Acudí el palacio de Liria para asistir a la presentación del libro Jacobo, el duque de Alba en la España de su tiempo (Cátedra). Lo primero que quiero afirmar es que no se trata de un libro de chismes sociales. Enrique García Hernán ha escrito una biografía de gran altura intelectual, de equilibrado rigor histórico, de sagaz análisis de una época (1878-1953) especialmente compleja, analizada de forma sagaz. Robustecido por un formidable equipaje bibliográfico, García Hernán navega con sabiduría por las aguas tormentosas de España, de Europa y del mundo.
Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba, fue un hombre clave si se quiere entender el fondo de la política de Franco, de Churchill, de Primo de Rivera o de Juan III. Recuerdo una mañana de calor agobiante en Afganistán ante los budas de Bamiyán, cuando Emilio García Gómez me dijo: “Jacobo Alba se movía entre nosotros, como uno más, entre Ortega y Gasset, Madariaga, Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón... Fue un intelectual profundo resquebrajado ante la opinión por sus títulos de nobleza”.
Aunque Enrique García Hernán solo trata el asunto de pasada, me siento en la obligación de recordar mi indeclinable admiración por Jacobo Alba: gracias a él, Luis Calvo, inolvidado maestro del periodismo, salvó la vida cuando fue condenado a muerte en Londres, en plena Guerra Mundial, acusado de espía nazi. Alba, bien ayudado por Manuel Viturro, consiguió la intervención de Churchill, salvando a Calvo de la trampa que le había tendido Serrano Suñer.
Enrique García Hernán refleja, sobre todo a través de la correspondencia de Jacobo Alba, sus relaciones y su amistad con los grandes personajes de la época y no solo los políticos, también Ortega y Gasset, Manuel de Falla, Ignacio Zuloaga, Salvador de Madariaga, Menéndez Pidal, José María Pemán y tantos y tantos otros.
Asegura el autor de la biografía que Jacobo Alba se opuso activamente a Primo de Rivera, lo que le costó disgustos y persecuciones. El dictador Franco le retiró el pasaporte y, convocado el Consejo Privado de Don Juan, se aseguraba en Madrid, que reunió a varios periodistas extranjeros para decirles: “Por primera vez en 500 años un duque de Alba no puede acudir a la llamada de su Rey”.
Incautado Liria por los comunistas, con el visto bueno del Gobierno republicano, aquellos okupas incendiaron el palacio. Tras comprometer a su hija Cayetana, Jacobo Alba decidió reconstruirlo tras la guerra incivil. García Hernán recoge de forma minuciosa las mil actividades y circunstancias del biografiado, entre otras la muerte de Totó, Rosario de Silva, su mujer, el asesinato de su hermano Hernando y el desprecio que le suscitaba el general Franco, sobre todo cuando al referirse a Churchill afirmó que “ese loco de manicomio se ha equivocado totalmente…”
La Falange franquista acusó a Jacobo Alba de masón y García Hernán publica el firme testimonio del duque de que era falsa su pertenencia a la masonería. Director de la Academiade la Historia, fue elegido en 1913 académico de la Real Academia Española. Sugiere que el nuevo infante nacido en la Granja debería llamarse Juan.
Desfila, en fin, por las páginas de este gran libro biográfico, la Reina Victoria de España y la Emperatriz Eugenia de Francia, que falleció en Liria, así como casi todos los personajes de relieve de la España de Alfonso XIII, de la II República y de la dictadura de Franco hasta que el 24 de septiembre de 1953 se extingue la vida de uno de los españoles grandes del siglo XX que, por encima de sus títulos de nobleza, ocupó un lugar relevante en la política española. Y, sobre todo, en la vida intelectual de nuestra nación.