Image: Oscar Wilde, poeta

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Letras

Oscar Wilde, poeta

29 noviembre, 2000 01:00

La obra maestra de un poeta menor

En cinco años, Wilde lo tuvo todo y todo lo perdió. Y la poesía, su primera vocación, fue la que le permitió expresar al final las terribles experiencias por las que pasó en su caída.

El irlandés Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (1854-1900) comenzó y terminó su carrera literaria como poeta. Su primer libro, con el sencillo título de Poemas (Poems), lo publicó en 1881, a los veintisiete años, y el último, La balada de la cárcel de Reading (The Ballad of Reading Gaol) en 1898, dos antes de su muerte. Entre ambos, el resto de su obra: narraciones, teatro, ensayo, los primeros tanteos y fracasos, el fulgurante deslumbramiento del triunfo, el demoledor proceso, la cárcel, el exilio. Una carrera meteórica cuyo cenit apenas dura cinco años, los que van de la publicación de El retrato de Dorian Gray en 1891 a La importancia de llamarse Ernesto (o "de ser serio": The Importance of being Ernest) en 1895, que es también el año de su proceso. En esos cinco años, Wilde lo tuvo todo y todo lo perdió. Y la poesía, su primera vocación, fue la que le permitió expresar y condensar al final las terribles experiencias por las que pasó en su caída.

Tras publicar algunas composiciones en revistas, la recopilación de sus Poemas en el 81 nos revela a un poeta ya maduro, que lleva más de una década escribiendo. Ha heredado la afición a la poesía de su madre, poetisa que utilizaba el seudónimo de "Speranza", y ha disfrutado de una formación envidiable, en el Trinity College de Dublín primero, y en el Magdalen College de Oxford más adelante. El joven Wilde ha estudiado a fondo, como entonces era preceptivo, a los autores griegos y latinos, y con posterioridad a los ingleses, y es evidente en su obra el exhaustivo conocimiento que tiene de las de Shakespeare, Donne y Milton, entre los más antiguos, o de Shelley, Keats y Byron entre los de su propio siglo.
A ello hay que añadir que los poetas que le preceden en la Inglaterra de su tiempo son William Wordsworth (muere en 1850), Elizabeth Barret Browning (en 1861), su marido Robert Browning (en 1889), Dante Gabriel Rossetti (en 1882), su hermana Christina (en 1894), Lord Tennyson (en 1892), Matthew Arnold (en 1888), Robert Louis Stevenson (en 1894) o William Morris (en 1896), por citar sólo a algunos de los más destacados en una época, la victoriana, especialmente proclive al cultivo de la lírica y de las artes en general.

Además, Wilde viaja a la Europa mediterránea, a Italia y Grecia, y esos viajes enriquecen plásticamente su visión y le proporcionan temas para gran número de composiciones, entre las que abundan títulos en griego, latín o italiano. Su familiaridad con los clásicos le lleva a traducirlos, e incluye entre sus poemas versiones de un coro de Las nubes de Aristófanes, unos trenos de la Hécuba de Eurípides o un fragmento del Agamenón de Esquilo, así como glosas de otros textos de Eurípides o del propio Homero, todas ellas fechadas en Oxford en sus tiempos de estudiante (1874-78). Junto a estas traducciones, están los poemas que escribe sobre temas y personajes clásicos, basándose en modelos de la antigöedad o del Renacimiento. Poemas cortos, como "Teócrito" (Theocritus: A Villanelle) o "Endimión" (Endymion), pero también largas composiciones como "Cármides" (Charmides), que incluye 111 sextinas o sextillas y narra la historia del osado amante que se escondió en el templo de la diosa para abrazar y amar la efigie de Palas Atenea, y acabó finalmente ahogado, tras lanzarse al mar al llamado de la inmortal; su cadáver despierta el amor de una dríade, a la que Artemisa también hace morir. Finalmente, la intercesión de Venus, que traslada los cadáveres a Pafos, logra que revivan para el amor en el Hades. Wilde desarrolla el tema con consumada maestría y brillantez formal, siguiendo modelos como el Venus y Adonis shakesperiano.

De sus correrías por Italia proceden gran número de poemas como los sonetos "Al acercarme a Italia", "Italia", "Urbs sacra aeterna" o el "escrito durante la Semana Santa en Génova". Son poemas de corte e inspiración clasicistas, con los que se entrevera, curiosamente, una preocupación propia de la época y de quien, pese a su formación en la Inglaterra anglicana, provenía de la católica Irlanda: la suerte del Papa. éste, en efecto, tras la unificación italiana, había quedado, como es sabido, confinado al Estado vaticano, por lo que se le consideraba prisionero de los tricolores. En "Roma aún no visitada", escrito en Arona, Wilde, "peregrino desde los mares del norte", anuncia la alegría que le produce "ir sólo en busca del maravilloso Templo" (el Vaticano) y del trono "de Aquel que posee las terribles llaves" (el papa; las de San Pedro), al que llama "único Rey ungido por Dios", etc. En otros textos escribe "en Roma en malvadas prisiones yace un segundo Pedro" o "el único Santo, el pastor prisionero de la Iglesia de Dios", y menciona "la odiada bandera roja, blanca y verde".

Pero tal vez los más interesantes de esta época sean "La tumba de Keats" y "La tumba de Shelley", en que su estancia romana le da pie a tributar homenaje a los mestros por excelencia de la lírica inglesa de su siglo.

