Diario de la galera
por Imre Kertész
22 enero, 2004 01:00Imre Kertész. Foto: Pedro Armestre
Este 2004 será el año de Imre Kertész en España. En febrero Alfaguara publicará su última novela, Liquidación. Antes, esta misma semana, Acantilado pone a la venta, en traducción de Adan Kovacsics, Diario de la galera, un instrumento fundamental para comprender la obra de uno de los autores clave de nuestro tránsito entre siglos. El Cultural ofrece hoy los pensamientos más lúcidos del Nobel húngaro espigados de su diario, un dietario de la difícil comprensión del hombre por el hombre escrito bisturí en mano.
Después de Kafka, la ficción plantea la exigencia de la plena presencia: qué diferente es esto del llamado "compromiso" de Sartre y otros. El escritor que "mora los destinos desde arriba", o sea, el mentiroso, el moralizante, el tendencioso. La voz creíble, en cambio, sólo puede provenir de las profundidades del destino, del hombre golpeado por el destino, y no del hombre que elige entre diversos destinos.
Nietzsche a menudo o no entiende las cosas o se producen en su imaginación, que conecta lo real y lo abstracto, unos cortocircuitos acompañados de descargas relampagueantes de su mente, minúsculas catástrofes parecidas a fuegos de artificio.
El artista debe empezar su obra con el mismo estado de ánimo que tiene el criminal cuando comete su crimen: Degas. éste es un aspecto de la cuestión: el otro es que, hoy por hoy, las autoridades tratan a los mejores artistas como si fueran criminales.
La inmoralidad inherente al disfrute del arte. El público no padece la obra, sino que se siente fascinado por ella.
Milena Jesenká, esa mujer maravillosa, tan digna de Kafka, en el campo de concentración de Ravensbröck: "Ay, si pudiera estar muerta sin tener que morir..."
Bajtin. Sus trabajos sobre el principio básico de la novela. Ya en los años 20 estableció la necesidad de analizar la novela sobre bases formales, exclusivamente for- males. Lo encarcelaron. Ni siquiera me detengo en esto: arrojar a alguien a la cámara de tortura porque se dedica a analizar, sentado en su escritorio, las formas de la novela, en silencio, con diligencia, con la obsesión del filólogo, y lo confiesa ingenuamente y hasta, quién sabe, se enorgullece de ello. Ahora empiezan a difundirse sus escritos, en fragmentos. "Así como el ser humano no puede ser obligado por la fuerza a encajar eternamente en su situación real, el mundo definitivamente no tiene cabida en la lengua en que lo nombran", escribe. Y: "el mito de una lengua única se disuelve en la nada junto al mito de la lengua uniforme". Pues sí, aquí puedo oír, si quiero, el grito del hombre que vive en la dictadura, del fugitivo que se va escondiendo entre las lenguas... Pero he aquí que lo alcanzan hasta en los confines de la lengua y lo meten por la fuerza en la "situación real" de los lager.
Evito ciertas variantes de la felicidad igual que las mayores desgracias.
Originalidad: no es el comienzo sino el camino. Hay que llegar a ella. Cuanto más ricos, variados e incluso extraños son los parajes por los que transcurre el camino, con tanta más certeza nos conduce a nuestra propia originalidad.
Dilthey. La grandiosa renuncia a todos los sueños de una construcción histórica. El espíritu alemán como escenario de las grandes construcciones y los grandes derrumbamientos. El país. El paisaje. Las grandes llanuras, los verdes bosques, las tristes costas. El anhelo del sur. O de la espiritualidad pura, definida. Meckelburgo. Niebla. Baviera, agricultura, ganadería. Alemania Central: Edad Media, industria moderna. Comercio. Hegel. La objetivación del espíritu es la historia. El espíritu objetivo como nazismo. El espíritu absoluto como Auschwitz. Así es. "Hegel construye metafísicamente: nosotros analizamos lo dado. Y el análisis actual de la existencia humana nos da a todos un sentimiento de fragilidad, de poder de la pulsión oscura, de sufrimiento por la oscuridad y las ilusiones, de finitud en todo cuanto es vida, incluso donde surgen de allí las estructuras más elevadas de la vida en comunidad. Por eso no podemos entender el espíritu objetivo a partir de la razón, sino que hemos de remontarnos al nexo estructural de las unidades de la vida, que se extiende a las comunidades". Dilthey: La construcción del mundo histórico en las ciencias del espíritu, hacia 1910. (Véase la concepción de la historia en Sin destino).
El suicidio más apropiado para mí es, por lo visto, la vida.
La verdad es frágil. Cuando miles de jóvenes y aceradas gargantas, untadas con grasa cuartelaria, la gritan a voz en cuello en todas las esquinas, la verdad más indiscutible se convierte de inmediato en mentira, en violencia, en terror y, en última instancia, en pretexto para el asesinato.
La belleza es el sueño irrealizable del deseo. Por eso, el estado más puro del hombre ante la belleza es siempre el dolor.
Las consideraciones de M. Föst sobre la imposibilidad de la venganza, en relación con la película El conde de Montecristo. La perseverancia del sentimiento, el conflicto entre la pasión y el tiempo. Es fundamental; pero no puede entenderse sin sentido del humor. (Aunque a uno en seguida se le ocurre Hamlet, ese personaje peculiar que se presenta en el escenario en un abrir y cerrar de ojos como si jamás hubiera oído hablar de la dramaturgia vigente hasta entonces y, mirándolo bien, hasta el día de hoy.)
La sinceridad es una categoría de lo imposible. Sólo es posible en la inmediatez, en la forma de vida inmediata, la de Don Juan, por ejemplo, que tan brillantemente describe Kierkegaard; así y todo, allí también existe la distancia del intelecto. Sin embargo, la sinceridad verbal -no en el plano de la comunicación objetiva, sino en el del contacto entre las almas- queda, por así decirlo, excluida; en parte porque la palabra hablada es únicamente una señal que invita a la aventura en el campo de la vida inmediata, en parte porque la verbalidad congelada -esto es, la literatura- es sólo forma, es decir, mediatez pura, donde la sinceridad, una vez más, solamente puede manifestarse mediante transposiciones, mediante técnicas, como quien dice.
Caín y Abel: el momento culminante es, qué duda cabe, el diálogo entre Caín y el Señor. Primero la advertencia casi provocadora, luego el sordo silencio de Dios hasta que se produce el acto. A continuación pone la mano protectora sobre el asesino. ¡Qué mercadeo psíquico! Como un dictador.
La observación de Jaspers, no muy original, pero muy cierta, de que la totalidad de la vida no puede separarse de la situación política. Haga lo que haga, siempre he de avergonzarme; y eso es, para colmo, lo mejor que tengo.