Los bomberos utilizan una quema controlada para combatir un incendio forestal en Setienes, Asturias, España, el 31 de marzo de 2023.

Los bomberos utilizan una quema controlada para combatir un incendio forestal en Setienes, Asturias, España, el 31 de marzo de 2023. Vincent West REUTERS

Historias

El sur europeo, en peligro por los incendios forestales y las sequías extremas: el tiempo entre desastres se acorta

La disponibilidad de agua, la radiación solar y la alta biodiversidad se sitúan como los elementos clave para la recuperación tras este tipo de eventos. 

Más información: Europa nos obliga a restaurar la naturaleza: los expertos indican que casi el 25% del paisaje aún se puede recuperar

Publicada

La sensibilidad de los ecosistemas al estrés hídrico aumenta significativamente después de los incendios. Este, explica Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF, ha sido el punto de partida de una investigación publicada recientemente en la revista Nature Climate Change donde regiones como el sur de Europa, California y Australia han sido identificadas como especialmente vulnerables a las alteraciones climáticas. 

Desastres como las sequías extremas o los incendios forestales —cada vez más frecuentes— tienen efectos negativos directos e inmediatos sobre la productividad y la capacidad de almacenar CO₂ de los ecosistemas. Sin embargo, el después, el largo plazo, los efectos indirectos de estos sucesos, es la gran incógnita.

¿Qué ocurre después de un incendio forestal o una gran sequía? ¿Se recupera el ecosistema? Son algunas de las preguntas a las que Peñuelas da respuesta a lo largo del estudio. La clave, dice, se encuentra en tres factores principales capaces de determinar si el territorio resurge de las cenizas o no: la disponibilidad de agua, la radiación solar y la alta biodiversidad. 

Y es que, de acuerdo con las investigaciones, una mala combinación de estos tres elementos puede ser letal para ciertas áreas. El motivo es simple: los bosques tienen más sed tras una sequía o un incendio; sin embargo, una radiación solar alta (que produce más calor), la escasez hídrica y la poca variedad de especies pueden ser el detonante de la no recuperación —o por lo menos degradación— de un entorno. 

Europa, en peligro

A través de datos satelitales de más de tres décadas en todo el mundo, recogidos en el estudio liderado por Meng Lui, profesor de la Universidad de Utah (Estados Unidos), se ha podido determinar que los ecosistemas más sensibles se encuentran en las regiones más secas y áridas del planeta. Esto, indica el reporte, incluiría algunas zonas del oeste de Norteamérica, el sur de Europa, Eurasia central, Australia o África meridional. 

Porque, deja claro Peñuelas, no todos los territorios reaccionan del mismo modo: "Nuestros resultados revelan que los efectos tras un incendio o una sequía extrema son divergentes según el lugar. Mientras que las regiones áridas se vuelven más sensibles al estrés hídrico, las húmedas, como las selvas tropicales de África o las regiones boreales de Europa, aumentan su resiliencia y se adaptan mejor".

Esto, añade el investigador del CSIC y coautor del estudio, es algo que hemos podido presenciar durante los recientes incendios acontecidos en Los Ángeles. Porque en estas regiones "la sensibilidad al estrés hídrico aumenta, mientras que en las húmedas disminuye esta variabilidad". Esto, dice, subraya "la vulnerabilidad de los sistemas, especialmente en los ecosistemas de climas más secos"

El escenario se complica aún más (si cabe) cuando tenemos en cuenta que la recuperación de la sensibilidad al estrés hídrico, indica Peñuelas, "puede tardar entre cuatro y cinco años". Una cifra, además, en aumento, porque la creciente frecuencia de estas perturbaciones, ligadas al cambio climático, está amenazando la mejoría.

Un hecho que, asegura el investigador, "podría tener implicaciones significativas para la productividad de los ecosistemas y la capacidad de secuestro de carbono terrestre"

Un "seguro de vida"

Ante esta realidad, la biodiversidad se ha convertido en un elemento clave a la hora de mitigar el impacto de las sequías e incendios. Y así lo afirma Liu: "Los datos muestran que es un seguro de vida en las áreas húmedas y que, cuanto más diverso es un ecosistema, más resiliente es". 

Y es que, cuando se trata de hacer frente a períodos de sequía o después de incendios, los ecosistemas variados cuentan con especies más resistentes que son las que perduran y ayudan a que el paraje se recupere. En cambio, en las áreas más secas y, por ende, con menor biodiversidad, las plantas ya están cerca de sus límites hídricos, lo que las hace más vulnerables a estas alteraciones. 

Todo esto, cuenta Peñuelas, "acaba convirtiéndose en un efecto de retroalimentación positiva del calentamiento que tanto nos preocupa y que estamos viviendo ahora". Así, factores climáticos, geográficos y biológicos se combinan para determinar el grado de vulnerabilidad de los ecosistemas. Porque, al fin y al cabo, los tres elementos están vinculados.

La columna de agua, señala el investigador del CSIC, está asociada con una mayor sensibilidad cuando existe mucha cantidad, pero no podemos olvidar que "hay una progresiva acidificación de una superficie enorme de los continentes". Así, los niveles de radiación solar incrementan la demanda de agua, aumentando la sensibilidad, la concentración de CO₂ o la deposición de nitrógeno.

Esto, de una forma u otra, afecta al aporte de nutrientes y a la fertilización; lo que, de nuevo, se vincula con la sensibilidad de los ecosistemas. Sin embargo, este escenario reduciría sus riesgos en caso de tener una alta biodiversidad porque, en línea con lo dicho, "las especies aumentan la resistencia de los recursos de los territorios a las perturbaciones"

¿Recuperarse o morir?

Ante estas alteraciones climáticas y de acuerdo con lo mencionado párrafos atrás, los ecosistemas tardan normalmente alrededor de cuatro a cinco años en recuperarse de una perturbación. El problema es que la frecuencia e intensidad de estos eventos es cada vez mayor, lo que pone en riesgo esta capacidad y limita cada vez más el tiempo disponible para regenerarse. 

Al mismo tiempo, explica Peñuelas, esta situación amenaza la capacidad de los ecosistemas de funcionar correctamente y absorber el carbono. Y es que son los encargados de "absorber alrededor del 25% de las emisiones de carbono generadas por el ser humano", por lo que proteger estas zonas es una necesidad imperante. 

Se trata de algo que, dice, veremos latente en el caso de Los Ángeles, dado que "tardará más en recuperarse", lo que podrá hacer que el tiempo entre un evento y otro "no sea suficiente". Similar es el caso del sur de Europa, donde sería posible no disponer de un período de mejora adecuado antes de que llegue la siguiente perturbación. 

En definitiva, concluye Peñuelas, "estamos ante una bola creciente, una retroalimentación positiva de factores, que induce a un calentamiento progresivo y realmente preocupante ante el que no parecemos ser capaces de actuar de forma adecuada".