La revolución tecnológica y el mercado bursátil americano
El crecimiento económico a largo plazo, es decir, el aumento sostenido de la producción de bienes y servicios en una economía, es el determinante fundamental del bienestar de los ciudadanos de un país.
Poder disponer de más bienes y servicios por habitante de los que se disponían en el pasado es el resultado del crecimiento sostenido.
El crecimiento per cápita a largo plazo es la clave de la mejora de los salarios y del nivel de vida de una población.
Los economistas usan como indicador de la riqueza de un país la evolución del PIB per cápita, es decir, el valor de los bienes y servicios producidos en un país dividido entre la población del país; dicho de otra forma, el PIB promedio por habitante. Dicha variable se considera el mejor indicador del bienestar de la población.
Con todos los inconvenientes que pueda ofrecer, este indicador tiene una gran ventaja: su sencillez y su simplicidad al contener toda la información en un solo número, que permite comparaciones relativas en un momento determinado y en el tiempo. No es un asunto de “materialismo”, sino de sentido común.
El incremento de esta cifra viene acompañado de la aparición de agua corriente, higiene, salud, bienestar, longevidad, protección a los más desfavorecidos, etc. Por ejemplo, una lavadora formaba parte del 40% de los hogares americanos en los años 60. Hoy en día excede del 90%. Este crecimiento per cápita a largo plazo sólo se puede conseguir incrementando la productividad.
De manera muy resumida, tres factores conllevan una mejora económica: (i) la acumulación de capital físico; (ii) la acumulación de capital humano; y (iii) una tecnología vertebradora de los procesos necesarios para interrelacionar ambos capitales, es decir, las ideas.
Si miramos a la locomotora del mundo, Estados Unidos, desde el 2006 la productividad está estancada
Estos factores necesitan de un entorno adecuado, las instituciones. Las instituciones son las reglas del juego que permiten la organización humana. Es decir, leyes y regulaciones, sistemas políticos, organizaciones, estructura económica, etc. Podríamos destacar varias instituciones donde hay un consenso elevado entre economistas por considerarlas de vital importancia para el desarrollo económico: (i) derechos de propiedad; (ii) mercados libres, competitivos y abiertos; (iii) sistemas legales robustos y justos; (iv) estabilidad política, (v) gobernantes honestos y (vi) prensa libre.
A día de hoy, para tener un crecimiento sostenido del PIB real per cápita, el punto de partida es importante. En los países desarrollados, donde la acumulación, tanto de capital físico como humano, es muy elevada, su crecimiento a largo plazo está muy restringido al tercer factor, el progreso tecnológico que nos permita producir más con los mismos factores de producción.
En el caso de los países en vías de desarrollo, los dos primeros factores son los fundamentales y son relativamente fáciles de implementar siguiendo el ejemplo de lo que hicieron los actuales países desarrollados en su día (Japón, Corea del Sur...).
El gran problema en esos países son las instituciones y estas no son fáciles de cambiar. ¿Cuál es la situación actual en los países desarrollados? Si miramos a la locomotora del mundo, Estados Unidos, desde el 2006 la productividad está estancada.
Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, la evolución de la productividad total de los factores en ese país ha sido sorprendente.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1973 fue superior al 2%, para estancarse los siguientes 20 años en el 0,6%. Los siguientes 10 años la productividad se disparó al 1,7% y desde el año 2006 se mantiene estancada en el 0,6%.
De hecho, en el año 1987, Robert Solow, premio Nobel de Economía y considerado el padre de la teoría moderna del crecimiento económico, declaró: “La era de la informática está en todas partes menos en las estadísticas de productividad”. A esto se le llamó la paradoja de la productividad.
Una cosa es tener una tecnología nueva y otra es qué hacer con ella de manera productiva, es decir, implementarla en la economía. Esta frase era la consecuencia de que los grandes cambios tecnológicos producidos en la década de los 80 no parecían estar mejorando la productividad de la economía.
Para que la productividad crezca, las revoluciones tecnológicas deben implementarse en la mayor parte de los agentes económicos de un país
Varios economistas creen que el incremento en el salto de productividad que se produjo entre 1996 y 2005 fue fruto de la implementación de las revoluciones tecnológicas de la década de los 80. Cómo vemos, el período de implementación fue bastante extenso.
Hoy en día podríamos hacernos la misma pregunta. Desde el 2006, la época de Internet de banda ancha, tabletas, móviles inteligentes…, la productividad no crece. ¿Serán necesarios más de 20 años para aprovechar todo su potencial?
Según el CEO de la mayor gestora del mundo, Larry Fink, la Inteligencia Artificial (IA), la reciente revolución tecnológica, será capaz de paliar el actual colapso de la productividad en las economías desarrolladas, ayudando a implementar todas las tecnologías descubiertas en los últimos años.
Así parece que lo está descontando el mercado. No obstante, lo está descontando de una manera desproporcionada en un grupo reducido de empresas, relacionadas con la IA, y, para que la productividad crezca, las revoluciones tecnológicas deben implementarse en la mayor parte de los agentes económicos de un país.
Cuando la productividad en Estados Unidos volvió a subir, hacia 1995, una de las grandes beneficiadas fue Walmart, empresa de distribución minorista, que aprovechó la tecnología de la información para incrementar su eficiencia con la gestión de las existencias.
Dicho de otro modo, como inversores de medio plazo, hubiese sido mejor haber tenido Walmart que IBM, aunque en ese momento pocos lo habrían dicho. Del año 1995 a 1999 el retorno punto a punto, incluyendo dividendos, fue un 40% mejor para la tecnológica, pero si los calculamos hasta hoy, el resultado es el contrario, la distribuidora ha tenido el doble de retorno que la tecnológica.
Todo lo comentado nos debe hacer reflexionar sobre la actual valoración del índice americano de bolsa. El actual exceso en valoración proviene de muy pocas compañías, todas ellas relacionadas con la IA. El índice americano lleva un +16% en el año vs un +4% el índice americano equiponderado.
Creo que a la vista de la historia y la lógica económica es más interesante reducir el peso en estas inversiones, si las tenemos, y equilibrar nuestra cartera financiera. Si usted es un inversor de fondos o ETF, cambie sus inversiones en S&P500 por S&P500 Equal Weighted (todos los valores pesan lo mismo).
Estamos sugiriendo apostar a la economía americana y no sólo a los valores americanos relacionados con la IA, dado que, si esta revolución es un éxito, deberá afectar a la mayor parte de los sectores económicos de un país. La historia siempre es un buen aliado del inversor inteligente.
*** Pedro Mas Ciordia es director general de Santander Private Banking Gestión.