La violencia es el gran nivelador de la historia
Los autores de las novelas utópicas clásicas estaban obsesionados con la noción de igualdad. En casi todos sus planteamientos utópicos, se planteaba la supresión de la propiedad privada de los medios de producción (a veces incluso de toda la propiedad privada), al igual que cualquier otra distinción entre ricos y pobres. En su novela de 1602, Ciudad del Sol, el filósofo Tommaso Campanella plantea que casi todos los habitantes, sean hombres o mujeres, usan la misma ropa.
Y en su utópica Descripción de la República Cristianopolita, Johannes Valentinus Andreae plantea apenas dos tipos de vestimenta. También la arquitectura de las casas es completamente uniforme en muchas de estas novelas utópicas. Hoy en día, casi nadie de quienes lamentan y denuncian la "desigualdad social" soñarían con un igualitarismo tan radical.
Se tiende a aceptar, pues, que debe haber ciertas diferencias de ingresos… pero a renglón seguido se añade que éstas no deberían ser "demasiado grandes". Pero, ¿cuánta desigualdad es aceptable? ¿Desde qué momento la brecha deja de ser asumible?
Una pregunta que rara vez se hacen quienes hablan de estos temas es cuál sería el precio de eliminar la desigualdad. En 2017, el renombrado historiador de la Universidad de Stanford, Walter Scheidel, presentó un impresionante análisis histórico dedicado a esta cuestión, titulado El gran nivelador: Violencia e historia de la desigualdad.
Dicho trabajo concluye que las sociedades que se han librado de la violencia masiva o las catástrofes jamás han experimentado reducciones sustanciales de la desigualdad. Tales procesos de reducción sustancial de la desigualdad solo se han dado como resultado de conmociones violentas, principalmente guerras, revoluciones, colapsos institucionales o plagas.
Una pregunta que rara vez se hacen quienes hablan de estos temas es cuál sería el precio de eliminar la desigualdad
Según Scheidel, los mayores niveladores socioeconómicos del siglo XX no fueron reformas sociales pacíficas en modo alguno, sino las dos guerras mundiales y las revoluciones comunistas. Más de 100 millones de personas murieron en cada uno de estos dos conflictos armados y otros tantos fallecieron en los experimentos sociales comunistas.
La II Guerra Mundial sirve como el ejemplo más evidente de la 'nivelación' propiciada por la guerra total. Tomemos el caso de Japón: en 1938, el uno por ciento más rico de la población obtenía el 19,9 por ciento de todos los ingresos declarados en el país antes de impuestos y transferencias.
Siete años después, su participación sobre la renta nacional se había reducido en dos tercios, hasta situarse en un 6,4%. Más de la mitad de la pérdida se concentró en el 0,1% más rico: su participación en la renta nacional se derrumbó del 9,2 al 1,9% durante el mismo período, una disminución de casi cuatro quintos.
El valor real de las propiedades del 1% de mayor renta se redujo en un 90 por ciento entre 1936 y 1945. Si analizamos el periodo 1936-1949, el descenso fue de casi un 97%. El 0,1%de mayores ingresos sufrió una caída del 93 y 98% en el valor real de sus propiedades, respectivamente.
Durante ese mismo periodo, el sistema económico japonés se transformó siguiendo una agenda de intervención que creaba gradualmente una economía planificada, conservando apenas la fachada del capitalismo de libre mercado. La remuneración de los ejecutivos se limitó, las autoridades empezaron a fijar los ingresos por alquiler y, entre 1935 y 1943, la tasa impositiva máxima del IRPF se duplicó.
En otros países que sufrieron el impacto de la II Guerra Mundial se produjo una 'nivelación' similar. Según el análisis de Scheidel, las dos guerras mundiales han sido dos de los mayores procesos reductores de la desigualdad económica de la historia.
En los países que participaron activamente en el conflicto, el 1% de mayores ingresos perdió en promedio el 31%de sus ingresos. Este es un hallazgo sólido puesto que, si analizamos la situación de países que no participaron en la II Guerra Mundial, encontramos que la desigualdad sí tendió al alza, caso de Argentina o Sudáfrica.
