Tener o no tener... lectores
De los (pocos) lectores de 'Larva' o 'Ulises' a los (muchos) de 'Feria' de Ana Iris Simón, y de las consecuencias de implicarse en el debate público
Cuando su Larva está a punto de cumplir ya cuarenta años, Julián Ríos reflexiona (The Objective) sobre si la obra sobrevivirá al autor. "El escritor que diga que no le preocupa la trascendencia, miente o adopta la pose de displicente", asegura. Y se consuela: "Por suerte, el escritor nunca sabrá si su obra le va a sobrevivir". Jorge Carrión sabe que Larva es una novela difícil, de ahí que titulara su artículo (La Vanguardia) sobre la reedición: "Que se joda el lector medio".
Ulises ha sobrevivido a Joyce y también es difícil. Rodrigo Fresán, que es de los que exigen "un poco" y proponen "cierta dificultad" (Cool), ofrece un truco al lector para enfrentarse a la odisea de Leopoldo Bloom: "Mi recomendación es que se siente, lo abra por la primera página y que lea hasta el final" (elDiario.es).
"Fíjense lo excitantes que serán las novedades de 2022… que muchos prefieren leer el Ulises, de Joyce, publicado hace cien años". Esto es lo que piensa Alberto Olmos (El Confidencial) y se pone como ejemplo: "Yo mismo he pasado el comienzo de año leyendo las más de 600 páginas de Jugadores de billar, de José Avello (Trea), publicada en el año 2001". En este caso, a la obra le está costando sobrevivir al autor. "Haces una gran novela –escribe Olmos–. y nadie la lee, nadie la premia, nadie la traduce, nadie la 'peliculea'. Otro hace una novela muy mala y le pasan todas esas cosas".
"Alguna gente ha leído mi libro como si fuera el nuevo 'Mein Kampf'"
A quien se lee mucho es a Ana Iris Simón. El mismísimo The New York Times se ha adentrado en La Mancha para interesarse por el fenómeno de Feria. El corresponsal Raphael Minder no se fue de vacío y pudo titular: "Cómo una novela nostálgica sobre el corazón de España contribuyó a la refriega política". Claro que la novelista le dio buen material: "Alguna gente ha leído mi libro como si fuera el nuevo Mein Kampf".
Otro que triunfa en Manhattan sin moverse de casa es el granadino Sergio García, autor de la portada de New Yorker dedicada al renovado MoMA. Le ha contado al prestigioso magazine una de las claves de su éxito: visitar museos desde que era niño "hasta el día de hoy": "Una de mis pasiones es perderme en un gran museo con mi esposa, Lola [Moral]".
A propósito de tener lectores o no, Ángela Vallvey opina en El Mundo que "un escritor que no se implica en el debate público tiene muchas más posibilidades de tener lectores que otro que señala al rey desnudo y opina". Uno que se implica y opina es Andrés Trapiello, quien asegura en el mismo periódico que en "en Cataluña hay dos clases de escritores: Los que escriben en castellano y los que lo hacen en vernáculo". A saber: "Los primeros tratan de ganarse la vida y a los segundos se les subvenciona".
"El escritor que diga que no le preocupa la trascendencia, miente o adopta la pose displicente"
Otro debate que se antoja eterno es el del lenguaje inclusivo. Pocas veces se han oído palabras tan firmes como las de la filóloga feminista Carmen Junyent en una entrevista con Borja Hermoso (El País). "Es una imposición desde arriba… ya está bien… quien quiera hablar y escribir así que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz". Y aquí sus razones: "Si alguien conoce un cambio social producido como consecuencia de un cambio lingüístico, yo me lo replanteo todo. Pero no hay ejemplos de eso".
A propósito de mujeres, Javier Cercas confiesa en el Semanal del mismo diario que se siente "más tranquilo ante una política que ante un político". Reconoce que "quizá sea un prejuicio machista, pero lo cierto es que, cada vez que estrecho la mano de un político, no puedo dejar de imaginármelo dando la orden de invadir Ucrania, cosa que no suele sucederme con las políticas".
P. S. Angélica Liddell es capaz de insuflar poesía a sus palabras hasta cuando habla sobre la corrección política. "No se castigan nuestros actos sino nuestros sentimientos –declama en La Vanguardia–. Es una época de víctimas sin delito. La sociedad de la ofensa. El umbral de lo apropiado se ha elevado a niveles del macartismo. Cuando una sociedad se convierte en prohibicionista y afecta al mundo de la creación artística, la libertad peligra".