Este pasado mes de septiembre me he incorporado como colaboradora de COPE en la sección "Economía de bolsillo" con Alberto Herrera, los lunes por la mañana, y con Pilar García Muñiz, los lunes y miércoles por la tarde. Más de una vez hemos hablado de las dos caídas, leves, pero caídas al fin y al cabo, del Euríbor, como consecuencia de la bajada de tipos de interés por el Banco Central Europeo.
Las mismas veces que me han preguntado si van a seguir cayendo los tipos. Y siempre, a riesgo de resultar pesada he contestado aludiendo a la incertidumbre, como quien recurre al comodín del público. La inflación parece controlada, la economía europea parece que empieza a respirar, tal vez con excepción de Alemania. Tras tantos meses, años de incertidumbre acuciante, se diría que necesitamos noticias que anuncien el regreso de la estabilidad económica a nuestras vidas.
Y, de repente, Irán lanza casi doscientos misiles sobre suelo israelí. En dos horas, mientras aparecen noticias urgentes sobre la posible reacción de Israel y de Estados Unidos, el precio del petróleo en Irán sube un 5%.
Se diría que necesitamos noticias que anuncien el regreso de la estabilidad económica a nuestras vidas.
Para cuando estas líneas vean la luz, tendremos más datos, pero si quieren un resumen minimalista: puede pasar de todo o no pasar nada. Que es como no decir nada, pero es la pura verdad.
Y, lo cierto, es que Irán no ha aparecido en el panorama internacional "de repente", como si antes no hubiera estado presente. Es verdad que la guerra abierta en la que todos pensamos, por ser más cercana, probablemente, es la generada por la invasión rusa de Ucrania.
Pero los mercados parecen haberse estabilizado, una vez que el recorrido del conflicto se ha alargado. Por otro lado, desde hace tiempo, también era una noticia recurrente el endurecimiento de las tensiones en Oriente Medio, especialmente desde los terribles atentados del 7-O, la respuesta de Netanyahu, y la escalada de violencia. El conflicto entre Israel y Palestina viene de lejos y es un tema complejo.
Y, también desde hace tiempo, otros países se han involucrado en él. Especialmente desde que el régimen talibán se ha hecho con el poder en Irán y la población persa, especialmente las mujeres y los homosexuales, se ven sometidos a flagrantes atentados contra su libertad y sus derechos más básicos. Un régimen que tiene varios grupos terroristas armados aliados en su lucha contra Israel, Hezbolá (chiítas) asentado en Líbano, y otro, Hamas (sunitas), en Palestina, que fue el responsable de la masacre del 7 de octubre.
Y, lo cierto, es que Irán no ha aparecido en el panorama internacional "de repente", como si antes no hubiera estado presente.
Israel ha acabado con cuatro hombres clave de Hezbolá y Hamás en apenas tres meses. A esta victoria hay que sumar que, hace pocos días, en su guerra contra Hezbolá, Israel ha enviado tropas a la zona sur del Líbano dominado por el grupo terrorista, y donde, al parecer, estaban construyendo túneles que entraban, bajo tierra, en territorio de Israel, para atacar al país. Y, entonces, Irán, cuyo ejército tiene mucha menos potencia, decidió disparar doscientos misiles contra Israel.
Así que no es "de repente" pero, sí ha sido inesperado. Israel está aún pensando la respuesta pero ya ha advertido que será contundente, en su línea. ¿Arrasará el Líbano? ¿Atacará los enclaves petroleros de Irán? ¿Bloqueará sus vías de conexión con el exterior?
La población iraní ya ha descontado que va a haber escasez de petróleo y ha colapsado las gasolineras. La bolsa de Nueva York anoche caía. Pero no se ha desencadenado un pánico. Hay una tensa calma en el ámbito económico.
Irán depende del petróleo. En 2018, debido a las sanciones de Trump, vio empeorar su economía notablemente. Si bien el pasado mes de marzo el ministro del Petróleo se ufanaba de haber exportado en 2023 por un valor de más de 350 mil millones de dólares, sobre todo debido a que sus exportaciones se dirigieron a China, el nivel de vida ha retrocedido 20 años.
Su moneda es muy frágil y la inflación asciende a un 40% aproximadamente. No obstante, hay que preguntarse si el criterio del régimen Talibán es el bienestar económico del pueblo o es otro. La respuesta es obvia. El pueblo está al servicio de una tiranía caracterizada por la crueldad y la corrupción.
Si intentamos hacer un ejercicio de previsión y nos fiamos de las experiencias pasadas, cuando el pasado mes de abril Irán lanzó un ataque contra Israel con más de 300 misiles y drones, la represalia de israelí se limitó a un ataque localizado en los alrededores de Isfahán, donde hay una importante base militar y una instalación nuclear. Y no pasó nada más.
Su moneda es muy frágil y la inflación asciende a un 40% aproximadamente. No obstante, hay que preguntarse si el criterio del régimen Talibán es el bienestar económico del pueblo o es otro.
¿Se repetirá esta situación? Los factores que están en juego son internos, propios de los dos países, pero también externos. Las relaciones del futuro gobierno de Estados Unidos, que será elegido en noviembre, con China y con Irán es uno. Y, en el mismo sentido, en qué se va a materializar el tradicional apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel.
También están sobre la mesa las posibles reacciones de aliados de Irán, como los rebeldes hutíes (también chiítas) de Yemen o los paramilitares de Irak, que podrían atacar a países productores de petróleo como Arabia Saudí, como represalia. De hecho, hutíes ya han comenzado una campaña de ataques a barcos como el petrolero de bandera panameña Cordelia Moon, en el Mar Rojo.
La situación es delicada y no está claro que el ambiente sea el mismo que en abril. Tanto si Israel decide lanzar un ataque con bisturí en Irán como si decide endurecer el ataque en el Líbano, no es probable que el conflicto quede así. A favor de la paz está el hecho de que a ninguno de los países beligerantes, ni a los aliados de ambas partes, les conviene una escalada que llevaría a una subida del precio del petróleo y el retorno a un escenario de inflación internacional, con todo lo que eso significa.
La incertidumbre que, como suelo decir, siempre estuvo aquí aunque nadie parecía reparar en ella, ha dejado de ser invisible para reclamar su puesto en nuestras vidas. Y en el panorama económico mundial.