Una imagen de Fran Cantos.

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Cultura

Fran Cantos, el actor 'todoterreno': "He vuelto a vivir en Coín con la idea de lanzar proyectos de Málaga al mundo"

Para el intérprete, que presenta varios proyectos este año en el Festival de Málaga, "el teatro debería ser en España como el fútbol en Argentina, algo terapéutico que formara gran parte de nuestras vidas".

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Si están siguiendo la exitosa serie de RTVE, La Promesa, seguro que su cara les suena, pues interpreta al sargento Burdina. Su papel en este proyecto es, sin duda, dice, el que más le ha permitido acercar a su familia lo que hace en el día a día. “Para mí, estar en una serie diaria es un auténtico regalo”, dice. 

Su nombre es Fran Cantos y es, sin duda, uno de los actores malagueños más todoterreno de la actualidad. Sin ir más lejos, trae cinco proyectos a falta de uno al Festival de Málaga, al festival de su tierra. Para él es todo un orgullo, aunque reconoce que su agenda está tan sumamente apretada entre trabajos y castings que va a poder disfrutar poco de él.

El coíno participa en dos largometrajes (Todo lo que no sé, de Ana Lambarri, y Tras el verano, de Yolanda Centeno), en el cortometraje Radiografías y en la serie Perdiendo el juicio, de RTVE. Además, ha prestado su voz para un documental sobre un personaje histórico de Coín. 

Dos óperas primas con alma

El actor se muestra especialmente ilusionado por su participación en Todo lo que no sé y Tras el verano, dos óperas primas de directoras con las que ya había trabajado en el pasado. Con Ana Lambarri coincidió en 36, la última entrega de una trilogía sobre mujeres y violencia de género. “Con Ana ha sido un rodaje muy tranquilo, ella tenía claro lo que quería y eso ha hecho que todo fluyera. Teníamos un equipo maravilloso, con nombres como Susana Abaitua, Ana Gabarain, Francesco Carril...”, destaca.

En el caso de Tras el verano, de Yolanda Centeno, Cantos pone en valor la historia que cuenta. “Habla de esos vínculos que se crean entre los adultos y los niños que no son suyos biológicamente, pero a los que han criado. Cuando la relación de pareja se rompe, esos lazos quedan en un limbo legal y emocional. Me parece un tema precioso y poco explorado en el cine”, reflexiona. En la película comparte reparto con Alexandra Jiménez, Juan Diego Botto y la malagueña Stephanie Magnin, entre otros.

Su papel en esta historia es el de “el cuñao”, un personaje que, según explica, encarna esa actitud de querer ayudar sin entender del todo la realidad ajena. “Creo que refleja cómo los hombres, en muchos casos, hemos ocupado un rol de 'cuñao' con la intención de solucionar cosas desde nuestra propia visión, sin comprender del todo a los demás”, señala.

Un corto con vocación social

Además del cine y la televisión, Fran Cantos sigue vinculado al teatro, un mundo que le apasiona, y a los proyectos con un fuerte componente social. Radiografías, el cortometraje que presenta en el Festival de Málaga, nace de una iniciativa teatral en el Hospital Niño Jesús de Madrid, donde el teatro se utiliza como herramienta terapéutica para niños de la planta de neurología.

“Yo cuento teatro” es un grupo impulsado por padres y personal médico del hospital, junto con la mediadora cultural Inés Enciso. A raíz de su éxito, se decidió grabar una de sus experiencias teatralizadas en formato cortometraje y, en paralelo, realizar un documental sobre la implantación del teatro en el hospital.

Para Cantos, esta experiencia confirma algo en lo que cree firmemente: el teatro como herramienta transformadora. “A través del teatro se pueden comprender muchas cosas. Recuerdo que cuando hicimos Jauría [sobre el caso de la Manada], vinieron jueces y fiscales a verla y entendieron mejor conceptos como la intimidación ambiental, que hasta entonces solo conocían en términos jurídicos. Verlo en escena les hizo comprenderlo de otra manera”, explica.

Teatro social en La Palmilla

Ese mismo espíritu social lo ha llevado a participar en Acto Reflejo, un proyecto teatral en el barrio malagueño de La Palmilla a través de la productora Almargen, que ha creado junto al también actor malagueño Nacho Mateo. En el proyecto también se encuentra el dramaturgo Cristian Alcaraz, con el que han impulsado esta iniciativa de teatro comunitario.

“En La Palmilla hay un equipo de mediadores sociales y culturales increíble. Cuando planteamos la idea, el Ayuntamiento de Málaga la acogió con los brazos abiertos y desde el barrio nos pidieron que no nos quedáramos en palabras, sino que lo hiciéramos de verdad”, comenta.

El proyecto ha avanzado tanto que los participantes próximamente presentarán una obra de teatro en el propio barrio, con los vecinos como protagonistas. “El teatro tiene un poder brutal para conectar con las necesidades de las personas y poner en común las carencias y los anhelos de una comunidad. Me da pena que por trabajo no pueda estar tan unido a este proyecto que es espectacular, estoy en un segundo plano”, afirma Cantos.