Las bajas tasas de ahorro, la caída de precios de los bienes, la destrucción física de propiedades, la pérdida de activos en el extranjero, la inflación, la introducción de impuestos progresivos muy elevados, los controles de precios, la regulación de alquileres y la nacionalización contribuyeron en mayor o menor medida al proceso.
El patrimonio de los ricos se redujo drásticamente en las dos guerras mundiales, independientemente de que los países perdieran o ganaran, fueron o no ocupados, operasen bajo sistemas democráticos o autocráticos, etc.
El patrimonio de los ricos se redujo drásticamente en las dos guerras mundiales, independientemente de que los países perdieran o ganaran
Las consecuencias económicas de las dos guerras mundiales fueron, por tanto, devastadoras para los ricos, un hecho que se opone directamente a la tesis de que fueron los capitalistas quienes instigaron las guerras, en pos de sus propios intereses económicos.
Contrariamente a la percepción popular de que las clases bajas sufrieron más en las guerras, lo cierto es que en términos económicos los capitalistas fueron los mayores perdedores. Por cierto, el economista de izquierda Thomas Piketty llega a una conclusión similar en su libro El capital en el siglo XXI, en el que sostiene que la tributación progresiva del siglo XX fue esencialmente un producto de las dos guerras mundiales, no de la democracia.
El precio de la reducción de la desigualdad ha implicado, por tanto, conmociones violentas y catástrofes, cuyas víctimas no han sido solo los ricos, sino millones y millones de personas. Ni las reformas agrarias no violentas, ni las crisis económicas, ni la democratización han tenido un efecto nivelador tan grande a lo largo de la historia como estos episodios violentos.
Si el objetivo es distribuir el ingreso y la riqueza de manera más equitativa, el historiador Scheidel considera que simple y llanamente no podemos cerrar los ojos ante la evidencia de que han sido violentas rupturas las que a menudo han conducido a ese objetivo.
Debemos preguntarnos si la humanidad ha logrado alguna vez igualar la distribución de la riqueza sin una violencia considerable. Analizando miles de años de historia humana, la respuesta de Scheidel es que no. Este puede ser un hallazgo deprimente para muchos partidarios de ideas igualitarias.
Debemos preguntarnos si la humanidad ha logrado alguna vez igualar la distribución de la riqueza sin una violencia considerable
Sin embargo, si cambiamos de perspectiva y no preguntamos cómo podemos reducir la pobreza, entonces sí llegamos a un hallazgo mucho más positivo, puesto que los procesos de reducción de la miseria no se han dado mediante mecanismos violentos, sino que han tendido a ser el resultado de innovaciones y crecimiento económico, es decir, el desarrollo de fuerzas capitalistas que han mejorado la condición de vida de las personas.
Dicho de otro modo, si hablamos de desigualdad, los mayores 'niveladores' de la historia han sido eventos violentos (guerras, revoluciones, colapsos institucionales y pandemias), pero si hablamos de pobreza, la reducción de la miseria a lo largo de la historia se ha dado de forma pacífica, a través del capitalismo. Antes de que naciera el sistema de mercado, la mayor parte de la población mundial vivía en la pobreza extrema.
En 1820, esta tasa era del 90%. Hoy, dicho indicador ha bajado a menos del 10%. Y el aspecto más notable de todo este progreso es que, en las últimas décadas, desde el fin del comunismo en China y otros países, la disminución de la pobreza se ha acelerado a un ritmo incomparable, superior a lo observado en cualquier período anterior de la historia humana.
En 1981, dicha tasa era todavía del 42,7%, pero en 2000 había caído al 27,8% y en 2021 ya era solo del 9,3%.
*** Rainer Zitelmann es empresario y doctor en sociología e historia. Su último libro acaba de publicarse en español: “El capitalismo no es el problema, es la solución” (Unión Editorial, 2021).