Digitalizar la educación, un reto pendiente
La digitalización forzada a la que se vio sometida la educación española en los meses más duros de confinamiento dejó a la luz las muchas carencias de nuestro sistema educativo en su dimensión física: falta de infraestructuras, dispositivos y conectividad en condiciones de igualdad.
Hoy, con la vuelta al cole y el regreso de los niños y jóvenes a las aulas, esa escasez de recursos, que ya se puso de manifiesto entonces, se hace aún más palpable y debería ser el acicate para, de una vez por todas, adoptar las medidas oportunas que nos permitan, como sociedad, encarar los desafíos del futuro.
Un futuro que, ineludiblemente, pasa por la transformación digital del sector, pero también por un cambio radical en las actuales metodologías de aprendizaje, ancladas en el pasado y de espaldas a la innovación y la creatividad.
Los retos a los que se enfrenta el sistema educativo español son, por tanto, de diversa naturaleza, como así lo han corroborado diversos estudios. De todos ellos, la digitalización deber ser una prioridad. Y ello pasa, en primer lugar, por fijar una serie de procesos de alfabetización mediática que se adapten a las nuevas formas de aprender y acceder al conocimiento de las nuevas generaciones, aquellas a las que denominamos nativos digitales, con el objetivo de que puedan desarrollarse a nivel personal, académico y profesional con el mayor aprovechamiento tecnológico.
Para alcanzar este propósito, es fundamental que se orienten los currículos hacia la incorporación de las más avanzadas tecnologías en el aprendizaje fuera y dentro del aula. Pero también lo es que se realice un profundo ajuste de las estrategias metodológicas de los docentes, lo que incluye el uso de las TIC y el desarrollo de las competencias digitales, así como el trabajo colaborativo, las habilidades para buscar información de calidad y la capacidad de adaptación a las novedades tecnológicas.
Es fundamental que se orienten los currículos hacia la incorporación de las más avanzadas tecnologías y un profundo ajuste de las estrategias metodológicas de los docentes
Todas estas transformaciones nos presentan un escenario completamente distinto al actual, en el que el sistema educativo ha de avanzar hacia un modelo de enseñanza avanzado y acorde con las nuevas exigencias. Pero, sobre todo, un modelo líquido, flexible y capaz de adaptarse a los vertiginosos cambios que trae la aparición de tecnologías cada vez más potentes.
La condición líquida de la educación es algo que vienen subrayando multitud de instituciones, entre ellas, la Dubai Future Academy, una iniciativa de la Dubai Future Foundation que investiga el "estado del futuro" y que ha promovido varios estudios sobre el futuro del modelo educativo.
Afrontar el reto de la transformación digital de la educación no es fácil, no solo por los recursos que se han de destinar a ella y los encajes que se han de incorporar, sino por la falta de consenso a la hora de ejecutarla y por la existencia de sectores críticos y contrarios, que aducen que este proceso de digitalización no debe implicar la desaparición de clases presenciales, pues la enseñanza en línea tiende a ser de menor calidad y puede ahondar las desigualdades sociales.
Es evidente que adaptar un sistema como el educativo a la realidad tecnológica debe ser una carrera de fondo, donde se dote de los recursos necesarios a los agentes implicados y donde se combinen metodologías digitales y presenciales con el fin de garantizar que todos los implicados, especialmente los estudiantes, aprendan en las mejores condiciones y con las herramientas más adecuadas.
Esto significa que, efectivamente, no basta solo con trasladar las clases en el aula a un entorno o plataforma online. Es preciso que esta decisión se acompañe de otras como la actualización de los planes de estudio o la renovación periódica de las metodologías de enseñanza y aprendizaje, entre otras medidas.
El cambio del currículo es, sin duda, una pieza clave en este contexto. Como la educación, tiene que ser líquido y dinámico. Y esta condición solo será posible si esa materia, que en el pasado solo estaba en la cabeza del profesor o en el libro de texto, se desplace ahora a internet a través de una serie de recursos educativos innovadores y adaptados al aprendizaje de todos los alumnos en todas las etapas.
Solo si se atajan estas deficiencias y se promueve de verdad una formación del profesorado, que le habilite a manejar la tecnología y enfrentarse con seguridad a los nuevos contextos, podremos llevar a cabo el proceso de transformación digital del sistema educativo con todas las garantías.
*** Roberto Ranz es director de la Fundación ASTI.