Para él, el teatro debería ser en España igual que el fútbol en Argentina: algo terapéutico. “Que nos uniera a todos, no solo por lo profesional, sino como algo lúdico, que todos disfrutáramos y aprendiéramos de él”, sostiene.

Un actor todoterreno

También presenta en el Festival de Málaga una pildorita de televisión a través de Perdiendo el juicio, la nueva serie de TVE, en la que interpreta un personaje en uno de los episodios. “Es una serie sobre un bufete de abogados, con un formato similar a Los Misterios de Laura, donde en cada capítulo se resuelve un caso, pero con una trama de continuidad en la que los protagonistas están implicados”, explica.

A todo esto se suma su reciente premio de la Unión de Actores y Actrices al mejor actor de reparto en teatro, el segundo que recibe en su carrera tras el que ganó por Jauría. En esta ocasión, el reconocimiento ha sido por su papel en El alcalde de Zalamea, un montaje dirigido por José Luis Alonso de Santos, una de las grandes figuras del teatro español.

“Recibir este premio me ha sorprendido muchísimo, porque yo nunca había hecho verso. Pensaba que José Luis Alonso de Santos estaba loco al confiar en mí para una obra como esta”, confiesa. Finalmente, la experiencia le ha dejado grandes amigos y un aprendizaje valioso: “Trabajar con intérpretes como Arturo Querejeta me ha permitido ver cómo se puede normalizar el verso y hacerlo cercano al público”.

Málaga

El actor ha decidido volver a mudarse a Málaga, en concreto a su Coín natal, con el ánimo de crear proyectos desde Málaga “hacia el mundo”. Sueña con poder formar pronto, con su productora una compañía de teatro de texto, lo que sería una de sus grandes ilusiones. 

“Aunque he de reconocer que mi vida es como la de un indio. Vivo en el tren”, confiesa entre risas el actor, que cree que va siendo hora de poner el puño sobre la mesa para reivindicar que el actor no solo tiene los grandes proyectos en Madrid, Barcelona u otras grandes capitales. “Eso en un momento dado no está mal, de manera puntual con el cine o la tele. Por eso me he venido, por intentar montar cosas desde aquí. Los miedos, a veces, nos frenan antes de plantearnos cosas y no debería ser así”, añade. 

Sobre Málaga, le alegra mucho ver cómo avanza en el plano cultural con grandes proyectos como el del Soho de Antonio Banderas, pero también más pequeños como La Cochera Cabaret de Salva Reina. “Lo del sector tecnológico está siendo brutal, pero es verdad que en la cultura hay avance. Yo diría a todos los malagueños que en una pequeña compañía de teatro, a veces, encuentras a los futuros dramaturgos, cosas muy íntimas de gran calidad. Una sala de teatro no es fácil de rentabilizar, tenemos que apoyarles y estar ahí”, añade.

Como buen coíno, la histórica serie de Arrayán marcó un antes y un después en su vida de casualidad. Aunque de niño fue un personaje capitular de El Dorado y el mundo del cine y sus “trampantojos” siempre le habían apasionado, la realidad es que en casa siempre le dijeron que se dedicara a algo que le aportara más estabilidad laboral.

 "Estudié industriales, pero no la terminé. Después me metí en topografía, en la Rosaleda, hice un grado, y trabajé cerca de tres años como topógrafo", rememora, subrayando cómo aquellos años en los que trabajaba en la construcción lo hicieron cuestionarse su futuro. “No era lo mío”, se dice.

Aunque la decisión de dedicarse al teatro fue a los 28 años, su amor por las artes escénicas comenzó mucho antes, a los 18, cuando se unió a Teatro potable, la compañía de teatro de su pueblo, donde le engancharon a estar sobre las tablas.

En su camino hacia la profesionalización, una serie de hechos fortuitos le permitió dar el salto a la televisión. "Justo antes de la crisis de 2008, decidí que no quería seguir siendo topógrafo. Me fui a Inglaterra seis meses a aprender inglés. Y a mi regreso, a través de Ismael Morillo, de varios amigos que trabajaban en Arrayán, tuve la oportunidad de entrar en el mundo de la televisión de manera inesperada", cuenta.

Una tarde, un compañero de Arrayán sufrió un accidente y Fran recibió una llamada casi de urgencia. "¿Te atreves a sustituir a un compañero que no puede coger la pértiga?", le preguntaron. Fran aceptó el desafío y se vio trabajando entre Arrayán y otras producciones locales durante un tiempo, siendo este su primer contacto con la televisión.

Aquella casualidad fue un paso más para aquel chaval que mentalmente nunca se desvió de lo que le hacía feliz y ha conseguido cumplir su sueño. A los 28 se fue a Madrid a estudiar en el laboratorio de teatro de William Layton, un espacio donde da clases en la actualidad. "Volver a recordar lo que yo estudié con mis alumnos es un auténtico regalo. Ahora lo veo desde otro prisma y es precioso", zanja.