En "Quantum mutata" (¡Cuánto ha cambiado!), un episodio de la historia italiana le hace evocar a Inglaterra como defensora de la Libertad en cualquier lugar del mundo. Era la época de Cromwell, por el que Wilde claramente se inclina, época a la que, además, une a Milton, en el soneto que dedica a éste. A la triunfante Gran Bretaña dedica también un largo poema, "Ave Imperatrix", en que celebra la expansión imperial de la época victoriana por tierras asiáticas, con un entusiasmo difícil de compartir por el lector actual.

En poemas de mayor extensión como "Rávena" (Ravenna) ya de vuelta en Oxford, ("hace un año respiraba el aire de Italia"), hace patente su devoción por Dante, o intenta compaginar en "La canción de Itys" (The Burden of Itys) la realidad de su entorno con sus ideales clasicistas ("este Támesis inglés es mucho más sagrado que Roma"), acabando por integrar, junto a la copiosa mitología antigua, "el retumbante toque de la campana a la puerta de la Iglesia de Cristo." En "Humanidad" se entreveran la naturaleza circundante, temas y evocaciones de la antigöedad y mitológicas, apuntes histórico-políticos, Roma, Inglaterra, Cromwell, Milton, para acabar reivindicando un porvenir en que "lo que es puramente humano, eso es divino, eso es Dios."

"Atanasia", "La nueva Helena", "Panteico" son otros poemas largos de esta época en que se mezclan lo clásico y lo contemporáneo, en que se adivina la evolución de un poeta, de bien cimentada formación, que modificaba sus opiniones en una etapa posterior.

En la época final de estos Poemas aparece también la influencia francesa y en concreto del "impresionismo", que había revolucionado las artes del momento. Escribe así Wilde "Impression du matin", "Impressions de Théatre" y otras "Impressions" variadas ("Les silhouettes", "La fuite de la lune", "Le réveillon", "Le jardin", "La mer") o "Le Jardin des Tuileries", así como "Fantaisies decoratives". El largo poema a "La esfinge", inspirado en la de Gizeh, se lo dedica a Marcel Schwob "en testimonio de amistad y admiración", lo que revela una vez más los lazos que le unían a un país en el que eligió terminar sus días.

Hasta aquí, en breves trazos, la obra de un poeta que pronto prefirió el camino del triunfo y del dinero, y que sedujo con su talento y su ingenio a sus contemporáneos, olvidándose, aparentemente para siempre, de la poesía. Si su trayectoria hubiera sido la esperable, Wilde habría quedado como lo que es: un dramaturgo de excepción, un notable narrador, poeta de formación, con un amplio dominio de los recursos y las técnicas expresivas, que se movía con seguridad por entre culturas y modelos clásicos y era capaz de emular a renacentistas y contemporáneos en sus evocaciones. Un aceptable poeta menor, que no hubiera destacado especialmente en el complejo panorama de la lírica inglesa de su tiempo, tan rica en individualidades. De hecho, en una recopilación como The new Oxford Book of English Verse (Oxford University Press, 1972) se incluyen únicamente un poema y un fragmento de la Balada como muestra de la poesía de Wilde en un volumen de casi 1000 páginas.

Pero la suerte ("que es grela", como dice el tango) hizo que las cosas se le torcieran al autor de éxito. Su orgullo, su empecinamiento o su ceguera le hicieron creer que aquella Inglaterra poderosa e hipócrita iba a salir derrotada en un enfrentamiento a cara descubierta, como el que él se atrevió a plantear. Las consecuencias, de sobra conocidas, fueron la pérdida de cuanto había conquistado: fama, dinero, poder. Hasta sus hijos tuvieron que renunciar a un apellido considerado infamante. Y dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading, un penal cercano a Londres donde el poeta se despellejaba los dedos deshaciendo maromas de la Navy. El dolor, y la convivencia con el dolor y con la muerte ajenos.
A su salida, el destierro y esa obra maestra por la que Wilde ha pasado a la historia de la gran Poesía: La balada de la cárcel de Reading. La felicidad no inspira mucho a los poetas; en cambio la desgracia sí. A través de las vivencias de un condenado a muerte y de su entorno, los demás prisioneros, entre los que el poeta se encontraba, las autoridades carcelarias y el verdugo, en ese terrible y siniestro universo concentracionario, Wilde recuperó la inspiración para cantar, de una vez por todas, al hombre en su miseria y desnudez. Sin golpes de ingenio esta vez, pero con sabiduría, sensibilidad y sentimiento, nos dejó un testimonio terrible y hermoso cuya lectura no ha dejado de impresionar en el siglo largo que lleva circulando. Su obra juvenil ha quedado como muestra de su buen hacer. Este único poema ha hecho de él un poeta de verdad, de los que quedan.

Santa Decca

Los dioses han muerto. ¡Ya no ofreceremos
coronas de olivo a Palas de los ojos grises!
El hijo de Démeter no recibe el pago de nuestras
gavillas, y al mediodía cantan los pastores sin miedo
porque Pan ha muerto, y no existen ocultos amores
por los claros del bosque ni en las tortuosas guaridas:
El joven Hylas no busca ya en los manantiales,
el Gran Pan ha muerto, y el hijo de María es Rey
y sin embargo, acaso en esta isla en éxtasis
mantenida ante el mar, algún dios
masticando el amargo fruto del recuerdo,
permanezca oculto entre los asfodelos.
Oh Amor, si así fuera obraríamos prudentemente
huyéndo de su cólera: niégalo pero mira,
las hojas se agitan: permanezcamos un instante observando.

Oscar Wilde