Cambio de paradigma
Entramos en una nueva era para la geopolítica con grandes retos y amenazas, pero con muchas oportunidades.
En primer lugar, tenemos que insistir en que, como principio básico, las tensiones geopolíticas y la guerra no son buenas noticias para la economía.
La economía, al ser una ciencia social que depende del comportamiento humano, se ve afectada por lo que el economista inglés Milton Keynes bautizó como animal spirits.
Venimos de un periodo de 30 años desinflacionarios, después de los inflacionarios años 70. Recuerden las tensiones geopolíticas de esa época en Oriente Medio.
A partir de principios de los años 90 se logró terminar con la lacra inflacionaria con los sacrificios de la era Paul Volcker, difíciles de olvidar por los efectos depresivos que tuvieron en la economía con aquella testaruda inflación.
Además, en estos últimos 30 años, hemos disfrutado de una relativa estabilidad geopolítica desde la caída del muro de Berlín.
En este tiempo también han concurrido factores como la globalización, ahora en peligro, y el desarrollo de la tecnología de la información o digitalización. Debemos comprender que la guerra destruye infraestructuras críticas, disminuye el comercio internacional, mina la confianza, rebaja la oferta de energía y alimentos y crea una necesidad de aumento radical de los gastos de defensa presionando el déficit.
Ahí está el ejemplo de Alemania con la aprobación de 100.000 millones de euros de presupuesto extra para defensa. Es decir, el tándem perfecto para la explosión inflacionista que estamos viendo.
[Alemania aprueba el mayor gasto en Defensa desde la II Guerra Mundial]
En el caso de España, la inflación ya ha llegado a dos dígitos.
Además de la guerra de Ucrania, tenemos problemas geopolíticos con China sobre Taiwán, la crisis del sector inmobiliario chino -responsable del 30% de su PIB-, además de los problemas de crecimiento demográfico.
No sólo en China. También en Europa, Japón y Estados Unidos. Existe una ralentización del incremento poblacional y el aumento de estas lesiones presiona también el déficit y la inflación, requiriendo aumentos de impuestos a todas luces recesivos.
"Cuando la inflación sobrepasa el 5% tarda varios años en desacelerarse"
Un panorama nada alentador en este momento, sabiendo además por las series históricas estudiadas que cuando la inflación sobrepasa el 5% tarda varios años en desacelerarse. Y así se prevé por mucho que unos y otros presidentes de los bancos centrales nos digan que la inflación es cosa de un año.
Recuérdese como también nos decían que no habría inflación hace dos años -cosa que habíamos advertido en esta serie de artículos en EL ESPAÑOL Invertia- y ahora hemos escalado hasta el 10% en 2022, e incluso más.
Deberíamos haber hecho los deberes, como empresarios o familias, de poner nuestras deudas a interés fijo cuando se podía. Ahora es cada vez más difícil y se nos está acabando el tiempo para ello. Pero los buenos directores financieros lo han hecho así, como también lo han hecho los buenos asesores de familias. Hay que decir que no todos lo son.
Lo razonable y más probable es que suba mucho la morosidad, en especial, en aquellos casos en los que no se haya hecho dicho ejercicio, así como en aquellos sectores cíclicos no recurrentes que se verán abocados a caídas provocadas por la recesión que viene en los próximos meses. Por ejemplo, las compañías de capital, maquinaria, automóviles o sectores cíclicos, en general.
"Lo razonable y más probable es que suba mucho la morosidad"
¡Ojo! Es momento para la calma porque el huracán económico puede venir aceleradamente hacia nosotros. Habrá incrementos de la mora aunque el sector bancario esté más sólido que en la última crisis.
En 2008, la recesión penetró gravemente en los balances del sector financiero. Cuando una crisis se convierte en una crisis financiera, se agrava mucho, como ocurrió entonces y en 1929. Esta amenaza no se ve en este momento.
Además de la solidez de la banca, la inflación sube el valor de los colaterales y el aumento de los tipos aumenta el margen y los beneficios de la banca. En el año 29 había deflación, una diferencia fundamental.
En todo caso, puede haber algún accidente en el camino con alguna entidad menos sólida.
