El impuesto a los 'ricos' con crisis y recesión
Si a los problemas de la economía se suma una subida de impuestos selectiva, es posible que se produzca una salida de capitales.
No hay día en el que la inflación no esté en boca de todos y, si le añadimos la subida meteórica de tipos jamás vista, tenemos un buen cóctel para que la economía se enferme. Y la enfermedad de la economía tiene nombre: recesión, aunque todavía se especula si será de aterrizaje suave o duro.
Esa inflación está siendo atacada por los bancos centrales con subidas de tipos, básicamente porque es de las pocas armas de las que disponen estos organismos para dar cumplimiento a su principal acometido de controlar la inflación, para ajustar los precios hasta esos límites aceptados y considerados como mantra de su mera existencia. Quizás esa inflación deseada no vuelva rápido, por lo que no parece claro ni siquiera que las subidas de los tipos de interés sean suficientes por sí mismas.
En todo caso, esta subida de tipos parece inevitable y seguramente todavía no hemos visto el final. Dicho esto, los efectos hace tiempo que salpican los mercados. Pérdidas, sí, en prácticamente todos los activos, que deben ser calibradas y valorar sus efectos fiscales. Es decir, si podrán compensarse con otras rentas positivas presentes, o bien ante la ausencia de estas últimas deberán reservarse para cuando las cosas vayan bien en un futuro no muy lejano.
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En otro caso, quizá esas pérdidas fiscales quedan evaporadas e inutilizadas. Es decir, para el futuro (carryforward), pero no ilimitado ya que la utilización de créditos fiscales suele tener un límite temporal para su aprovechamiento.
Todo dependerá de la normativa aplicable. Por otro lado, son pocos los países en Europa, por ejemplo, Francia, Alemania o Reino Unido, que permiten utilizar las pérdidas fiscales presentes hacia atrás (carryback), es decir, con rentas positivas pasadas. Y aunque tampoco lo sean de manera ilimitada (no suelen superar el año), parece que responden mejor al ciclo económico.
Del tratamiento que otorgue a las pérdidas cada jurisdicción, y diferenciado, según el caso, si se generan por los individuos o por las empresas, se podrá determinar su óptima utilización.
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Lo anterior no deja de ser una preocupación presente, cortoplacista y quizás la inquietud más importante debería estar en ver cómo los gobiernos utilizarán la política fiscal para afrontar la inflación y una recesión inminente. Lo deseable sería que las políticas monetarias, focalizadas ahora en la subida de los tipos de interés, fueran acompañadas con políticas fiscales acordes.
"Lo deseable sería que las políticas monetarias fueran acompañadas con políticas fiscales acordes"
Es posible que la política fiscal de algunos Estados sea selectiva, es decir, que las rebajas fiscales afecten solo a unos pocos, mientras que otros tendrán que compensar esa bajada siendo el foco de una subida de impuestos.
Dicho de otra manera, solo unos serán merecedores de las ayudas fiscales, como medicina por la pérdida de recursos de aquellos más vulnerables por la elevada inflación y subida de tipos.
Si los gobiernos no contraen el gasto público de manera acorde, sino que se neutraliza el presupuesto con una subida de impuestos a otros, a los "ricos", veremos qué consecuencias tendrá.
En ocasiones, las subidas de impuestos puntuales a ciertos colectivos, generalmente aquellos con renta o patrimonios más elevados, en pro del principio de contribución al gasto público del Estado de manera progresiva, resultan comprensibles. Ahora bien, cuando las subidas son recurrentes y asfixiantes, es el veneno para un inversor, para el que no hay nada peor que navegar en la inseguridad jurídica.
Si quien arriesga su dinero, ya sea en los mercados de capitales o en el mundo empresarial, lo pierde, pero, además, se le pide un esfuerzo adicional, aunque pueda ser lícito, podría incrementar su desencanto.
"Si a una recesión se le añade una mayor presión fiscal, la huida puede ser una idea que acabe siendo tangible"
Si a una recesión se le añade una mayor presión fiscal, la huida puede ser una idea que acabe siendo tangible. No son pocas las voces que alertan de que dicha combinación puede conllevar la salida de grandes patrimonios y empresas en búsqueda de un entorno fiscal más pacífico.
Una correcta planificación patrimonial no es estática, en particular, porque cualquier cambio, y en este caso, en el marco jurídico, conlleva una revisión de estructuras y hojas de ruta predeterminadas. Pues como los ajustes en las políticas fiscales implican modificaciones en el marco fiscal, ineludiblemente implicarán adaptar la planificación patrimonial a tales cambios. Sea cual sea la consecuencia de tal revisión siempre que se ajuste al marco jurídico vigente en cada momento.
*** David Bescós es director de planificación patrimonial del Grupo Crèdit Andorrà.