy artesano del teatro, valoraba el esfuerzo y el aprendizaje por encima de la genialidad y el talento.
Mostrar el abc del teatro
-¿Entonces no le preocupa que no arrastre a tanto público como Arte?
-En Arte tuvimos una suerte fantástica y, creo que es gracias a Yasmina Reza. Arte tiene esa cualidad de reunir diversión con provocación y debate. Es una comedia de ideas, un género bastante desaparecido hoy. Eso generó un público muy amplio y creo que cuando hemos tenido esa suerte no hay que ir a buscar algo semejante para mantener un mercado, es una idea que está lejos de mí. Hago adrede un espectáculo que estoy casi seguro que será minoritario, pero no porque el espectáculo lo sea, ya digo que puede interesar a mucha gente, sino porque no es una comedia para reírse. Confío en que gente que fue a ver Arte vaya a vernos, y verá otra cara del teatro: el abc del teatro. Desde ese punto de vista, me interesa hacer pedagogía teatral con el público. Mostrar que el teatro no es tan fácil como parece y propongo abrirles la puerta para que asistan a un trabajo al que nunca tienen la posibilidad de ir.
-Creo que tenía tres proyectos pensados para su vuelta y, finalmente, se inclinó por éste. ¿Qué le induce a escoger una obra?
-Hay que luchar contra la tentación de la facilidad, no me apetece hacer algo que quizá consiga una mayor difusión de mi persona pero ¿al servicio de qué? ¿para que haya una cuenta corriente con algún cero más? Además, yo nunca he pensado espectáculos en clave comercial, otra cosa es que luego haya llenado. Esta obra también la hago por otra razón: recupero momentos de memoria y de honor de nuestro oficio. Y creo que ahora, teatralmente, vivimos una época triste en nuestro país. El nivel ha bajado, tenemos grandes actores y directores pero coges la cartelera y no resplandece. Hablo de teatro de texto, que lo encuentro amuermado. Dicen que no hay público para este teatro, no lo creo porque si hay una obra bien escrita, bien dirigida y bien interpretada, habrá público. Así que otra razón por la que hago esta obra es para homenajear a mi oficio, el oficio de actor. Mostrar al público que la televisión está divulgando una imagen de éxito inmediato, de que el triunfo es fácil, que no coincide con lo que es el teatro. En el teatro nunca se da un éxito inmediato, no creemos en la facilidad.
- Volviendo a la cartelera ¿por qué no se montan textos de ahora? ¿No los hay?
- Sí que los hay, yo no los tengo en la mano, pero los hay. Creo que es una cuestión de encuentros. Jouvet conoce a Giradoux tras coincidir antes con Baty, Dullin y Pitoëf en el Cartel des Quatre... En un director tiene que haber un enamoramiento del texto. Me he encontrado con textos que considero interesantes pero que pienso que no son para mí, no me siento implicado en ellos. Eso no indica que el texto sea malo.
Dos directores y un actor
-Otra vez director, actor, productor, adaptador y escenógrafo. ¿cómo puede integrar tantas labores?
-Sí, aquí hago de director que, a su vez, hace de director dirigiendo a una actriz. Es decir, de Flotats haciendo de Jouvet, que dirige a Claudia. Y ocurre que Mercè esta mañana me ha preguntado en el ensayo: ‘¿pero eso que me dices está en el texto o me lo dices tú. Es de Jouvet o de Flotats?’. Y me he dicho, ‘ahora vamos por el buen camino’. Cuando Strehler hizo esta pieza, no hacía de Jouvet, sino de sí mismo. Pero a mí no me interesa hacerlo así, me sentiría ... pedante. Y no lo digo por Strehler, a quien considero un maestro de maestros.
-Pero, ¿cómo se autodirige? ¿se graba en video?
-No, esta vez no. A veces lo hago para examinar la puesta en escena. Pero en este caso y una vez que tengo decidida lo que llamo la coreografía, hacemos la obra a la italiana (de corrido). Luego, actúo para los actores, después ellos para mí, más tarde hago sólo de Jouvet... en fin. Pero bueno, yo he sido educado en esta escuela. Cuando trabajé en la escuela de Estrasburgo, su director también lo era de teatro y los primeros ejercicios que hicimos fueron con él de actor. Luego, en París, trabajé con George Wilson, con el que hice Rey Lear, en el que interpretaba a Edgar y él dirigía y hacía de Lear, además de dirigir la compañía. Más tarde, en el Théâtre de la Ville repetí esta experiencia. Es la tradición de les chefs de troupe. Así era Molière, Shakespeare, y en este siglo Barrault, Wilson, con los que he trabajado.
-Uno de las labores que no comparte de Jouvet es la docencia
-Sí, me lo han propuesto pero compaginarla con la interpretación es muy duro y yo he tenido la suerte de actuar todos los días durante 40 años y en papeles protagonistas.