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La tribuna

El dólar resiste: ¿revisamos nuestra política de gestión de riesgos?

30 enero, 2024 01:38

A lo largo de los tres últimos ejercicios, el dólar estadounidense ha registrado un fortalecimiento progresivo frente al euro, amparado por el ciclo de subidas de tipos de interés en EEUU, así como por un comportamiento positivo del ciclo económico. En un entorno de elevada inflación, los temores que despertó el agresivo discurso de la Reserva Federal en relación con el impacto sobre el crecimiento de la economía han quedado en un segundo plano a medida que los datos han reforzado la expectativa de un aterrizaje suave.

La apreciación del dólar encontró un freno en el momento en el que el BCE se posicionó de manera más contundente en la línea de control agresivo de la inflación, dando cierto soporte al euro. Desde entonces, el cruce se ha movido en un estrecho rango, entre las cotas de 1,05 y 1,10 dólares por euro.

En este entorno surge de nuevo el debate de cuán agresivas deben ser las políticas de control de riesgos financieros de las empresas, especialmente en la evaluación de su exposición a la volatilidad del mercado de divisas. La discusión en cuanto a cuál es el mejor enfoque de gestión está presente en los diferentes órganos de gobierno de empresas que, o bien cubren de manera recurrente un porcentaje elevado de sus flujos a plazos largos, o bien apuestan por enfoques más dinámicos y concentrados en el ejercicio natural. Es una reflexión relevante, especialmente en un cruce en el que el comportamiento de reversión a la media cada cierto tiempo es característico.

La observación de encuestas elaboradas por diferentes instituciones pone de manifiesto que los horizontes de cobertura que manejan las compañías suelen pivotar en torno a los 12 meses, con un sesgo hacia horizontes inferiores al año natural, y con porcentajes de cobertura que en líneas generales suelen llegar hasta el 85%. ¿Significa esto que las empresas tienen un apetito por el riesgo elevado? ¿Podemos concluir que una política de gestión que reconoce que hay una cuantía del riesgo que no se puede proteger no es adecuada?

En nuestra opinión, responder a ambas preguntas sin conocer la naturaleza de los riesgos a los que se enfrenta la empresa, las características del negocio y la capacidad de traza futura, resulta un ejercicio fútil. Por supuesto que una gestión conservadora ayuda a la empresa a limitar la inestabilidad de sus resultados, permitiendo centrar sus esfuerzos en aquellas variables que puede controlar. Pero una gestión conservadora, en cuantía y plazo, no siempre es adecuada, o al menos, es preciso definir qué entendemos por conservador.

Una gestión conservadora ayuda a la empresa a limitar la inestabilidad de sus resultados

El hecho de que una empresa no tenga visibilidad de sus flujos a más de 3 meses y, por lo tanto, su horizonte de cobertura sea de corto plazo no la hace más arriesgada en su gestión. Simplemente está adaptando sus decisiones a la realidad de su negocio. En el mismo sentido, plantear una cobertura parcial del riesgo previsto es absolutamente recomendable en todos aquellos casos en los que el riesgo de desviación de las previsiones es significativo.

De la misma manera, el hecho de contrastar el coste de una cobertura con el riesgo potencial de la exposición es una dinámica muy recomendable, puesto que permite determinar cuál es el umbral a partir del cual se activan o no las decisiones de control de riesgos. En el contexto actual de tipos de interés, el coste de contratación de las coberturas para horizontes superiores al año en un buen número de monedas se ha encarecido, provocando que la compañía asuma una pérdida real superior al riesgo potencial de la exposición.

En definitiva, enunciamos una serie de aspectos que toda política de gestión de riesgos debería integrar para generar un marco de toma de decisiones estable en el tiempo, justificado e integrado en la realidad del negocio para el cual se ha diseñado. Con dos matices finales: el primero, que las políticas de gestión no son eternas y deben ser sometidas de manera periódica a revisión, al menos, una vez al año; y el segundo, que no pueden ser universales porque las realidades de los negocios no son homogéneas y, por lo tanto, el enfoque “a medida” suele ser la aproximación más acertada a la hora de enfrentar este tipo de debates.

*** Pablo Guijarro es profesor de Afi Escuela.


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