En general habrá oportunidades porque la economía, al final, termina saliendo hacia adelante y los tenedores de cash o con balances sólidos podrán encontrar gangas, cuando la crisis arrecie en los próximos meses.
De todos modos, atentos, porque siempre se puede producir el milagro de una resolución anticipada de la guerra de Ucrania o algo similar que provoque un 'mini boom' económico, y mejore los animal spirits. Pero no es lo que se ve en este momento como el escenario probable.
La idea es tener balances sólidos con un buen colchón de cash, así como haber hecho un buen ejercicio de hedging (cobertura) de la deuda a tipo fijo, de tal manera que quede en términos reales negativa. No será el caso para los préstamos variables.
Tener una buena diversificación geográfica, es decir, estar invertido en la zona dólar en un porcentaje mínimo del 40% es básico en este momento porque la probabilidad de una hecatombe en Europa si finalmente la OTAN se ve obligada a entrar en la guerra aunque es baja, existe y es creciente.
"La probabilidad de una hecatombe en Europa si finalmente la OTAN se ve obligada a entrar en la guerra aunque es baja, existe y es creciente"
Comprar activos que sean resistente a la inflación, compañías de consumo y healthcare, es una necesidad imperativa.
No obstante, cuidado con los servicios públicos, porque pueden ser nacionalizados en casos extremos, como ya hemos visto en Francia con su compañía principal eléctrica.
La tecnología es necesaria, sin duda, en aras de aumentar la productividad y creo que este sector va a seguir tirando si elegimos los valores 'top' en las bajadas de precio de las acciones que estamos viendo y que se van a acentuar próximamente.
Las economías de los países autosuficientes en energía y alimentos, lógicamente, serán las menos dañadas. Es el caso de Estados Unidos. Por eso, apostemos por la zona del dólar, en nuestra diversificación.
También hay países emergentes ricos en materias primas y oferta energética, como Brasil, México o Colombia, entre otros.
En cuanto al sector inmobiliario, ojo con los tipos de interés al alza: rebajan el valor de activo, a menos que este esté en una 'zona prime' con una fuerte demanda versus una oferta sin crecimiento. En este caso, representan un buen refugio contra la inflación y la recesión.
En sectores residenciales, logísticos o de oficinas, como mercado emergente de futuro, la gran apuesta es India, un país con una democracia asentada y cuya neutralidad y gran población de 1.400 millones de personas le da un atractivo estratégico.
Para las próximas décadas, los países democráticos industrializados ricos no se pueden permitir el lujo de depender de peligrosas autocracias para su desarrollo económico y comercial, como se puede palpar en el caso de Ucrania y Taiwán.
Es decir, que existe la necesidad de los países avanzados de invertir en una globalización nueva, como la que surgió con Nixon después de la apertura en China y la caída del muro de Berlín.
"Existe la necesidad de los países avanzados de invertir en una globalización nueva"
Estamos en otro momento histórico en esta 'era de las alegrías' que inició la caída del famoso muro que dividía a Europa o incluso podríamos decir al mundo en dos bloques. Se ha terminado definitivamente.
Entramos en una era completamente distinta donde la necesidad de encontrar fuerzas deflacionarias, de creación de riqueza y desarrollo va a ir en otra dirección, así India y algunos países asiáticos y latinoamericanos de cierta estabilidad democrática van a ser los grandes beneficiados. Aprovechemos las oportunidades que trae este cambio de paradigma.
Este es el ramillete de oportunidades, dentro de la adversidad, que el momento actual nos trae. Hay que moverse con mucha prudencia porque puede venir fuerte el vendaval económico de la recesión necesaria para frenar esta espiral inflacionista. Pero con firmeza, porque los cambios de paradigma en la geopolítica son los que presentan las más grandes oportunidades, como siempre fue.
Véase la época que vino tras el crack del 29, la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, los años tras la caída del muro de Berlín… Podríamos bautizar esta época como la nueva guerra fría tras la guerra de Ucrania, una guerra fría entre bloques geopolíticos de polo democrático versus las autocracias.
*** José María Ollé Curiel es economista.