Eres un refugiado, olvídate de tus derechos
En 'Guerra', Janne Teller pone al lector en los zapatos de un migrante. La aventura es personalizada: ahora la crisis es en España.
16 febrero, 2016 01:25Noticias relacionadas
Tienes 14 años y el mundo está aún por hacer. La vida apenas sale a recibirte. Pero vives en España bajo un gobierno autócrata y nacionalista con ambiciones de superpotencia. Tu dictador declara la guerra a Italia y Francia para hacerse con esta última. Hace tiempo que tu país no pertenece a la Unión Europea. En este ecosistema de bombas, hambre y enfermedades, la democracia está mal vista. Parece que la vida también. Qué-va-a-ser-de-ti.
Éste es el planteamiento que Janne Teller (Dinamarca, 1964) hace al lector con Guerra (Seix Barral), en librerías el próximo 1 de marzo. La autora sabe bien de lo que habla: procede de una familia de refugiados austríaco-alemanes y, hasta 1995, se dedicó a la resolución de conflictos humanitarios en Naciones Unidas. Desde entonces, la ocupa la literatura -ahí sus novelas La isla de Odín; Nada; Europa; Ven... Pero una literatura que reta, que mira a los ojos, que interpela. "Guerra es una invitación a imaginar, y por eso siempre he creído que a la hora de traducirlo es necesario adaptarlo a los países en que se vaya a publicar, a su historia, cultura y geografía", cuenta en el epílogo.
Creo que a la hora de traducir el libro es necesario adaptarlo a la historia y cultura y geografía del país en que se vaya a publicar
Que la crisis de los refugiados le pueda pasar a cualquiera no le parece descabellado. Y no concibe que, en diferentes países, su relato se haya tachado de politizado: "Nunca he comprendido por qué se critica que algo esté politizado en un mundo politizado", sostiene. "Y, más importante aún: ¿acaso no es retorcido -terrible e inquietantemente retorcido- que el simple acto de imaginar y comprender a los otros y solidarizarnos con su situación se considere algo politizado?". Janne Teller edifica sus letras sobre los dos grandes valores europeos -"incluso cristianos"- olvidados: "Todos los seres humanos nacen iguales" y "hay que tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti".
En Guerra, Teller se dirige al niño de 14 años que -también- podrías ser tú y que ve su mundo derruido. La línea entre la vida que es y la vida que podría ser es casi imperceptible. Y algo más: si es cierto aquel poema de John Donne ("Nadie es una isla por completo en sí mismo / cada hombre es un pedazo de continente (...) La muerte de cualquier hombre me disminuye / porque estoy ligado a la humanidad"), esto también te está pasando a ti, ahora mismo. Aquí todas las cosas que Teller cuenta que dejarás en el camino al verte atravesado por la guerra y el exilio; al huir de la España tirana en guerra con Italia y al refugiarte en Egipto. Disfruta de las vistas.
1. La familia
O la concepción de familia como sistema jurídico -y, por supuesto, emocional-. Os habéis disuelto. No significáis nada juntos. Separados, tal vez menos. Sois un número. ¿Cinco? Ah, qué molesto. Ningún país querrá acoger a cinco refugiados (más). Tu hermano mayor ha perdido tres dedos de la mano izquierda. Una mina explotó junto a él. Ahora se ha unido a la milicia popular: está en Italia pegando tiros.
Necesitáis motivos políticos -un carnet de partido- para que os reubiquen juntos en otro lugar: la desgracia no basta
No sabéis si volveréis a verle. Tu madre tiene bronquitis y una infección de riñón. La cabeza de tu hermana menor está llena de esquirlas de metralla. Necesitáis motivos políticos -un carnet de partido- para que os reubiquen juntos en otro lugar: la desgracia no basta. El exilio no entiende que esta España es ya inhabitable.
2. La propiedad
Los organizadores sólo os permiten llevaros a Egipto (el país que puede acogeros) una muda de ropa y un objeto personal. Tú has elegido un diario para que algo te recuerde que hubo algo antes de la guerra. Pero sabes que no volverás a llamar a ningún lugar "casa". Nada volverá a pertenecerte del todo. Serás un extranjero eterno. ¿Qué es toda esa rabia? Deberías sentirte muy agradecido. ¿No lo ves? Vas a vivir siempre de prestado. ¿Te acuerdas de tu piso, tus dos coches, la pizzería de tu barrio, los conciertos de rock? ¿Y esa bicicleta de carreras alemana que tanto te gustaba? Pero estás aquí y es una suerte. Tendrías que besar el suelo de tu campo de refugiados.
