Sobornos en el Parlamento Europeo y ejemplaridad en las empresas
Antes de que el Campeonato de Fútbol de Qatar bajara el telón, y cuya peculiar puesta en escena final cumplió con las expectativas de muchos de nosotros, ya había arrancado sin solución de continuidad un nuevo acto de esta maravillosa obra teatral: el Qatargate.
Lo sorprendente de este nuevo acto, que parece haber sido diseñado con el objetivo de superar a su predecesor, es el grandísimo elenco de actrices y actores que lo representan, entre las que destaca la señora Kaili (seguro que sabrán adivinar su nombre). Otrora presentadora de informativos en Grecia, la ex vicepresidenta del Parlamento Europeo ha puesto en el foco mediático a una institución a la que deberíamos exigir el más alto nivel de rigor ético.
Muchos de nosotros idealizamos este tipo de instituciones pues entendemos que las mismas están integradas por un conjunto de ilustres ciudadanos de comportamientos intachables (algo así como 'tocados por una varita mágica'), pero la realidad, lamentablemente, es bien distinta.
Ante acontecimientos como el ocurrido, presuntamente, en el seno del Parlamento Europeo, vienen a mi mente experiencias profesionales relacionadas con investigaciones de fraude, corrupción y soborno en empresas públicas y privadas donde no cabía esperar tampoco que ninguno de sus ilustres empleados llevara a cabo actuaciones irregulares (y digo ilustres porque en nada tienen que envidiar a la señora Eva Kaili).
En nuestra experiencia en este tipo de investigaciones en compañías de todo tipo, hemos observado como algunos de sus más distinguidos directivos y empleados con responsabilidades significativas han realizado acciones que no sólo han comprometido su continuidad en dichas compañías, sino también la continuidad de las propias empresas (y no estamos haciendo referencia precisamente a las teatrales).
Estos directivos, que suelen tener una gran capacidad discrecional en sus actuaciones profesionales como consecuencia del cargo que desempeñan, acaban siendo devorados por su propio personaje al no seguir el guion fijado por la organización para la que trabajan. Guion, que sea dicho de paso, cada vez es más exigente en todas las compañías (para muestra, la futura ley de protección a los informantes que obligará a las empresas con más de 50 trabajadores a disponer de un sistema interno de información para gestionar las comunicaciones sobre posibles fraudes, entre otros aspectos).
Al igual que sucede con la señora Kaili en el Parlamento Europeo, los directivos son habitualmente personajes principales en las organizaciones, por lo que deberían actuar con el máximo respecto a la normativa externa e interna que es de obligado cumplimiento dentro de las mismas.
¿Con que cara mirará un figurante de una obra a su actriz protagonista si esta es la primera en llegar a los ensayos, ayuda en la coordinación de los diferentes papales, se involucra con todas las actrices y actores del reparto y anima a todos ellos a mejorar en sus respectivos diálogos? ¿y cómo sería esa mirada si dicha actriz protagonista tuviera un comportamiento de prima donna?
"Los directivos son habitualmente 'personajes principales' en las organizaciones"
Y sí, seguimos observando en el desarrollo de muchas de nuestras investigaciones como siempre hay un papel reservado para, al menos, una prima donna o un primo uomo (normalmente miembros de la Alta Dirección de las organizaciones que habitualmente son, por ser más precisos y como ya habrán adivinado, primo uomo) a los que los términos Código Ético, Política Anticorrupción, Diligencia Debida de Terceros, Conflicto de Interés y un largo etcétera parece no encontrarse dentro su "diálogo".
Este tipo de situaciones son críticas dentro de las compañías (tanto públicas como privadas, como hemos tenido la ocasión de advertir) pues la Alta Dirección es el espejo en el que se miran muchos de los empleados (no diremos todos, por prudencia) y si el reflejo que proyecta ese espejo no es el correcto (¿recuerdan aquello del “Tone at the top”?) puede provocar que todos los códigos, políticas, procedimientos, procesos y controles instaurados en la organización para alcanzar una adecuada cultura ética y de cumplimiento acaben siendo un fracaso de "crítica y público".
No es mi intención hacer hoy un soliloquio enumerando las diferentes actuaciones de la Alta Dirección de una organización que pueden conducirla al abismo, pero fácilmente podrán imaginarse que las palabras fraude, corrupción o soborno han estado presentes en el libreto de varios de los grandes escándalos empresariales acaecidos en los últimos años.
Sí me gustaría recomendar a la prensa especializada desde este humilde espacio que numeren los diferentes actos de esta bonita obra con números romanos (Qatargate I, II, III…) pues, como ya pareció anticipar el señor Addison en la película que hoy nos da título (Lástima, nos vamos a perder el tercer acto. Se representa fuera del escenario), no podemos descartar nuevos “actos” antes de llegar siquiera al intermezzo.
*** Hugo Sutil es director de A&M.