Productividad y pacto de rentas
El pacto de rentas ofrece una oportunidad para invertir en mejoras productivas, y así salir de la trampa de los bajos salarios.
El mercado laboral en España continúa con un comportamiento muy positivo. En los primeros meses de este año sigue mostrando un gran dinamismo, sobre todo el sector de servicios. Las previsiones apuntan a que el empleo seguirá creciendo y que la tasa de paro se aproximará al 12% en 2024.
Sin embargo, la productividad se mantiene estancada. Medida a través de la productividad total de los factores para reflejar la eficiencia global con la que se utilizan conjuntamente los insumos de trabajo y capital en el proceso de producción, según datos de la OCDE -tal y como se muestra en el Cuadro-, los países que más apuestan por inversión en capital tecnológico y conocimiento son los que experimentan una evolución positiva de su productividad total. A la cabeza: Dinamarca, Finlandia, Alemania y Suecia. Mientras, en la economía española no se observan avances.
En España, entre 2018 y 2022, ha mejorado la productividad del factor trabajo, medida a través del PIB por hora trabajada (Gráfico). Sin embargo, este indicador sólo refleja parcialmente la productividad laboral en términos de las capacidades personales de los trabajadores o de la intensidad de su esfuerzo, porque la relación entre la medida de la producción y el insumo de mano de obra depende en gran medida de la presencia y la utilización de otros insumos –como capital, insumos intermedios, cambios técnicos, organizativos y de eficiencia, economías de escala, etc. Todo ello depende en buena medida de la apuesta que haga el empresario por invertir en esos otros factores.
El estancamiento de la productividad en España no tiene que ver directamente con el factor trabajo, sino, sobre todo, con el escaso impacto que han tenido en la productividad los avances tecnológicos. La productividad se mejora con un mayor esfuerzo inversor en las variables que influyen en la productividad del trabajo: stock de capital tecnológico, formación de los trabajadores, conocimiento, cambios organizativos que mejoran la gestión empresarial, inversión pública en infraestructuras o intangibles (propiedad intelectual).
Por otra parte, la insistencia en competir con salarios bajos reduce el incentivo a invertir en mejoras productivas, además de amputar la demanda. Desde hace más de una década, en España, la participación de los salarios en el PIB ha caído en favor de los beneficios empresariales. La disminución de la renta laboral, además, en contextos de elevada inflación está perjudicando aún más la capacidad de compra de los salarios.
Ello, unido a la subida de tipos de interés, genera riesgos en el crecimiento y la competitividad de la economía española. Unos menores ingresos reales de los hogares reducirán el consumo, y la demanda agregada, provocando menos incentivos para que las empresas innoven e inviertan en los factores intangibles determinantes de la productividad.
Desde 2022, la economía española, en un entorno de pandemia, primero, y de incrementos en el precio del gas y del petróleo, después, ha podido reducir su endeudamiento frente al resto del mundo, generando excedentes en la cuenta corriente, sin disminuir la inversión o el empleo. Parte del éxito se debe a la ganancia de competitividad generada tanto por la disminución de los márgenes empresariales durante la pandemia como de los salarios reales en la recuperación.
En la práctica, supuso un pacto implícito de rentas para distribuir los costes de las crisis, pero sin resolver la trampa de los bajos salarios. Esta estrategia ya no tiene recorrido: ahora es necesario invertir en mejoras de eficiencia productiva, algo en lo que incide el reciente acuerdo entre sindicatos y patronal empresarial. El pacto, enmarcado en el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, incluye una subida salarial del 4% este año y del 3% en 2024 y 2025, y, además, una cláusula de salvaguarda de un 1% adicional al año siguiente si el IPC interanual de diciembre sobrepasa el 3%. Ello facilita un reparto de la riqueza más equitativo. Pero, además –y esto es crucial--, el acuerdo incorpora mejoras en el mercado laboral que redundará en avances de la productividad de la economía española.
El acuerdo incorpora mejoras en el mercado laboral que redundará en avances de la productividad de la economía española
Como utilizar la jubilación parcial y el contrato de relevo como instrumentos para mantener el empleo y rejuvenecer las plantillas, comprometerse para reducir bajas laborales “injustificadas” y avanzar en la gestión preventiva de los riesgos psicosociales, mejorar la flexibilidad interna para facilitar la adaptación competitiva de las empresas y mantener el empleo, regular los tiempos de teletrabajo y la desconexión digital, o promover en los convenios una "racionalización" de las estructuras salariales, integrando los principios de transparencia retributiva y de igual retribución por trabajos de igual valor entre mujeres y hombres.
En definitiva, este acuerdo no sólo se limita a garantizar la paz social y a repartir de manera más equilibrada los costes de la actual crisis de inflación entre los trabajadores y las empresas, sino que también marca el camino para generar ganancias de productividad, sin duda el principal reto de nuestro tejido productivo para los próximos años.
*** Mónica Melle Hernández es consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid y Profesora de Economía de la UCM.