El más destacado filósofo de nuestra Historia, catedrático de Metafísica, primera inteligencia del siglo XX español, José Ortega y Gasset, fue también un extraordinario periodista. En 1930 escribió en El Sol: “Tal vez yo no sea otra cosa que un periodista… Sus páginas [las de El Sol] han soportado casi entera mi obra”. Entre 1917 y 1931 publicó en ese periódico, por él fundado, una media de veinte artículos anuales.

Ortega se consideraba, como afirmó en Crisol en 1931, “periodista de toda la vida, mejor aún, de toda la vida de varias generaciones por uno y otro lado familiar”. Hijo de José Ortega Munilla, director de El Imparcial, fundó revistas como Faro, España, Revista de Occidente, y colaboró en El País, la revista Blanco y Negro, y los diarios argentinos La Nación y La Prensa, así como en El Socialista, dirigido por Pablo Iglesias. Consideraba a El Imparcial su “casa solariega”. En 1905 fue cronista del viaje de Alfonso XIII a Berlín y durante largos años construyó periodismo individual con El Espectador.

Todo esto lo recoge Ignacio Blanco, en una obra objetiva e interesante, en un libro magnífico, Nací sobre una rotativa (Tecnos), por el que desfila la vida intelectual del siglo XX y sus grandes personajes: Unamuno, Azorín, Pérez de Ayala, Marañón, Fernández de los Ríos, Maeztu, Bello, Pío Baroja, Valle-Inclán, Emilio García Gómez, Antonio Machado, Eugenio D'Ors, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Luis Calvo, Jorge Guillén, Galinsoga…

Para Ortega, en fin, el periodismo es a la vez una ciencia de la información y un género literario

Noam Chomsky, tal vez la primera autoridad hoy en el estudio del periodismo, coincide con Ortega y Gasset al analizar la profesión. “Un periódico –afirmó Ortega en 1917 en El Imparcial– debe caminar guiado por una grave conciencia de su responsabilidad social. Es un creador de opinión. No un siervo de ella”.

Periodista es el profesional que decide el contenido del periódico, sea impreso, hablado, audiovisual o digital, en el ejercicio de su doble función: administrar un derecho ajeno, el que tiene el ciudadano a la información contrastada; y ejercitar el contrapoder, es decir, elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político, también al económico, al cultural, al religioso, al deportivo…

Como subraya Javier Zamora, buena parte de su obra la hizo Ortega y Gasset en los periódicos. Conviene no olvidar que el ensayo orteguiano más célebre –La rebelión de las masas– es una colección de artículos. Pero sería perder el sentido de la objetividad encerrar a Ortega solo en el periodismo. El gran filósofo construyó una gigantesca obra en el ensayo metafísico, en el análisis político y social, en el estudio de los toros… incluso en la filosofía de la Historia donde se encuentra al nivel de Toynbee, Spengler y Huizinga.

Para Ortega, en fin, el periodismo es a la vez una ciencia de la información y un género literario. García Gómez me explicó la voluntad de Ortega de llevar el periodismo a la Universidad. Como Ciencia de la Información, la periodicidad convierte a la profesión en eficaz para el bien o para el mal. Y como género literario –la expresión de la belleza por medio de la palabra– el periodismo es el más destacado del siglo XX, como la poesía lo fue del XVI, el teatro en el XVII, el ensayo en el XVIII o la novela en el XIX.

He escrito muchas veces que Ortega y Gasset es además el mejor escritor del siglo XX. Pío Baroja, tan arisco y certero, escribió: “Ortega es el primer escritor de nuestra época”. Y tenía razón. La construcción sintáctica de Ortega, la metáfora original y certera, la adjetivación deslumbrante, la calidad del lenguaje, sitúan al autor de La idea de principio en Leibniz, sobre el paisaje literario por encima de los grandes escritores del siglo XX, que los hubo y muchos.

Gran libro el de Ignacio Blanco, al que tal vez le falta una reflexión mayor sobre el ensayo de José Varela Ortega: Años de esperanza y catástrofe (1923-1953).

Blanco recoge una muestra atroz de la censura de la dictadura franquista, censura que prohibía y también que daba consignas.

Enfermo de muerte el gran filósofo, Juan Aparicio, director general de Prensa, envió a los directores de los periódicos la siguiente orden: “Ante la posible contingencia del fallecimiento de José Ortega y Gasset, y en el supuesto de que así ocurra, ese diario dará la noticia con una titulación máxima de dos columnas y la inclusión, si se quiere, de un solo artículo encomiástico, sin olvidar en él los errores religiosos y políticos del mismo y, en todo caso, eliminando siempre la denominación de maestro”. Intelligenti pauca