3. La educación
A los catorce te dijeron que no podías recibir clases sin permiso de residencia. En realidad, ya no merecerá la pena que las recibas nunca. En el campo de refugiados había unos cuantos libros. Te los leíste todos, los memorizaste. Pero oye, ya tienes dieciséis. Y ahora dicen que se te ha escapado el tiempo y es tarde para volver a estudiar. Tampoco tienes dinero para eso. En tu país estarías en bachillerato y, si fueras un ciudadano egipcio, en el college. Olvídate. No eres de ninguna parte. No sabes árabe.
Nadie te lo ha enseñado. Te desenvuelves lo justo para comprar algo en el mercado. ¿Qué es progresar? ¿Es un proceso interno? Sólo hay una vida y empieza a partir del cuerpo, de la carne. Los desiertos que llevas dentro no le importan a nadie.
A los catorce te dijeron que no podías recibir clases hasta que tuvieras permiso de residencia; a los dieciséis te dicen que ya es tarde
Tu hermana, al ser más pequeña, tuvo la oportunidad de ir a una escuela femenina en Egipto. Al principio le iba muy bien, pero la expulsaron por revolucionaria. ¡Imagínate, quería recibir clases de danza! ¡Celebrar fiestas de chicos y chicas! Era una inmoral. No merecía convertirse en una persona culta, libre, con criterio. Os habéis hecho mayores muy rápido. Os quitaron la educación, claro, pero primero la infancia.
4. El trabajo
No importa que tu padre fuese catedrático de Historia ni tu madre profesora de Lengua: seréis, en cualquier parte, "los indeseables inmigrantes que venden pasteles y roban clientes a los comerciantes egipcios", como detalla el libro. No hay nada a lo que aspirar.
5. El ciudadano
La gente te grita en la calle, te hacen esperar más de la cuenta en los bares y te venden las peores verduras del mercado. No tienes amigos. Apenas hablas con nadie. Te gustaría subrayar tu pelo castaño y tus ojos oscuros para sentirte integrado, pero tu piel clara y tu nariz europea pesan más. Estás mal visto: eres un maldito librepensador que pretende corromper a los ortodoxos egipcios. Pagano, obsceno. Igual que tu hermana. "Los europeos tienen fama de acostarse con cualquiera, de ser indisciplinados", recuerda el libro. "Y, sobre todo, las mujeres se comportan de forma indecorosay provocan malestar dondequiera que vayan, aunque se las reeduque en las buenas costumbres del país de acogida". Eres un ciudadano de segunda.
6. Identidad
Eres una criatura híbrida con una cultura a medio construir. Bebes de aquí y de allí. Ya no sabes con qué te identificas. Tal vez con nada. Tu hermana lo lleva peor: se enamoró de un egipcio de 37 años, se convirtió al islam, se puso un velo y empezó a rezar cinco veces al día. Quería casarse. Cuando tus padres la obligaron a volver a España para alejarla de la boda, descubrió que estaba embarazada.
Tu hermana se enamoró de un egipcio de 37 años, se convirtió al islam y se puso un velo. Después, al volver a España, se hizo neopunk y comenzó a esnifar
Unos meses más allí y se volvió neopunk. Esnifaba. Llevaba pircings en el labio inferior y el pelo verde, blanco y rojo. Y ya no quería saber nada de su pareja egipcia. Ni del islam, ni del velo, ni de nada. "Hay que estar alerta con los españoles. No son de fiar. Tan pronto como vuelven a casa, cambian", relata Guerra.
7. El amor
O, al menos, ese amor que debe ser electo. El amor volitivo. Para ayudar a Inés, tu antigua compañera de clase, a salir de España, te casas con ella. "La sensación de ser viejos amigos se parece al amor y se confunde de alguna forma con él", escribe Teller. Más vale conformarse. Tus padres están contentos: al menos no tendréis problemas culturales y podréis volver juntos a España cuando todo se arregle. Tenéis un hijo y crees que deberías ser feliz, pero no lo eres.
La furia te ha acompañado toda la vida. Un ansia de venganza. ¡Ya verán...! ¡Se van a enterar...! ¡Algún día...! No sientes compasión por nada. Estás vacío. Te dan la noticia de que tu hermano ha muerto en la milicia y te da igual. Alguien te ha vaciado todo el dolor poco a poco, como con una cucharilla. Estás insonorizado. Muerto por dentro.
8. La patria
España no existe ya. No es el mismo país: sólo unas cuantas ruinas bajo el dominio italiano. Apareces en la lista de enemigos por el papel de tu hermano en la milicia popular. También los españoles que se quedaron durante la guerra te consideran un traidor. No hay ningún lugar a donde volver. También allí serías un ciudadano de segunda.