Hacia territorios desconocidos
¿Existe algo más placentero que viajar? Ese momento en el que te subes a un avión, que descubres una nueva ciudad, un nuevo paisaje, un nuevo plato, una nueva cultura. Viajar nos traslada a una realidad muy diferente de la nuestra, una realidad en la que experimentar nuevas sensaciones y vivir nuevas emociones. ¿Cuántas? Infinitas. Existen más de 190 países y millones de destinos que explorar. Un estudio decía que el sentimiento de la felicidad se encuentra en el registro de recuerdos y experiencias relevantes para nosotros, y cuya máxima expresión son los viajes.
Pues bien, igual que las personas, las organizaciones también viajan, de hecho todas ellas están inmersas en un viaje en el que su pasado, presente y futuro confluyen, el viaje de la innovación.
Sin embargo, este viaje es algo singular, ya que, ¿cómo podemos viajar cuando el destino es algo tan incierto como el mañana?, ¿quién sabe cómo será nuestro entorno en dos, cinco o diez años? Solo hace falta echar un vistazo a los últimos tres años…
Que no sepamos cómo será este destino no implica que no debamos movernos, el mundo se ha convertido en un lugar donde caminar no implica avanzar, pero no hacerlo supone quedarse atrás.
Por ello, las organizaciones necesitan de exploradores y exploradoras, líderes de innovación que tienen un pie en el hoy y otro en el mañana, personas que luchan por transformar el presente de su organización y construir su futuro. Y es que las organizaciones tienden a moverse en territorios conocidos, donde su inercia y foco en el día a día es un ancla que hace que les sea difícil avanzar hacia territorios inexplorados.
Ser explorador en una organización es un rol apasionante, ya que contribuye al futuro y la sostenibilidad de la organización, pero nada sencillo, ya que si a las personas nos cuesta cambiar, ¿creeis que es fácil mover la aguja de una organización con cientos o miles de personas que llevan trabajando de la misma forma años?
El cambio organizativo es un reto que muchos líderes de innovación afrontan como aquel que corre un maratón sabiendo que tiene por delante 42 kilómetros, pero que corre cada kilómetro, cada día en este caso, como un sprint. Un reto intenso donde la resiliencia, la capacidad de liderar con el ejemplo y ser un facilitador desde la humildad son parte de sus libretas de viaje para hacer de su organización un lugar más dinámico, colaborativo y libre de inercias del pasado.
Pero, ¿de qué sirve un explorador que descubre un nuevo territorio si luego nadie lo habita? Y es que los líderes de innovación son unos facilitadores, pero no son los únicos responsables de la transformación de sus organizaciones, y necesitan de compañeros de viaje, como son el resto de departamentos o unidades de negocio de sus organizaciones.
De ahí que, las compañías, hayan entendido la importancia de sumar en esta transformación a toda la organización, ya que se puede innovar sin cultura, pero la innovación no escala sin cultura. Por ello, las organizaciones están poniendo más foco en el “ser”, los valores y comportamientos que definen la mentalidad de sus personas, que en el “hacer”, las herramientas y metodologías que adoptan en el día a día. Porque no es lo mismo hacer innovación que ser innovador.
El camino de la innovación tiene más curvas que rectas, siendo un camino donde necesitamos de exploradores que se arriesguen a llegar un paso más lejos, descubriendo nuevos territorios, con mapas, sí, pero muchas veces con la única brújula de su experiencia. Un camino donde la prueba-error y la toma de decisiones van construyendo el viaje de su organización.
En este espacio iremos conociendo mensualmente exploradores y exploradoras, líderes de la innovación en organizaciones de todo tipo, que nos acercarán sus experiencias o visiones con el objetivo de empoderarnos a todos a empezar nuestro propio camino de innovación. Empieza el viaje.
*** Cristian Ull es cofundador de Area 101.